Continuamente estamos buscando puntos de referencia que nos ayuden a entender el mundo en el que vivimos. ¿Quién es mejor, quién tiene más atractivo, quien tiene éxito? Todas estas preguntas las ponemos, inevitablemente, en relación con nuestra propia percepción de nosotros mismos. Si alguien de nuestro entorno tiene éxito, es razonable que surja de forma automática en nuestra mente la duda de ¿por qué yo no he alcanzado ese nivel?
Plantearnos dudas sobre nuestra valía en función de lo bien que les va a los demás es una cuestión natural y tiene una explicación muy clara cuando buscamos superarnos. La razón es que solo encontrando ejemplos a seguir podemos alimentar nuestras ganas por ser mejores, y descubrir cuáles han sido las fórmulas y las motivaciones que empujaron a otros a conseguirlo.
Sin embargo, compararte demasiado con los demás puede acabar convirtiéndose en un continuo proceso de fustigación sobre lo que no has conseguido hacer, que no solo se basa en datos y hechos objetivos. A fuerza de comparar tu situación con la de otros puede nacer en ti la idea de que siempre estás en desventaja, de que no has sabido aprovechar las las oportunidades, que tienes menos conocimientos y menos valía, etc…
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Busca otros ángulos
Compararse no es malo de por sí. Pero es muy fácil buscar una comparación obvia con quienes parece que han superado más etapas. ¿Y si nos fijamos en todos los detalles de estas vivencias ajenas y no solo en el resultado? Piensa que si muchas de las personas que crees que tienen más valía que tu hicieran el mismo ejercicio comparativo y se midieran contigo, probablemente pensarían que son ellos los que salen perdiendo.
Porque el resultado de una comparación siempre acaba siendo una mirada subjetiva que delata la vulnerabilidad y las dudas de quien se compara. ¿Y si pudieras vivir sin ello? Piensa en qué ayuda a tu autoestima considerarte y valorarte en relación a una comparación.
Y no pierdas más energía en ello. En ocasiones, hablamos con gente de confianza y, de manera natural, expresamos cómo nos comparamos con determinadas personas y cómo eso nos hace sentir. En conversaciones así lo que normalmente buscamos, aunque sea de manera subconsciente, es que te indiquen que no estás en lo cierto, y que comparativamente no estás tan mal. De nuevo piensa en la pregunta que te formulamos antes ¿Y si pudieras vivir sin ello, sin la necesidad de esa comparación?
Tu vida no es intercambiable con la de ninguna otra persona ni con sus circunstancias. Son infinidad de detalles y hechos, algunos difíciles y otros hermosos, que han configurado tu vida tal y como la vives hoy, y eso la convierte en valiosa y única. Mira a los demás para tomar ejemplos positivos que te motiven, nunca para lo contrario.
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Cambia el enfoque y plantéate otras preguntas
¿Cómo te sientes si te comparas con alguien que claramente ha tenido peor suerte que tú? Puede que no te sea fácil, porque donde estriba el verdadero conflicto es en compararte con quienes crees que están mejor que tú. Pero en el ejercicio de hacerlo a la inversa podrás apreciar fácilmente que todo es relativo, y que aquello que para otra persona podría parecer inalcanzable, tú sabes que en tu caso no significó una proeza, sino un aprendizaje normal o una cuestión conseguida con voluntad y trabajo.
Porque en el mundo real no existen los superhéroes, lo primero a tener en cuenta es que no debes permitir que tu autoestima se vea trastocada por estas comparaciones. Recházalas y entiende que son subjetivas y que tú también podrías alcanzar esos logros si te lo propusieras o tu momento vital fuera otro.
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