Cómo la resiliencia ayuda a encontrar el sentido de la vida
La resiliencia no es una fuerza vital o una cualidad, sino un proceso de aprendizaje continuo, que nos hace adaptar nuestro carácter para superar las situaciones adversas que se nos presenten, saliendo adelante.
En muchas ocasiones, los sucesos traumáticos simplemente dependen de nuestra resistencia o asimilación, y otras veces con duras pruebas vitales que debemos saber sortear con inteligencia, empatía y suerte.
Sin embargo, nadie puede estar preparado por completo para los retos que deberá afrontar en un futuro, pues los cambios y las situaciones de estrés y trauma son piedras en el camino que habrá que sortear casi con los ojos vendados.
Por eso, quienes muestran una resiliencia más extraordinaria son aquellas personas activas, vitales, abiertas a los cambios y que han demostrado optimismo frente a sus metas. Todo esto en suma, no nos hace más fuertes, sino más abiertos a aprender de nuestros errores, de los accidentes del camino, y a buscar con optimismo y decisión cómo salir adelante.
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El sentido de la vida
Al margen de opciones personales, el sentido de la vida es vivirla. Y lo que caracteriza a nuestra existencia es vivir ciclos que nos transportan a la siguiente época. De la tierna infancia a la juventud, de ahí a la adolescencia, después llega la madurez, la maternidad, la edad más adulta, madura y vejez.
Aunque de pequeños consideramos que los adultos lo saben todo, cuando llega el momento de ser adulto o de ejercer la maternidad descubrimos que nos asaltan las dudas y en ocasiones flaqueamos. Todas las etapas de nuestra vida nos sitúan ante retos que superar, y en todas creemos que aquellos que ya las vivieron sabían lo que hacían: que eran plenamente resilientes y que vencieron las dificultades con mayor facilidad que nosotros mismos.
Tú historia es única, pero la realizas a la vez que el resto de la humanidad
Lo que hace a la resiliencia una experiencia que define el sentido de nuestras vidas es que ante los momentos de zozobra, cuando debemos coger el timón de nuestra estabilidad, es cuando estamos definiendo nuestra personalidad. Porque no solamente somos quien queremos ser, sino quien conseguimos modelar por medio de nuestras decisiones y actos.
Superar una pérdida, afrontar un cambio de residencia, una ruptura sentimental o una nueva vida como madre, son situaciones vitales que nos llenan de sensaciones y que demandan nuevos actos por nuestra parte; serán decisiones y enfoques que no habrá dos personas en el mundo que realicen de la misma manera. Así, con cada acto, estamos dando un paso adelante en nuestra resiliencia, aprendiendo, evolucionando y creciendo. Y por lo tanto, entendiendo el sentido de nuestra vida.
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Un pequeño paso para los demás, un gran salto para ti
Cada vez que tu vida es trastocada por un mal acontecimiento, es muy razonable que creamos que es difícil de afrontar y que todo nuestro mundo puede venirse abajo. Ese abatimiento es humano, y es el resorte que coge impulso para pendular hacia el aprendizaje, es decir, para poner en marcha la resiliencia. Como respuesta a la deriva, emergen las ganas de superarla.
Es entonces cuando llega el momento en el que lo superamos, aprendemos, y descubrimos que todo depende del punto de vista desde el que se mire. Todo lo que nos ocurre en el presente tiene una importancia capital, y creemos que puede trastocar por completo nuestro futuro, y con el paso de los años y de las épocas vitales (infancia, juventud, maternidad…) descubrimos que todo aquello que supuso un cambio, y que atajamos con resiliencia, a la larga se convirtió en parte de nuestra vida.
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