¿Podemos tener telepatía y comunicarnos con los demás a través de la mente? ¿Y predecir el futuro? ¿Es verdad que solo utilizamos un 10% de nuestra capacidad cerebral? ¿Y que las experiencias y los aprendizajes hechos durante los tres primeros años de vida son tan determinantes para nuestro futuro? Son muchas las preguntas que nos hacemos sobre nuestro cerebro, y diversos los mitos que se han creado en torno a él. Y es que, según afirma el doctor en neurociencia, Francisco Mora, autor del libro 'Mitos y verdades del cerebro' (ed. Paidos), "los grandes avances en las neurociencias han hecho que hoy se hable más que nunca del cerebro". Sin embargo, tanta información ha dado lugar a los 'neuromitos', "falsedades sobre el cerebro fruto de interpretaciones científicas que, sin intencionalidad consciente, repercuten negativamente en las relaciones humanas", afirma el experto, que es además profesor de Fisiología Humana en la Universidad Complutense de Madrid, y uno de los mayores especialistas en la convergencia de Ciencias y Humanidades.
Esta confusión, alerta el neurofisiólogo, "influye en ámbitos como la educación, la ética y, en general, en la concepción del mundo que nos rodea y de nosotros mismos". Por ello, se ha propuesto, con este manual, recopilar algunos de los más comunes para arrojar más luz sobre la verdad del cerebro.
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Por ejemplo, contestando a la pregunta de si utilizamos solo el 10% de la capacidad intelectual, el especialista señala que "es falso y que aunque solo sea por criterios evolutivos, tal creencia está fuera de cualquier justificación". Y afirma que "el cerebro requiere de su completa integridad". El origen de esta falsa creencia se atribuye a William James, un famoso psicólogo norteamericano, que en una conferencia pública, mencionó que una persona normal, en sus cotidianos quehaceres, no consiguiera a utilizar más del 10% de su potencial. En realidad, lo que quería decir, "es que la mayoría de las personas no emplean todos su recursos mentales por muy diversas causas, entrenamiento o desarrollo de esas capacidades, pero no porque sea solo utilizada una pequeña parte, cantidad o porcentaje de su cerebro". Y de ahí, el malentendido, que fue replicado posteriormente por gurús, emprendedores, docentes, etc., incluso, según se dice, por ilustres como Albert Einstein o Sigmund Freud, aunque no hay ningún documento escrito que lo corrobore.
Otra de las falsas creencias es si hay personas que usan más un lado del cerebro que otro, es decir, el hemisferio derecho o del izquierdo y, por tanto, sus habilidades son distintas. Si bien es cierto que este órgano cuenta con dos hemisferios, "estos están conectados física y funcionalmente a través de una banda de fibras nerviosas que se conoce con el nombre de cuerpo calloso. Ello hace que el cerebro funcione como un todo". Sí es cierto que puede haber alguna predominancia de las funciones atribuidas a uno u otro (el derecho se ha considerado como el cerebro intuitivo, artístico y femenino y el izquierdo como el analítico, racional, masculino y dominante). Pero es falso que las personas nazcan con una parte del cerebro 'aventajada' y erróneo clasificar y educar a los niños según este criterio.
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La importancia de los tres primeros años de vida
Según explica el neurocientífico, el cerebro de un niño, particularmente, en esa primera infancia que transcurre entre el nacimiento y los tres años, "es una vorágine de cambios en el tamaño, peso, estructura, morfología, en las neuronas, las conexiones entre ellas, etc. Y todos estos cambios son debidos a la genética pero, sobre todo, a su interacción con el mundo que le rodea". Y en esta relación, destaca el componente emocional (inconsciente). Más adelante, a partir de los tres o cuatro años, ciertas áreas del cerebro comienzan a grabar las primeras memorias que se podrán evocar conscientemente. Y a partir de los seis o siete, comienza la comprensión de conceptos e ideas. Por tanto, "la creencia de que los primeros tres años de vida en el niño son cruciales para su futuro es un mito", afirma el experto.
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El cerebro no es un ordenador
Se trata de un símil ampliamente utilizado, incluso, en el entorno de la enseñanza. Sin embargo, resulta equivocado, puesto que la única similitud que existe es que ambos reciben entradas de datos y los procesan. Una de las diferencias es que sabemos cómo funciona un ordenador, pero el funcionamiento interno del cerebro se desconoce. Además, "el cerebro, a diferencia del ordenador, es flexible y abierto a la hora de resolver problemas, mientras que el ordenador no lo es", recuerda en su libro.
Tampoco tenemos telepatía ni la capacidad de predecir el futuro
Respecto a otras creencias como si existe la telepatía, el especialista en neurología indica que, gracias a las pruebas de imagen por resonancia magnética que se han realizado, casi definitivamente, se puede afirmar que esta no existe. Solo hay que citar un estudio, señala el experto, realizado con parejas de personas muy afines emocionalmente que, además, y en algunos casos, eran gemelos univitelinos. En este trabajo, se pedía a un 'emisor' que viera una serie de fotografías. Posteriormente, el 'receptor' veía las mismas imágenes más otras desconocidas por el emisor, mientras se registraba su actividad cerebral. Al final de la investigación, se vio que, de las 3.687 respuestas emitidas por el receptor, hubo una coincidencia del 50%, y no se superó lo que sería normal en una respuesta aleatoria (50% de probabilidades de sí o no). Tampoco varió significativamente la actividad cerebral.
Tampoco hay ninguna evidencia científica de que exista la clarividencia ni la precognición, o capacidad de adivinar eventos o sucesos que ocurrirán, y aclara que todos ellos surgen del pensamiento mágico, del miedo y del engaño. "Todas estas creencias se sustentan sobre la necesidad de creer en algo superior y en el hecho de que, frecuentemente, todos tenemos experiencias personales ocasionales que nos parecen extraordinarias y desafían las explicaciones normales", explica el autor del libro 'Mitos del cerebro', en el que amplía estas suposiciones y, además, nos ayuda a distinguir las falsedades de las verdades y comprender mejor el funcionamiento de nuestra mente.