Cuando decides consumir un producto que podría tener un impacto negativo en el medio ambiente puedes pensar que es un detalle sin importancia y que tu compra es un gesto que no daña el planeta. Sin embargo, el problema se multiplica cada vez que lo consumes, y a su vez es multiplicado por todas aquellas personas que optan por la misma decisión que tú.
Aunque cada vez hay más preocupación por el medio ambiente y los productos de consumo han mejorado para adaptarse a un mundo más sostenible, aún queda mucho por hacer. Hay dos condicionantes que hacen que se produzcan y que consumamos productos contaminantes: la falta de tiempo y el abaratamiento de costes.
Objetos que contaminan para ahorrarte tiempo
Para los baristas más experimentados está claro que un buen café es el que se muele en el acto, y luego se infusiona utilizando esa molienda. En resumen, preparar un café delicioso y artesano implica tiempo de manipulación, de los granos, molinillo y cafetera, y luego limpiar los aparatos y volverlos a dejar a punto. Es un tiempo que en nuestro ritmo de vida no tiene espacio, y buscamos soluciones rápidas.
Las cápsulas de café pusieron fin a ese proceso, y se popularizaron como una opción sibarita para disfrutar de un café aromático y en un tiempo récord. Apenas en medio minuto puedes tener tu café preparado y no tienes que manipular el grano ni limpiar la cafetera. Sin embargo, estas cápsulas están fabricadas con aluminio y, al contener materia orgánica (los posos del café), no pueden tirarse directamente a los contenedores de envases.
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Cada año crece el número de usuarios de este tipo de cafeteras. En EE.UU., por ejemplo, son el 29% de la población. Las entidades ecologistas ya definen este auge como un desastre ecológico, pues millones de estas cápsulas acaban en los vertederos sin posibilidad de darles un reciclaje a medida.
Y es que ese, el reciclaje, es el principal problema, ya que para reciclar las cápsulas habría que hacer un contenedor específico, pues hay que separar sus materiales. Por esta razón, el Ayuntamiento de Hamburgo, en Alemania, prohibió el uso de estas cafeteras en todos los edificios del consistorio. En respuesta, Nestlé puso en marcha una campaña de reciclaje, que todavía no se ha popularizado lo suficiente.
Lo que contamina a veces se disfraza de 'experiencia gourmet'
De la misma forma que las cápsulas de café se revisten de márketing para que nos esforcemos en encontrar un sabor equiparable al del café tradicional (molido e infusionado de forma clásica), de forma similar ocurre con las infusiones. Las nuevas bolsitas de malla, con forma piramidal, son más bonitas y dejan ver que en su interior hay fragmentos más grandes y coloridos, por lo que entendemos que estamos disfrutando de una experiencia más sofisticada que introducir un sobrecito de “papel” opaco en el agua hirviendo.
Sin embargo, estas bolsitas no son mejores que las de papel, sino todo lo contrario, su textura sedosa y transparente se consigue sintetizando un nylon con tereftalato de polietileno (PET), que es el tipo de plástico más contaminante por ser utilizado de forma masiva en la fabricación de botellas de agua y refresco.
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Precios bajos, contamiación alta
Los dentistas aconsejan cambiar de cepillo de dientes cada 3 meses. Eso hace que a nivel global este objeto rebose en los vertederos, porque su plástico no es procesable por el sistema de reciclado general, no es un envase, y por tanto necesita un tratamiento específico. Sin embargo, no existen mecanismos para enviar a reciclarlo, pues haría falta un contenedor específico.
Si nos paramos a analizar por qué los cepillos de dientes contaminan descubrimos que es una cuestión puramente económica. Un cepillo biodegradable dispararía su precio, y la percepción que tenemos del cepillo de dientes es de un objeto barato, y costaría mucho cambiar ese hábito de consumo.
Sin embargo, existe una opción respetuosa con el medio ambiente, sostenible y que además mejora la limpieza porque tiene propiedades antibacterianas: se trata de los cepillos de dientes de bambú.
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