¿Se puede tener adicción a la comida?
Hay ciertos alimentos que evitamos porque sabemos que no nos bastará con probarlo porque el paladar nos pedirá más, lo que nos lleva a preguntarnos si existe la adicción a alimentos como el chocolate o las patatas fritas.
Puede que ahora ni siquiera te apetezca una porción de chocolate o una patata frita, pero sabes que si empiezas a comerlo, no podrás parar. Y si tienes más a tu alcance, probablemente comerás más. Y cuando creas que ya es suficiente, aun habiendo excedido la dosis que te habías fijado en un principio, la sensación de necesitar tomar un bocado más probablemente pendule en tu mente y no lograrás olvidarlo en un rato. Tus papilas te pedirán más y tu cerebro también. ¿Esto es una adicción? ¿Hay alimentos que la producen?
Desde un punto de vista clínico, la adicción a una comida no es un cuadro diagnosticable aunque popularmente nos refiramos a la adicción a ciertos alimentos y productos como algo reconocible cuando tenemos la percepción de que nuestro paladar nos pide a gritos otra dosis de chocolate o patatas fritas.
Conviene diferenciar entre la necesidad de comer de forma compulsiva, y la adicción propiamente dicha a un alimento concreto. Comer vorazmente (cualquier cosa) no es una adicción, sino un trastorno de la alimentación como consecuencia de otras circunstancias: ansiedad, depresión o un desequilibrio metabólico. Y comer un alimento (como el chocolate) y no poder parar tampoco se puede definir como adicción.
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¿Qué es una adicción?
Para diferenciar de forma clara lo que es una adicción de lo que no lo es, tengamos en cuenta que la adicción es algo que trastoca tu vida de forma contundente. Es un problema, no una decisión. Estamos envueltos en una adicción cuando esta es capaz de hacernos perder el control de nuestras decisiones, y su poder sobre nosotros aflora de forma persistente pese a que tratemos de neutralizarla.
Una adicción es una patología, por lo que nos hace sentir enfermos, nos afecta en el ánimo y es capaz de producirnos dolor físico cuando tratamos de evitar caer en ella, fruto del estrés que asumimos y la ansiedad que nos produce.
La adicciones generan vergüenza en quien la padece, porque sabe que no las controla y porque produce efectos negativos en su comportamiento y en sus relaciones sociales. Lo cual contrasta claramente con la afirmación que todos hemos podido decir alguna vez de “soy adicto al chocolate”, por ejemplo. Porque cuando un alimento nos gusta mucho, y sentimos que no podemos parar de comerlo, lejos de sentir vergüenza parece incluso que nos regocijamos en compartir este placer y buscamos complicidad.
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Los alimentos que nos producen adicción son ‘snacks’
Casualmente hay muchos eslóganes de productos para picar que hacen alusión a la adicción que producen. Por ejemplo: “Cuando haces pop, ya no hay stop”, o “Intenta comer solo una”. Nadie diría esto de un plato de sopa o de una alcachofa. Porque la supuesta “adicción” de los alimentos se da generalmente en productos ultra-procesados (mini-fuets) o con sabores muy profundos (pepinillos en conserva).
En todos los casos, los alimentos que nos dan la sensación de adición son muy dulces o muy salados, embriagan nuestro paladar, suponen un chute de sal o azúcar, y demandan que el pico de este aporte siga en lo alto. Por lo que a fin de cuentas reacciona con nuestro organismo como una droga.
Según un estudio de la Facultad de Psicología de Princeton, el azúcar ingerido por un grupo de ratones de laboratorio les produjo cambios neurológicos similares a los que producen algunas drogas cuando la adicción a estas son capaces de cambiar nuestro comportamiento. Según los investigadores, estos ratones de laboratorio desarrollaron una adicción al azúcar que, clínicamente, era muy similar al que en cerebros humanos se identificaba como adicción a la cocaína.
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