Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en España hay dos millones y medio de personas con depresión. Además, este trastorno es una de las principales causas de muerte no natural, especialmente en jóvenes, porque si no se cuenta con la mediación necesaria algunos casos pueden conducir al suicidio. De hecho, en España se produce 10 suicidios al día, de los que 9 están relacionados con la depresión.
Esto pone de relieve que aunque podamos ser sensibles a las dificultades que nos plantea la vida y acabar sufriendo problemas mentales, lo más importante es saber pedir ayuda cuando nos encontramos en esta situación y buscar la forma de salir adelante: encontrar cómo asirnos a la vida y salir del agujero emocional que representa la depresión.
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Lo bueno de las redes sociales se convierte en lo malo
Ante una situación de apatía, aislamiento, tristeza, pérdida de energía e imposibilidad para conseguir concentración, las redes sociales parecen un bálsamo para intentar sacar adelante estos problemas y minimizarlos. Acudir a las redes es como bañarnos en un mar de personas, donde hay un flujo constante de noticias, ideas y de comentarios. Es decir, las redes sociales son pura vida.
Además, las redes tratan de sacar lo mejor de cada persona. El mundo que se ve a través de ellas es casi perfecto. La gente vive a flor de piel sus pasiones, sus filias y sus fobias, y lo hacen con orgullo. Además, no se cohíben al mostrarse al mundo y en compartir fotos, vídeos y cualquier otra demostración de su personalidad. Y eso, puede ser contagioso.
Un entorno así, aunque sea virtual, parece idóneo para ayudar a alguien que necesita romper su introspección y salir de una fase de pleno bloqueo. En las redes puedes contar tus problemas, encontrar a otras personas con los suyos, y poner en contexto su vida junto a las de los demás.
Sin embargo, las relaciones que se encuentran en las redes sociales se basan en mensajes breves, fáciles de malinterpretar y realizados en cualquier momento y lugar, sin meditación ni preparación. Cualquiera puede recomendar cualquier cosa, y de esta manera las palabras emergen desde el anonimato y totalmente fuera de contexto.
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Las redes no son un especialista
El peligro de pedir ayuda a las redes sociales es que las respuestas que obtendremos al otro lado de la pantalla bien podrían ser aleatorias, y no están basadas en un conocimiento real del tema. Si lo que necesitamos es ayuda psicológica, pedir ayuda sobre nuestro estado a amigos y desconocidos en redes puede dar un resultado inesperado y muy negativo.
Porque a través de las redes sociales los problemas psicológicos se toman fácilmente como dilemas existenciales y no son percibidos por los demás como un trastorno, pues ese diagnóstico solo puede venir de un especialista.
Además, la inmediatez puede hacer que cualquiera responda desde cualquier sitio, sin realmente ser consciente del daño que puede hacer a quien necesita ayuda. Alguien con muy baja autoestima, que sufre insomnio, sentimiento de culpabilidad o de inutilidad y que incluso piensa en el suicidio, puede obtener halagos rápidos por una foto de Instagram, o críticas inasumibles por un comentario en Facebook.
Aunque las redes parecen un buen apoyo para afrontar la depresión, realmente es un “falso amigo” que jamás debe sustituir a pedir ayuda a un profesional cualificado, que sí nos puede ayudar a dar los firmes pasos que necesitamos para s. Y precisamente, por la inmediatez e impulsividad de las redes, el resultado al que nos conduce es el contrario al que necesitamos: construir con pasos firmes.
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