Cada detalle cuenta, pero probablemente más de una vez sientes que no hay nada que puedas hacer para marcar la diferencia y ayudar a la sostenibilidad del planeta. Porque tus pequeños gestos parecen muy poco relevantes, y nada que tú puedas hacer es definitivo o realmente significativo para cambiar el curso del declive medioambiental.
Sin embargo, existe algo llamado “inteligencia colectiva”, y puede que tenga mucho que ver con la importancia de tus esfuerzos por reciclar y consumir de manera responsable. Porque se trata de una coordinación entre todos con un objetivo común que ya realizan algunos animales de forma instintiva, y en la que podría residir el secreto de la sostenibilidad.
Las abejas trabajan sin que nadie les coordine
Tomando como ejemplo las colonias de abejas o de hormigas, los investigadores han tratado de entender cómo la sostenibilidad del planeta podría afianzarse siguiendo pautas de “inteligencia colectiva”. En el caso del ser humano, existe una comunicación global que nos alerta sobre el deterioro del planeta y nos informa de cómo podemos evitarlo. Está en nuestra mano activarnos como “abejas” que colaboran con un fin común, o disolver esa unión.
La inteligencia colectiva es todo aquel proceso que hace que diversos individuos independientes, bien sean animales o personas, colaboren buscando un fin común positivo, y lo hagan de forma que pareciera que ejecutan un plan maestro pactado y que denota inteligencia. Esto ocurre desde un nivel microscópico en bacterias, y puede reproducirse a nivel planetario con la acción del ser humano.
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Este concepto nació con el nombre de “apoyo mutuo” en un tratado de filosofía y sociobiología de Kropotkin, en el que se se observó cómo las comunidades de animales salvajes eran capaces de desarrollar una cooperación en búsqueda del bien común que favorece la perpetuación de la especie. Según este tratado, Kropotkin cree que la sociedad humana no está creada a base de amor y justicia, sino que todos lo que nos ha traído aquí está puesto en marcha para facilitar un equilibrio que haga sobrevivir a nuestra especie.
Por eso, todas las mejoras en la vida del ser humano le ha conducido, no solo a disfrutar más o multiplicarse, sino a vivir más años y hacerlo en mejores condiciones. Ahora, por tanto, ha llegado el momento de recrear esa inteligencia colectiva que nos hacía articular nuestra sociedad para vivir más, y hacer que sea el planeta el que sobreviva.
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Todo lo que aprendemos sobre ecología son nuestras órdenes
Tanto los animales como las bacterias conocen cuáles son las pautas que deben seguir para que se ponga en práctica esa inteligencia colectiva, para ellos son instintos primarios que reaccionan casi como un reflejo.
En el caso del ser humano esto es más complicado, porque precisamente nuestra inteligencia individual nos hace ser muy conscientes de nosotros mismos, pero nos “despega” de las normas instintivas y del bien común.
Es por esto que para que la “inteligencia colectiva” del ser humano surta efecto en relación a la sostenibilidad del planeta, debemos imbuirnos de aquellas pautas que estamos recibiendo de la sociedad y que nos ilustran sobre cómo podemos colaborar a hacer de este planeta un lugar donde la vida prosiga y no se deteriore.
Cuando nos demos cuenta de que todos nuestros actos, pequeños o grandes, tienen un resultado multiplicativo y que, aunque parezca nimio e insignificante reciclar un solo envase, el gesto se convierte en vital cuando es realizado por todos y cada uno de los ciudadanos. Será entonces cuando estemos poniendo en práctica la escucha activa a esa inteligencia colectiva, haciéndola nuestra.
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