Qué dice de ti que necesites la aprobación de los demás
Lo que los demás piensan de nosotros puede ser un regla para medir nuestro comportamiento y a la larga limitar nuestra libertad.
Como seres humanos que somos, necesitamos referencias que nos ayuden a entender lo que está bien y lo que está mal. Es decir, nuestra forma de entender lo que es bueno y malo está asentado en la percepción de que quienes nos rodean aprueban o desaprueban esas decisiones. En muchos aspectos es una cuestión cultural, lo que hoy es aceptado en un lugar y un tiempo determinado, no lo es en otro lugar o en otra época histórica. Por eso, todo lo que hacemos tiene una valoración, positiva o negativa, fruto de cómo nos perciben los demás.
Y es inevitable no tener en cuenta qué pensarán los otros sobre nuestros actos, porque si obramos de manera positiva sentiremos que estamos ganando confianza y nos sentiremos en plena integración, y si vamos a contracorriente probablemente debamos afrontar mayores dificultades sociales para explicar nuestras convicciones y demostrar que a la larga estamos en lo cierto.
Esta manera continua de sentirnos en deuda con lo que pensarán de nosotros, y de obtener la aprobación de los demás, funciona sobre un equilibrio muy frágil que depende casi por completo de nuestra autoestima y que se debate entre dos polos muy opuestos: estar abierto a la crítica empatizando con las motivaciones de los demás, y mantenernos independientes del criterio de los demás, afrontando nuestras decisiones con aplomo.
Ambos extremos tienen problemas en función de lo alta o baja que tengamos la autoestima. Si gozamos de tanta autoestima que nos permitimos desoír a los demás y pasamos por encima de todas las opiniones estaríamos poniendo en peligro la coherencia de nuestro comportamiento, y probablemente a la larga nos arrepintamos de las decisiones que tomamos. Sin embargo, si mantenemos un nivel de autoestima tan bajo que todo aquello que hacemos lo enfocamos por y para ser aprobado por los demás, probablemente estemos funcionando como autómatas sociales, sin personalidad.
En el término medio está el bienestar, pero lo más común es que un nivel de autoestima medio-bajo nos obligue a depender en demasía de la aprobación de los otros, y eso conlleve una serie de efectos secundarios en nuestro bienestar mental. Vamos a repasar algunas de estas consecuencias.
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Ansiedad de no saber si sonará la flauta
Depender de la opinión de los demás para todas nuestras acciones se asemeja a la fábula del burro que por suerte sopló en una flauta y esta sonó con una melodía encantadora. pero al revés. Cuando todo nuestro sistema de valores se mueve alrededor de la opinión de los demás, dejamos de tener criterio propio y jugamos a tientas procurando que lo que hacemos encaje con lo esperado.
Sin embargo, no es fácil acertar. Tan difícil es hacer las cosas con tu propio criterio (libre del qué dirán) cómo acertar con el criterio de los demás. Esto conlleva un aporte extra de ansiedad ¿sonará la flauta si soplo esta vez como creo que los demás esperan de mí?
El problema, además, es que ninguna decisión es igual a otra, ni todas las situaciones son iguales. En consecuencia, cuanto más libre seas para tomar tus propias decisiones, más cartas tendrás para defender por qué elegiste optar por ellas, y a la larga podrás convencer con argumentos más poderosos que la mera aprobación social.
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Menos libertad, la pescadilla que se muerde la cola
Cuanto más decisiones dejamos a la aprobación de los demás, menos libres somos y nuestra parcela de libertad mengua. Porque todas las decisiones que tomamos sobre nuestra vida van entrelazadas, aunque no seamos conscientes. Si quien capitanea tu propia vida eres tú misma, percibirás que hay un rumbo trazado que es completamente distinto al que podrás tener si las decisiones importantes van sujetas del criterio de los demás.
Y si se cede en una serie de cuestiones, vinculándolas al beneplácito de otros, y buscando su aprobación, realmente toda la red de decisiones y de argumentaciones se trastoca, restando poco a poco libertad a nuestra decisión, yendo en contra de nuestras propias necesidades y objetivos, y perdiendo autenticidad en nuestro criterio.
No todo el mundo es igual, todas las opciones son lícitas
Es muy importante tener en cuenta que no existen dos personas iguales y que la forma en la que los humanos avanzamos en nuestra propia vida tiene mucho que ver con la creatividad. Ser imaginativos y aportar soluciones creativas solo se puede llevar a cabo cuando somos libres para innovar y aplicar nuestra forma de ver el mundo a aquellas decisiones que nos toca aplicar.
Dar rienda suelta a tu personalidad y ensalzarla con una autoestima saludable te mostrará que, dado que existen múltiples formas de ver la vida, tus decisiones son válidas y respetables. Después, todo puede resultar exitoso o fallido, porque no hay opciones mágicas que todo lo puedan, pero por lo menos habrás sido consecuente con tus propios deseos y aprenderás a disfrutar de sus éxitos y aprender de tus propios errores.
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