Hígado graso: atención a las sutiles señales de una enfermedad hepática silenciosa
La obesidad, los niveles altos de azúcar, colesterol y triglicéridos en sangre o el sedentarismo son las causas más frecuentes de esta afección, que suele ser asintomática, y que se trata con estos cambios en el estilo de vida
El hígado es un órgano vital. Cumple multitud de funciones en el organismo como, por ejemplo, generar las proteínas que transportan los nutrientes a todas las células, filtrar las toxinas, producir bilis, una sustancia necesaria durante el proceso de digestión… Es, además, un órgano con gran capacidad de regeneración. Pero también muy sensible a todo lo que consumimos y a nuestros hábitos de vida.
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De hecho, seguro que habrás escuchado que hay sustancias, como medicamentos que usamos sin receta médica, que en determinadas dosis pueden producir daño hepático. El consumo de alcohol u otras drogas también lo perjudica, y si padecemos exceso de peso nuestro hígado sufrirá. Por ello, en los últimos años los expertos advierten de que una afección hepática que apenas da síntomas, el hígado graso, amenaza con convertirse en una epidemia si no modificamos nuestros hábitos poco saludables.
Y es que, esta condición, en algunos pacientes, podría producir una inflamación crónica del hígado y, en algunos casos, desencadenar una cirrosis. Asimismo, el aumento de grasa en este órgano es un factor de riesgo que puede generar problemas cardiovasculares.
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¿Por qué se produce?
Cuando hablamos de hígado graso nos referimos a una condición médica. “Se caracteriza por la acumulación de grasa en el hígado. Hay dos tipos principales: hígado graso no alcohólico y por consumo de alcohol”, explica la doctora Mercedes Ricote Belinchon, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, y coordinadora del grupo de trabajo de aparato digestivo de Semergen.
Saber que estamos sufriendo esta afección no es fácil, puesto que, como decíamos, no tiene una sintomatología clara. Como explica la especialista de la Semergen, “el diagnóstico suele llegar cuando se realiza una exploración física, analíticas o pruebas de imagen como la ecografía por alguna otra causa”.
Sin embargo, hay algunas signos muy sutiles que sí nos pueden poner sobre la pista de que la salud de nuestro hígado está en apuros:
- Cansancio injustificado. La fatiga puede tener diversas explicaciones. Sin embargo, si no encuentras una razón que explique tu cansancio, podría ser porque el hígado no ejerce sus funciones correctamente.
- Digestiones pesadas. Es otra señal que podría alternos de una alteración hepática a un mal funcionamiento en la producción de bilis, como decíamos, sustancia que secreta el hígado durante la digestión. Si no lo asocias al consumo de alimentos indigestos o a una intolerancia alimenticia, háblalo con un profesional.
- Uñas frágiles. Las afecciones hepáticas pueden manifestarse con algunos signos en zonas como las uñas. Por ejemplo, si estas se vuelven más frágiles o si aparecen manchas blancas, y no hay otra causa que lo justifique, es conveniente que lo consultes con tu médico.
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¿Cuál es el tratamiento para el hígado graso?
No existe un tratamiento farmacológico contra esta afección. Sin embargo, “si una persona sufre esta alteración hepática, debe introducir unos cambios en su estilo de vida”, indica la doctora Mercedes Ricote. Por ejemplo:
- Dieta. Debe ser saludable, limitando la sal y el azúcar, además de comer muchas frutas, verduras y granos integrales.
- Ejercicio. Practicar una actividad física de forma regular y con una intensidad moderada ayuda a reducir la grasa en el hígado.
- Adelgazar. Perder peso de forma gradual (entre medio y un kilo a la semana) puede corregir esta alteración.
- Control sanguíneo. Es importante mantener unos niveles adecuados de azúcar en sangre, colesterol y triglicéridos.
- Suplementos. Consulta con el médico antes de usar suplementos dietéticos como vitaminas o cualquier otro medicamento.
Todas estas pautas pueden tratar el hígado graso pero, también, prevenir su aparición. Por tanto, si queremos cuidar la salud de este órgano tan esencial para el resto del organismo, hay que apostar por un estilo de vida saludable, en el que consumamos alimentos frescos, evitando los refinados y, por supuesto, diciendo no al consumo de sustancias que puedan perjudicarlo como el alcohol, las drogas o abusar de los medicamentos.