Según algunos estudios, el ser humano parece abocado a vivir en pareja, a lo largo de la historia es el modelo que más se ha perpetuado y pese a que las diferencias culturales de cada época han podido matizar cómo configuramos nuestra vida, lo cierto es que en Occidente el 90% de las personas se emparejan alguna vez de forma seria antes de cumplir los 50 años, como demuestra este dato de la Asociación Estadounidense de Psicología.
Sin embargo, los ritmos en los enamoramientos no son constantes, porque también es inherente a Occidente que las relaciones de pareja vivan por altibajos. Y tan alto puede haber sido el amor en una pareja, como bajas sus expectativas en los momentos de más desencuentros y más frustración.
Porque el fracaso de la pareja es una de las situaciones más traumáticas, estresantes e inestabilizadoras en la vida de las personas, porque apela a la propia configuración de sus sentimientos más capitales: los cimientos de quiénes somos están íntimamente ligados con cuánto deseamos y respetamos a la persona que duerme todas las noches a nuestro lado.
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La perogrullada que esconde el gran secreto: no discutir
Como el chiste de “Doctor, cuando me toco aquí me duele” y este responde, “Pues no se toque”. Conviene darnos cuenta de que cuanto más discutimos, más sufrimos. Sin embargo, el ser humano es el único animal que es capaz de tropezar eternamente con la misma piedra, y en ocasiones no llega a aprender gran cosa.
Aunque hay parejas que logran hacer de las discusiones una forma de comunicarse, por regla general cuando explota la discusión ya estamos inmersos en una batalla de no retorno, donde nadie puede resultar ganador porque el objetivo debería ser entenderse y lo que de verdad se está haciendo es “defender una postura”.
Los bandos son los grandes ememigos de la comunicación. No hay bandos, hay dos personas, y cuanto más cercanos os sintais y más se retrase el momento de discutir, más esperanza habrá para que la explosión irreversible no se presente. Piensa que “discutir” es igual a generar ruido. Conversar, explicar, apoyar, analizar y comentar son verbos contrarios a discutir.
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No juegues con la separación
Hay líneas rojas que una vez traspasadas hacen imposible volver atrás. Algo muy grave y en muchas ocasiones imperdonable es la infidelidad, pero hay otro acto aparentemente inocuo y casi absurdo que puede producir un efecto contrario al deseado: introducir en la discusión la amenaza de la separación. Una vez que esa idea entra a formar parte del vocabulario de la rutina, es difícil que se vaya, y lo esperable es que vaya a más.
Si de verdad crees que la separación puede ser positiva, adelante. Si quieres plantear esa conversación y poner encima de la mesa que una separación puede ser la mejor opción no lo dudes. Pero si lo que pretendes es alertar a tu pareja para que se dé cuenta de que sus errores o su desidia pueden acabar con la relación y conducir a una separación, pero lo planteas no como una decisión a meditar, sino como una amenaza, debes saber que estás poniendo el pie en arenas movedizas.
Porque si es un “farol” o una medida de presión, puede que funcione la primera vez que se saque a colación, y que tu pareja se retrotraiga y considere su postura por miedo a las consecuencias, pero si la idea de una separación o divorcio ha entrado en el tablero es más que probable que la próxima vez que se mencione no seas tú quien la invite, y su recursividad vaya a más. Como dice el dicho “cuidado con lo que deseas, que podría cumplirse…”
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