Te ayudamos a superar la onicofagia, es decir, a dejar de morderte las uñas
Ver a un adulto con las uñas pulverizadas por mordérselas no causa buena impresión, parece un acto infantil que, sin embargo, puede esconder un problema de estrés y ansiedad de fondo que está pidiendo a gritos ser solventado.
De entre todos los instintos naturales que hay en nuestro cerebro, unos de los más arraigados son el acto de chupar y de morder. Desde nuestro nacimiento usamos la boca para relacionarnos con el medio exterior y para complacer nuestras necesidades. De bebés, chupamos cuando tenemos hambre, porque calmamos no solo la irrefrenable necesidad de comer, sino también la de cuidados, atención y bienestar.
No es de es extrañar que, a lo largo de nuestra vida, algunos instintos muy primarios, como el de chupar o morder nos sigan acompañando, especialmente en situaciones de estrés y ansiedad. Y es por ello que una de las razones por las que nos mordemos las uñas está íntimamente relacionada con este reflejo primario de nuestra infancia, y la necesidad de descargar la tensión acumulada por “nervios”, temor o inseguridad.
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El problema son tus uñas
Cuando muerdes de forma compulsiva tus uñas las estás deteriorando y abriendo un cauce hacia tu organismo que puede ser utilizado por gérmenes y bacterias, pudiendo sufrir infecciones tanto en los dedos como en la boca, porque estás propiciando el alojamiento de estos agentes patógenos en tu mano, en una zona rugosa, húmeda y con recovecos; y cuando vuelves a llevarte la mano a la boca puedes hacer que esos gérmenes accedan a tu organismo por vía oral.
Las uñas son células muertas con un recubrimiento de keratina, y aunque parece que no tienen una utilidad concreta, son necesarias para proteger nuestros dedos, y en el día a día nos encontramos con multitud de situaciones en las que necesitamos su “golpe” fino para hacer cosas: desde tocar un instrumento musical hasta abrir la cinta adhesiva. Nadie ha perdido una seria oportunidad de su vida porque tuviera las uñas tan comidas que no las pudiera utilizar, pero sin duda son importantes para mantener la salud de nuestras manos y poder manejar objetos sin esta limitación.
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Causas de onocofagia
Si pasamos por una época de estrés inusual que nos produce ansiedad, y sentimos que necesitamos sacar esta sensación de nerviosismo, es probable que el reflejo de mordernos las uñas aflore y sea temporal, aunque queda en nuestra mano tratar de minimizarlo y acabar con ello, pues siempre queda el peligro de que se convierta en una costumbre alargada en el tiempo.
Sin embargo, a nivel psicológico también se recogen razones que pueden hacer que esta costumbre sea consecuencia de desajustes emocionales de mayor calado, como tener una autoestima muy baja, sentimientos de culpabilidad, o haber sufrido humillaciones o maltrato. También puede ir sujeto a haber padecido un incidente traumático en la infancia, y morder las uñas sería un reflejo de adulto, lo más parecido a una secuela visible de un trauma sin solventar.
Consejos para dejar de morderte las uñas
Es necesario atajar el motivo por el que lo haces, y no únicamente auto-prohibirte morderlas, porque la necesidad inconsciente y acuciante de llevarte las uñas a la boca probablemente está relacionada con otras motivaciones más profundas. Analiza en qué situaciones eres más propensa a morderlas y racionaliza este hábito para comprender cuándo tu mente necesita apoyarse en un acto reflejo que le calme.
Busca otras formas de desestresarte que signifiquen un sustituto similar al acto de morder. Tener los dientes ocupados en algo puede ser tan sencillo como masticar chicle, regaliz o piruletas. Puedes utilizar tiritas para “sellar” las uñas, y acostumbrar a tu mente a no poder recurrir a ellas para llevárselas a la boca. También puedes utilizar una crema de manos e hidratar especialmente la zona de las uñas, para que cuando vayas a chuparla percibas el sabor de la crema y desistas.
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