Las alergias, intolerancias u otras enfermedades relacionadas con la alimentación son cada vez más comunes en la población. Y no se trata de problemas que se presenten, exclusivamente, durante la infancia. De hecho, son muchas las personas que debutan en la edad adulta. ¿A qué se debe? ¿Estamos haciendo algo mal? La nutricionista y colaboradora de ¡HOLA! Marta Lorenzo nos lo explica.
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Intolerancias en adultos
Son diversos los factores que pueden producir una intolerancia alimenticia. El principal es la genética. Sin embargo, el estilo de vida (estrés o hábitos alimenticios), el medio ambiente o la sobreprotección inmunológica del organismo (exceso de higiene y poco contacto con virus y bacterias) nos hacen más vulnerables a sufrirla.
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En el caso de la intolerancia a la fructosa, podemos añadir que la industria alimentaria está fomentando, en gran medida, su aparición. Esto se debe a una de las prácticas que se está empleando en la manipulación de los alimentos. Es el caso de convertir la glucosa (extraída del almidón de maíz) en fructosa, con el objetivo de conseguir un alimento más dulce. La fructosa es un edulcorante comercial y, por ello, su uso en los alimentos industriales ha aumentado considerablemente. Esto puede repercutir en la aparición de la intolerancia, ya que cuanto más expuesto esté un individuo a este azúcar, más probabilidad tiene de empezar a sufrirla.
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La especialista en nutrición recuerda, sin embargo, que la prevalencia de mala absorción de fructosa en cualquier individuo sano puede oscilar entre un 37 y un 90%, aunque puede variar en función de la persona, la dosis y la concentración de este ingrediente. Es decir, todos tenemos cierta propensión a no absorber correctamente la fructosa, y el hecho de estar más expuestos, debido al aumento considerable de este azúcar en los alimentos procesados, es uno de los motivos más importantes del incremento en el número de personas con intolerancia.
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Cómo reconocer esta intolerancia
Existen varios síntomas que pueden hacernos sospechar que sufrimos una intolerancia alimenticia. Por ejemplo, si aparece hinchazón, gases, diarrea y dolor abdominal durante un tiempo, conviene consultar con un especialista.
Para diagnosticarla, un médico especializado en aparato digestivo propondrá realizar una prueba del aliento. En caso de dar positivo, bastará con realizar algunas modificaciones en la dieta para tratarla. En cualquier caso, habrá personas que tengan intolerancia y apenas lo noten y otras sean incapaces de ingerir cualquier alimento que contengan fructosa.
Dieta para intolerantes a la fructosa
El objetivo nutricional de una dieta libre en fructosa y sorbitol es restringir estos azúcares y mantener un correcto estado nutricional del individuo, algo que puede resultar complicado sobre todo en personas con una intolerancia alta. De ahí que sea imprescindible el asesoramiento de un experto y la supervisión periódica para evitar carencias nutricionales.
La dieta se basa principalmente en eliminar todo alimento industrial y procesado. Además, también se deben evitar estos otros productos:
- Yogur con frutas, helado y batidos comerciales edulcorados.
- Guisantes, lentejas, garbanzos, judías blancas, maíz, verdura de raíz, pepinillos, soja, lombarda y tomate.
- Cereales y panes elaborados con adición de azúcar o miel
- Miel, fructosa, sorbitol.
- Zumos de frutas, licores de frutas, batidos de frutas, bebidas refrescantes de cola, naranja y limón.
- Mermeladas, dulces, chocolate, bollería, galletas…
- Frutas de todo tipo, naturales o en compota. Las que más fructosa contienen son la manzana y la pera, y las que menos las bayas (fresas, frambuesas...)
En caso de no poder ingerir ningún tipo de fruta, es recomendable la suplementación con vitamina C, libre de fructosa. Se deben descartar, no obstante, los productos multivitamínicos porque, por regla general, suelen contener este ingrediente entre sus excipientes.
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