Una de las cosas que aprendemos desde que nacemos es a relacionarnos.Somos seres sociales que debemos parte de nuestra estabilidad emocional en aquello que dicen y hacen los demás. Buscar la compañía es una pieza clave de nuestro desarrollo cognitivo, buscamos su ejemplo, ayuda, entretenimiento, amor y comprensión. Y sabemos que solos no podríamos desarrollarnos ni sobrevivir.
De la misma manera, y a diferencia de los animales, la intimidad es también una parte inherente al ser humano. Necesitamos por igual sentirnos acompañados, que vivir instantes de soledad donde meditar, encontrarnos con nosotros mismos y no vernos obligados a conversar ni a dar nuestro parecer.
Sin embargo, temer a la soledad es un miedo irracional bastante común y tiene que ver con varias cuestiones fundamentales de nuestro tiempo: no haber aprendido a sacarle partido a esos momentos de intimidad, temer estar perdiendo el tiempo, y no soportar que la mente no reciba estimulación contínua.
La soledad es una situación en pleno estudio
La psicoanalista alemana, Frieda Fromm-Reichmann, fue la primera investigadora que ahondó en cómo la soledad se convierte, ya en 1959, en un mal silencioso que nos aterraba y amenazaba: “La soledad es una experiencia dolorosa y aterradora, que hace que cualquier persona desee evitarla”, escribió Fromm-Reichmann en su tratado On Loneliness.
Desde entonces, tanto la filosofía, la psiquiatría y la neurología han estudiado cómo el ser humano siente pavor a sentirse solo. Incluso un estudio realizado en hermanos adoptados demostró que la soledad puede tener una explicación genética. Sin embargo, todos los especialistas apuntan a que el temor a sentirnos solos siempre es un compendio de ambas cuestiones, génetica y circustancial.
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La (casi) imposible soledad urbana es la que más miedo nos da
En la ciudad es muy dificil permanecer completamente solo durante mucho tiempo. Los estímulos que nos recuerdan que el resto del planeta está aguardando no dejan de hacerse presentes. Pasear por la calle completamente solo es imposible, y en transporte público también. Y cuando estamos en casa, aun en total soledad, los mensajes sociales de nuestras redes hacen acto de presencia cada poco tiempo.
La sociedad cada vez va más deprisa, y las tareas crecen en número y disminuyen en tiempo. Todo esto, en suma, hace que no sea común que estemos mucho tiempo solos, y que olvidemos experimentar la sensación de completa desconexión. Por eso, cuando de verdad somos conscientes de que estamos solos recurrimos a poner música, a hablar solos o a poner la televisión para que nos haga compañía.
Esto tiene una explicación psicológica, nos falta costumbre de reconocer y apreciar el sonido del silencio. Por eso nuestro sonido de fondo natural en ocasiones se parece más al murmullo de la televisión que al silencio total.
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La soledad, una “dolencia” que aumenta con la edad
Sin embargo, la soledad es un mal que cuando hemos vivido toda una vida, nos puede llegar a sorprender y atrapar. La soledad constituye uno de los problemas más acuciantes de las personas de 80 años en adelante.
Porque la soledad no entiende de sexos, pues todos los estudios concluyen en que el miedo por sentirse solo hace mella tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, sí es una cuestión de edad, pues mientras como adultos podemos aprender a sobrellevarlo, niños, adolescentes y ancianos presentan muchas dificultades para hacerlo. Tanto para los jóvenes como para los mayores, la necesidad de interacción es más que una actitud social, es una parte del desarrollo cognitivo y de la estabilidad emocional.
Cómo superar la soledad
Aprender a pasar tiempo en soledad cuando de forma natural sientes miedo puede ser necesario, para aprender a vivir momentos de calidad en los que no veas la soledad como un fracaso: estar en soledad significa estar contigo misma, aprende a valorar tu propia compañía, a escuchar tus pensamientos y a regular tus ritmos. Cuando te sumerges en la soledad, tú marcas el tiempo; al principio puedes notar que va muy lento, pero poco a poco cogerás tu propio pulso, aprovecharás cada segundo, podrás ser más eficiente y es probable que el tiempo se acelere cuando estás a solas.
Descubre que nadie te amará ni te entenderá como tú, y es en los momentos de soledad cuando puedes descubrir quién eres verdaderamente. Ámate, dedica tiempo a meditar, a hacer ejercicio y a escucharte. Habla contigo misma, razona tus ideas y ama tu propia voz.
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