Nuestro cuerpo es una máquina inteligente pensada para esta en contínuo movimiento. La vida sedentaria de trabajo intelectual y de nula actividad física a la que se nos conduce no tiene nada que ver con las actitudes físicas que nuestro organismo demanda. De esta forma, va en contra de la propia naturaleza que nuestra forma de vida actual no nos exija ningún tipo de esfuerzo físico para desplazarnos, conseguir la comida, protegernos de las amenazas…
El mundo civilizado nos ha aportado ventajas incalculables y, sin embargo, esta inacción física nos sume en un gravísimo problema sobre el que que la OMS (Organización Mundial de la Salud) ya ha puesto el foco, pues el propio sedentarismo ya es una de las principales causa de muerte en en mundo, tan sólo superado por la presión arterial, el tabaquismo y los altos niveles de azúcar en sangre.
Esta es una cuestión muy grave en occidente, donde la actividad física queda completamente abandonada a su suerte y es una decisión personal el querer imprimir actividad a nuestra vida. Porque además de que nuestro cuerpo es una “máquina” que necesita esa actividad para desarrollarse y ejercitarse, no concedemos la suficiente importancia al hecho de que un cuerpo en pleno rendimiento físico también funciona mejor a nivel intelectual.
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Necesitas menos tiempo del que crees
Si no realizas ningún tipo de ejercicio físico, todo lo que implique un comienzo es fantástico. Porque además, una de las bondades del ejercicio es que cuanto más te esfuerzas, más probable es que desees ampliar el tiempo que le dedicas, dado que cada vez te cuesta menos y te sientes mejor.
La OMS establece el mínimo de ejercicio físico de un adulto en 150 minutos de ejercicio aeróbico a la semana, si se trata de una actividad moderada. O de 75 minutos semanales si la actividad es de mayor intensidad.
Un estudio realizado por un grupo multidisciplinar de investigadores en EE.UU, que pertenecían tanto a instituciones relacionadas con la investigación del cáncer, como a centros de investigación epidemiológica o de medicina general, determinaron que cuando no realizamos ningún ejercicio físico, el hecho mismo de introducir una rutina mínima que haga que nuestro cuerpo se habitue de forma leve al ejercicio estamos reduciendo entre un 20% y un 30% nuestro riesgo de mortalidad. Y si convertimos el ejercicio físico en un hábito continuo, cercano a la recomendación de 150 minutos semanales de la OMS, estaríamos minimizando la probabilidad de mortalidad entre un 37% y un 39%.
Otro estudio demostró que cuando aumentamos la intensidad de nuestro ejercicio, reducimos drásticamente la posibilidad de mortalidad. De esta forma, se ha demostrado clínicamente que el propio ejercicio es, más que una medicina, un seguro para nuestra vida, que podemos regular bajo nuestras necesidades y capacidades, y que siempre podremos ir mejorando progresivamente según sintamos que podemos asumir más esfuerzo..
En resumen, todos los estudios determinan que el tiempo óptimo para que el ejercicio físico garantice nuestra salud es dedicar un mínimo de 3 o 4 horas semanales, de las cuales una hora debería ser de una intensidad mayor y las demás pueden mantenerse en intensidad media-baja.
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