Así es cómo el desapego puede hacerte más feliz
En ocasiones la felicidad se consigue alcanzando ciertas metas, sin embargo, aferrarnos a conseguirlas puede sumirnos en un estado de ansiedad, si no logramos generar el desapego suficiente de las cuestiones sobre las que no tenemos control.
No podemos evitar desear que nos ocurran cosas buenas: prosperar, conseguir el amor, mejorar nuestra profesión, más dinero, más amistad, más popularidad… Puede que estos objetivos no sean confesables, pero simplemente los deseamos y hacemos todo lo que está en nuestra mano para conseguirlos. Y en este periplo hacia la felicidad, cómo nos vinculamos emocionalmente a nuestras metas hace que se convierta en un viaje tortuoso o que el fracaso final pueda convertirse en una situación difícil de superar.
La felicidad se basa en conseguir el equilibrio entre nuestros deseos y la realidad. Porque la vida es un viaje continuo que nos hace evolucionar y experimentar un cambio en nuestra situación anímica. Por eso, siempre estamos atravesando etapas y, aunque no seamos conscientes, todas las vivencias producen una felicidad cíclica.
Ser feliz siempre es imposible
La felicidad eterna es un oxímoron, es decir, que ambas palabras, “felicidad” y “eterna” son contrarias, contradictorias y opuestas. Porque el propio sentimiento de felicidad implica haber superado una fase de deseo y de búsqueda de realización con de inseguridad, temor y dudas. Solo algo que de verdad hemos echado en falta puede colmarnos de felicidad cuando lo conseguimos.
Antes de alcanzar ese estado de felicidad sembramos nuestro deseo, ponemos los medios para que crezca, y es solo cuando se culmina este proceso cuando conseguimos ese estado de felicidad pleno. Y si no lo conseguimos, podemos caer en cierta frustración. Sin embargo, tanto cuando somos felices como cuando no llegamos a completar esa felicidad, el estado que conseguimos no es perpetuo, sino temporal.
Sin embargo, pese que conseguir la felicidad eterna es imposible, podemos modelar algunas aristas de nuestra búsqueda para que el trayecto hacia la felicidad sea más cómodo, y evitar que los inconvenientes nos supongan frustración que se nos agarre al ánimo y nos haga padecer ansiedad y negatividad continuas.
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Marie Kondo puede tener razón
Aquello que la gurú del orden, Marie Kondo, nos ha enseñado es que no debemos mantener en nuestra vida nada que no nos haga verdaderamente felices. Podemos desprendernos de todo lo superfluo, porque nuestra vida así se moverá con mayor ligereza, sabiendo exactamente que todo con lo que contamos es válido y nos hace verdaderamente felices.
Esta cuestión que Kondo aplica a los objetos y al orden, a todo lo que tenemos en casa, también se puede aplicar a cuestiones intangibles. Vivir con lo justo en casa, llevar poco equipaje y no aferrarnos a nada puede ser la clave de la felicidad.
Desear aquello que nos beneficia es necesario, para luchar por conseguir una mejor posición, pero el desapego nos dicta que no nos aferramos a las circunstancias, que no atemos nuestra felicidad al alcance de nuestras metas, y que no sintamos dependencia ante las decisiones o las personas que nos rodean.
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El listón de tu felicidad tiene espinas
Los efectos colaterales de no alcanzar tus metas pueden provocar un efecto rebote en tu ánimo. Cuando nos frustramos estamos experimentando estrés y desarrollamos un temor al fracaso que puede hacer que no seamos capaces de alcanzar aquella meta en otra ocasión.
Ser libre de estos efectos conlleva mantener un equilibrio saludable entre lo que deseamos y el desapego hacia todo lo que no corre de nuestra cuenta, como ser correspondidos amorosamente, o contar con una amistad, conseguir un trabajo, o disponer de posesiones materiales. Todo esto en ocasiones se vuelve una carrera de obstáculos donde el propio deseo por conseguir nuestro objetivo se convierte en una meta, y llegamos a acumular una serie de anhelos intermedios que pesan en nuestra “mochila emocional” como rocas.
Viajar por la vida con menos equipaje emocional nos permite ser más libres, y que el peso de la frustración no nos atenace cuando el castillo de naipes de nuestros sueños se derrumba. Bajo esta circunstancia, nada perdemos cuando nada tenemos. Y todo lo que llegue a nuestra mano será placentero y podremos celebrarlo con felicidad, pero no nos arrastrará a la tristeza en el caso ser no conseguirlo o de que lo que creíamos que nos hacía feliz resulta que no era tan maravilloso.
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