La sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente se han colado de lleno en nuestras vidas. Y no podría ser de otro modo. Somos cada día más conscientes de la huella que producimos en el planeta y las devastadoras consecuencias de cuestiones como la contaminación o la mala gestión de los residuos. Preocupaciones que están calando hondo también en el Movimiento Olímpico, y así lo demuestran las últimas candidaturas presentadas. Concretamente, las de Estocolmo y Milán-Cortina d'Ampezzo para los Juegos de Invierno de 2026.
Los suecos han propuesto un programa general basado en la filosofía de "usa lo que tienes y construye lo menos posible" con la que Suecia lleva "años funcionando", según afirma el director ejecutivo de la candidatura, Richard Brisius. Defendió Estocolmo como una ciudad "sorprendente y sostenible (…) lo que necesita ahora mismo el movimiento olímpico" y entre sus apuestas se encuentra la de una villa olímpica de instalaciones ecológicas.
Por su parte, los italianos se han unido en una candidatura conjunta, orquestada en torno a la superficie esquiable más famosa y mayor del mundo. Según palabras de Giuseppe Sala, alcalde de Milán, hasta un 52 % de las instalaciones ya existen o serán temporales y se tomarán medidas para cumplir la meta de cero emisiones, ajustándose a las nuevas normas del Comité Olímpico Internacional en pro del medio ambiente.
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Ambas candidaturas se volverán a ver las caras en enero y, finalmente, el día 24 de junio en Lausana (Suiza), cuando se sabrá cuál es la ganadora. Han sido las únicas propuestas que han encarado la fase final del proceso, tras quedarse atrás ciudades como Sapporo (Japón), Sion (Suiza), Graz (Austria) y Erzurum (Turquía).
Un compromiso desde 1994
Pese a que la 'moda' de lo sostenible es algo relativamente recuente, el COI ya colocaba el foco en esta cuestión a mediados de los años 90. En 1994 creó la Comisión de Deporte y Medio Ambiente y, a partir de entonces, el respeto por el entorno es uno de los aspectos más valorados a la hora de analizar las diferentes propuestas. De esta manera, las ciudades se esfuerzan por ofrecer alternativas cada vez más limpias, como fue la de Londres 2012, que consiguió cerrar sus Juegos con un ahorro energético del 20%.
Atenas 2004 y Río 2016 fueron, en materia de sostenibilidad al menos, dos de las ediciones más negras para el Movimiento. El balance post-juegos ha dejado en evidencia a dos sedes cuyas construcciones acometidas para albergar la competición deportiva han dado lugar a instalaciones en desuso completamente abandonadas.
Barcelona es un gran ejemplo de cómo es posible integrar con éxito las mejoras e infraestructuras derivadas de la celebración de un evento de tal envergadura a la dinámica futura de una ciudad. Un espíritu que el propio COI ha declarado tener interés en recuperar y que teme que vuelva a no producirse con Tokio 2020, un megaproyecto al que se ha rebajado el presupuesto en varias ocasiones.
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La elección de París 2024 y Los Ángeles 2028 es una muestra de la gran preocupación que tiene el Comité por el impacto negativo que unos Juegos Olímpicos pueden tener para el entorno. No en vano, ambas sedes cuentan ya con más del 90% de las instalaciones necesarias para su celebración; dato que premia la sostenibilidad y la contención frente a los futuristas y carísimos proyectos que han imperado durante los últimos duelos de candidaturas.