El suelo pélvico es una zona de nuestro cuerpo a la que deberíamos prestarle más atención. Sobre él reposan la vejiga, el útero y el recto. Tenerlo bien fortalecido no es tan evidente como un vientre plano o unos glúteos ejercitados; sin embargo, a raíz del embarazo y el parto, obesidad o estreñimiento podemos sufrir un debilitamiento en esta zona y a la larga sufrir trastornos negativos como incontinencia urinaria o dolor abdominal.
No todas las actividades físicas mejoran esta zona de tu cuerpo, incluso algunas son negativas y pueden debilitarla o lesionarla. El running, por ejemplo, es un deporte de impacto que influye negativamente en las articulaciones, y que tampoco beneficia al suelo pélvico. De la misma manera, deportes como el tenis y el pádel, que provocan un aumento brusco de la presión sobre esta zona de tu cuerpo, hacen que los músculos que sostienen la vejiga y el útero se debiliten.
Tampoco el ciclismo está recomendado si has dado a luz recientemente, pues necesitarás reforzar esta zona de tu cuerpo y las posturas del ciclismo son contrarias a este fin. Sin embargo, puedes minimizar los efectos perjudiciales del ciclismo sobre tu suelo pélvico si evitas terrenos irregulares y controlas muy bien que las alturas del manillar y del sillín sean las adecuadas.
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La natación, el más completo
Nadar es uno de los deportes más completos que podemos realizar, y que se considera un transformador total de tu cuerpo. Por un lado es, sin duda, una de las disciplinas más relajantes, pues el agua masajea tu cuerpo mientras te ejercitas. Pero, además, mejora tu tono muscular y favorece y mima tu suelo pélvico.
No todos los estilos sacan el mismo provecho a la natación si lo que queremos potenciar es el suelo pélvico. En concreto, si perseguimos este fin, el estilo mariposa es el que más nos ayudará, aunque se considera la modalidad más dura. De hecho, en solo 20 minutos podemos llegar a perder hasta 400 calorías, mientras estamos trabajando los bíceps, tríceps, deltoides, trapecio, pectoral, cuádriceps, dorsal, glúteo, tibial, gemelos, aductor y, por supuesto, el suelo pélvico.
Además de los beneficios sobre estas zonas, la natación lleva al mínimo el riesgo de lesión, y resulta la antítesis de salir a correr, que puede resultar un deporte agresivo con nuestras articulaciones. También favorece la circulación y el drenaje, y así se fortalece el corazón. Aumenta nuestra capacidad pulmonar y, de regalo, favorece el sueño y el descanso.
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Yoga y pilates
Cuando practicamos estas disciplinas realizamos un ejercicio de respiración diafragmática que favorece la reducción de la presión sobre el abdomen, lo que hace que el ejercicio favorezca al suelo pélvico y evite su debilitamiento.
Cuando realizamos pilates o yoga estamos trabajando el equilibrio, la flexibilidad y mejoramos la postura y la respiración. Pero si tenemos problemas específicos de suelo pélvico y constituyen una dolencia o lesión, aunque el yoga puede ser el deporte que necesitamos, es muy importante que realicemos los ejercicios bajo la supervisión de un monitor que controle nuestra postura y pueda corregir cualquier problema para evitar lesiones. Si no es así, el pilates es el ejercicio idóneo para fortalecerlo porque trabaja sobre él de manera constante, equilibrada y controlada.
Sin embargo, si sufres problemas de fortaleza en tu suelo pélvico, lo ideal sería una rutina de ejercicios que integren ambos deportes, tanto natación como yoga o pilates.
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