Ten cuidado al hacer la compra: estos alimentos no son tan sanos como creías
Existe una máxima cuando compramos alimentos para saber si lo que nos están dando es gato por liebre: cuanto más cómodos son de consumir, es más probable que no sean lo que dicen ser.
Sin embargo, el márketing de los productos alimenticios suele llevar al límite la veracidad de los etiquetados, acogiéndose al último resquicio normativo para poder decir que un producto es, lo que “casi” no es. Por eso es importante mantener la guardia alerta para no llevar a nuestra mesa productos que convencionalmente consideramos sanos, y realmente son placebos para nuestra percepción de que hacemos lo correcto comprando.
Los productos que habitualmente deben producirse en el acto, pero que milagrosamente están empaquetados con una larga fecha de caducidad, y que para conseguirlo llevan una ingente cantidad de conservantes (o directamente están compuestos de otras materias), casi nada tienen que ver con lo que dicen ser.
Zumos embotellados
Los zumos envasados tienen colores muy vistosos y cada vez más se muestran con fotografías de fruta fresca que hace mantener una percepción inicial de que son muy saludables y de que aportan vitaminas y un sabor muy natural. Sin embargo, los zumos en brick son un producto de márketing que casi constituye un trampantojo de la alimentación, porque aparentan ser una cosa pero realmente son otra.
Ya de por sí, los zumos naturales, los que tu puedes hacerte en casa con fruta fresca y un exprimidor, no son recomendables si lo que de verdad quieres consumir es fruta, porque estás perdiendo por el camino la fibra que hace de la fructosa un nutriente beneficioso. Pues cuando consumes zumos envasados debes saber que el porcentaje real de fruta que estás tomando es mínimo y que, aun cuando publicitan que no tiene azúcar,si lees la letra pequeña hay casos en los que realmente sí la lleva.
Además, es muy común que estos zumos digan ser de naranja, y en sus ingredientes, no solo tienen poca, sino que además está mezclada con uva y plátano. Cuidado también si eres alérgica a alguna otra fruta, pues para conseguir potenciar un sabor a través de los procesos de conservación, no solo hay poca cantidad de fruta real, sino que a veces ni siquiera es la original que figura en el dibujo y la denominación principal.
Una opción mucho más saludable es utilizar los exprimidores de fruta que están poniéndose de moda en algunos supermercados. Puedes rellenar una botella en el momento de fruta fresca exprimida en el momento, generalmente naranjas. Pero ten en cuenta que, si lo que realmente quieres es sacarle partido a todos los beneficios de la fruta, que son innumerables y contundentes, la única forma de hacerlo aprovechando todos sus nutrientes es comiendo fruta, no zumos, y menos envasados…
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Fiambre envasado
Este es un producto estrella en lo que se refiere a decir que es una cosa, cuando realmente es otra. La cantidad de jamón de york o de pavo que tiene un blister de este producto envasado llega a cantidades ínfimas, pese a que su etiqueta lo publicite como jamón natural y la marca haga referencia a que es ligero, saludable y demás adjetivos.
Porque al final la cantidad de carne no suele sobrepasar el 50%, y no siempre es de de cerdo, o no tiene por qué ser de las partes que clásicamente han sido de las que provenía el jamón de york, es decir, de las partes traseras cocidas de forma tradicional, con alto contenido en sodio, con un 20% de proteínas, hierro, calcio y vitamina B3.
El jamón de york es indicado en dietas, porque apenas llega a las 200 calorías por cada 100 gramos, y por sus nutrientes es un alimento muy válido también para meriendas de los niños, pues su sabor es suave y es fácil de masticar en bocadillos. Sin embargo, la mitad de lo que ingerimos cuando compramos la mayoría de las marcas de jamón o pavo cocido es fécula de patata, azúcar, harinas y almidón.
Existen formas de identificar si el jamón cocido que compras te está diciendo la verdad y no te da “fécula por cerdo”. Según la normativa, cuando llevan fécula, ya no se puede llamar embutido, sino que debe aparecer en el etiquetado la palabra “fiambre”. Sin embargo, a todo se le han sacado trampas, pues pese a que la normativa dice que cuando en el etiquetado figura la palabra “extra” se están refiriendo a que los niveles de azúcares son muy bajos y que no pueden añadir féculas, ni proteínas vegetales, lo cierto es que juegan con añadir la el prefijo “extra” trampeando el etiquetado junto a otras palabras, como por ejemplo “Extrajugoso” o “Extrasano”.
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Cereales
La publicidad nos ha metido por los ojos desde hace décadas que la mejor forma de empezar el día es tomar un buen tazón de cereales. Que son divertidos, tienen un sabor buenísimo y aportan un sinfín de nutrientes que nos darán energía. Sin embargo, eso no es del todo verdad.
Los cereales con sabores y colores divertidos, de chocolate o con miel, realmente son azúcar. No es sólo que un alto porcentaje de lo que lleva el paquete no sean cereales propiamente dichos, sino que hasta el 52% de lo que hay en la caja pueden llegar a ser azúcares.
Sin embargo, llamarse cereales les confiere de forma instantánea el beneficio de la duda, porque sí es verdad que los cereales, como la avena, el arroz y el trigo, aportan valores nutricionales muy saludables: proteínas, carbohidratos y fibra. Sin embargo, primero con los procesos de refinamiento, y luego cuando se les produce añaden sabores y conservantes, al final el resultado que ponemos sobre la mesa en nada tiene que ver con el cereal al que nos referimos.
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