Por qué viajar es bueno para tu cuerpo y mente

Entre todas las decisiones que tomamos al año, viajar es la más placentera y a la vez la más agotadora, porque pone en marcha una situación de estrés positivo que nos pone a prueba y a la vez nos llena de felicidad.

por Cristina Soria

Un estudio realizado por el Transamerica Center determinó que cuando viajamos estamos reduciendo la probabilidad de sufrir un infarto, pese a lo estresante que a veces pueden parecer los propios preparativos del viaje. Esto tiene que ver con los beneficios de sacar a nuestro cuerpo de su zona de confort, pero de forma activa y siempre que exista una predisposición positiva.

Cuando viajamos estamos poniendo en marcha mecanismos físicos y mentales que generalmente no movemos, o que los enfocamos de forma rutinaria. El propio acto de viajar: ir al aeropuerto, caminar por una ciudad desde conocida… son cuestiones que activan el cuerpo, que precisan de energía, y que ponen en funcionamiento los músculos y activan el cerebro.

Otra investigación del la Universidad de Jyväskylän, en Findalia, concluía en que cuando viajamos estamos alargando nuestra vida, porque aunque pasa desapercibido, viajar implica un esfuerzo físico muy alevado, que cambia todas nuestras rutinas y las transforma en un acto social de descubrimiento.

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Estrés cotidiano y estrés vacacional

Lo primero que viene a la cabeza al pensar en viajar es lo maravilloso del destino. Pero luego volvemos a la realidad y descubrimos que para llegar allí hay que hacer maletas, organizar horarios, llegar a la estación/aeropuerto y una vez allí buscar la forma de sacar el máximo provecho al tiempo del viaje.

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Viajar es como tomar una muestra de laboratorio de nuestra vida, mantenerla separada y experimentar con ella. ¿Cómo te tomas el estrés en tu rutina? ¿Vives de la misma manera el estrés en los viajes que en otro tipo de situaciones? Planificar una escapada y disfrutarla de principio a fin, pese a las adversidades, es un ejercicio con el que podemos sacar un doble beneficio a los viajes: disfrutarlos y aprender. El estrés es más controlable durante un viaje, porque es una experiencia de placer que hemos elegido voluntariamente, pero nos sigue poniendo a prueba como, de hecho, lo hace la vida diaria.

La mente también viaja

Nuestra forma de pensar se asienta sobre el lugar en el que vivimos y las experiencias que hemos vivido. A cada solución que aportamos al día a día, hay un reflejo de situaciones anteriores que hemos experimentado, y que tienen que ver con nuestro entorno de confort, familiar o profesional.

Cuando viajamos todo es nuevo, y los referentes se disocian. No es extraño que nos veamos solucionando apuros o problemas durante el viaje aplicando soluciones imaginativas que no habríamos aportado estando en casa. Porque cuando cambiamos el marco en el que nuestro cerebro se siente cómodo, cambiamos también las reglas del juego y podemos hacer crecer nuestra mente al verse excitada por la novedad y despojada del colchón de la rutina.

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Felicidad y autoestima

En muchos aspectos, no es extraño que la baja autoestima se quede en casa. Porque cómo nos sentimos con nosotros mismos tiene mucho que ver con la sensación que tenemos sobre cómo nos ven los demás. Si salimos de un entorno habitual donde tal vez no nos sentimos del todo valorados o donde se han generado dinámicas de baja autoestima, es muy probable que disfrutando de unos días en otro entorno podamos coger aire, desenvolvernos como realmente nos queremos ver a nosotros mismos y regresar a nuestra casa con la posibilidad de poner en marcha otro punto de vista más seguro sobre nosotros mismos.

Además, los viajes son en sí mismos una oportunidad para pulsar las teclas adecuadas de nuestra felicidad, dado que aspiramos a disfrutar de pensamientos positivos. Esto también constituye una dinámica de excepcionalidad que podemos usar a nuestro favor, aprovechando que los viajes son decisiones positivas, en las que aquello que no nos haga feliz no tiene cabida en la maleta, ni en el viaje de ida ni en el de vuelta.

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