El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) es un virus que ataca al sistema inmunitario debilitándolo y volviéndolo incapaz de defenderse contra los diversos agentes patógenos que se encuentran en el ambiente. Esto lo expone a sufrir otras infecciones, las llamadas, oportunistas. El Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA), por su parte, es la etapa final y más grave del VIH. Es el momento en el que aparecen los síntomas de las patologías relacionadas con el debilitamiento del sistema inmunológico. Por tanto, VIH y SIDA no son la misma enfermedad, aunque estan relacionadas. De hecho, una persona con VIH, es decir, expuesta al virus, no tiene por qué desarrollar SIDA. Es más, un individuo infectado puede vivir tanto como alguien que no lo está. Esto se debe a los tratamientos antirretrovirales, que impiden que el virus, cuando penetra en el organismo, se replique y se propague por la sangre infectando e invadiendo a otras celulas. Pero no hay que bajar la guardia.
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Avances en VIH y SIDA
Hace más de 20 años, la palabra sida nos daba terror. Su diagnóstico, para muchos, podía ser sinónimo de muerte, tal como le ocurrió al fallecido cantante de Queen, Freddie Mercury, o como se retrató en Philadelphia (1993), película dirigida por Jonathan Demme y protagonizada por Tom Hanks y Denzel Washington. Sin embargo, en estos útimos 30 años, gracias a los avances en investigación y, como decíamos, a la administración de fármacos antirretrovirales, la infección por VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) ha dado un giro de 180º y, en la actualidad, afortunadamente, podemos decir que se trata de una enfermedad crónica. Eso no significa que no debamos perderle el respeto. El VIH sigue tratándose de una infección grave contra la que hay que luchar y, sobre todo, prevenir, algo que está en nuestras manos. Y es que, poner barreras al contagio es la mejor arma de combate que tenemos contra el VIH y el sida (última fase de la infección). Aun así los expertos dan la voz de alarma: se siguen produciendo casos e, incluso, se le ha perdido el miedo. Pero si queremos cumplir el objetivo de contagio 0, propuesto por la Onusida, hay que prevenir más y diagnosticar antes.
Y es que, según el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, en el año 2017 se han notificado un total de 3.381 nuevos diagnósticos de infección por VIH. Esto supone una tasa de 7,2 casos por 100.000 habitantes (a la espera de que se completen las notificaciones por parte de las comunidades autónomas y la cifra pueda aumentar). Se estima que actualmente viven en España entre 140.000 y 170.000 personas con infección por el VIH, de las que casi una de cada cinco (18%) no está diagnosticada.
Según notifica el Ministerio, la mayoría de los casos se produjeron en hombres (84,6%) y la media de edad del diagnóstico fue de 35 años. Un 29,3% de los casos tenía menos de 30 años en el momento del diagnóstico y un 14,8% tenía 50 años o más. El modo de transmisión más frecuente fue el sexual. El 54,3% de los diagnósticos se produjeron en hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y el 28,2% en heterosexuales (15,1% en hombres y 13,1% en mujeres). La transmisión en personas que se inyectan drogas supuso el 3,1% del total de casos.
Para entender el presente y el futuro de esta enfermedad, hablamos con la doctora Ana Mariño, de la junta directiva de GeSIDA, Grupo de Estudio del SIDA de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), sobre los principales avances y retos en sida.
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¿Cuáles han sido los avances más significativos en VIH?
En primer lugar, los tratamientos actuales, que son muy eficaces, muy bien tolerados y muy fáciles de tomar. Los avances en el tratamiento han hecho posible que la esperanza de vida de las personas con infección por el VIH se aproxime a la de la población no infectada, y que aumente su calidad de vida. Iniciar el tratamiento lo antes posible no solo proporciona beneficios individuales a los pacientes, sino que también beneficia a la sociedad ya que las personas con supresión prolongada del VIH no pueden transmitir la infección a otras personas.
En segundo lugar, lo que se denomina profilaxis preexposición (PrEP), es decir, el tratamiento de las personas sin infección por VIH, utilizando una combinación de dos fármacos antirretrovirales, con el objetivo de evitar que las personas con riesgo elevado de exponerse al virus lo contraigan. Los estudios realizados muestran claramente la eficacia de la PrEP, con disminución o ausencia de nuevas infecciones cuando se toma correctamente. En los países donde ya se utiliza de forma amplia se han observado reducciones muy importantes de nuevos casos de infección por VIH.
Finalmente, y no menos importante, el acceso generalizado a los nuevos tratamientos que permiten curar la infección por el virus de la hepatitis C en los pacientes con coinfección por VIH y virus de la hepatitis C.
¿Y los principales escollos?
El primero, diagnosticar la infección por VIH demasiado tarde, cuando el sistema inmune ya está muy deteriorado, condicionando una peor evolución clínica, menor esperanza y calidad de vida y mayor coste asistencial. En la actualidad en España se estima que todavía un 18% de personas infectadas desconoce que lo están, y en la mitad se hace el diagnóstico de forma tardía. Las personas no diagnosticadas pueden transmitir el VIH de manera no intencionada y por esta razón la epidemia se mantiene a pesar de que la mayoría de las personas ya diagnosticadas están adecuadamente tratadas. La detección precoz de la enfermedad es, por tanto, fundamental para el control de la infección por VIH, por lo que es urgente desarrollar estrategias que aumenten el número de diagnósticos y lo hagan de modo más precoz.
Por otra parte, todavía existe una desigualdad de oportunidades en el acceso a los cuidados clínicos y al tratamiento, por lo que es muy necesario superar las barreras administrativas, culturales y lingüísticas que dificultan el acceso a los servicios de diagnóstico y tratamiento, y mejorar la retención en los cuidados sanitarios de las poblaciones especialmente vulnerables. En la respuesta frente al VIH no se puede seguir ignorando a las poblaciones más afectadas y relegadas.
El estigma y las situaciones discriminatorias continúan produciéndose en España, a menudo profundamente entrelazadas con otras formas de discriminación basadas en el género, la orientación sexual, la raza, el consumo de drogas o la condición migratoria. Si no se rectifica, las nuevas infecciones continuarán produciéndose, ya que no somos capaces de llegar a los grupos más vulnerables que sufren de manera más desproporcionada las desigualdades en el acceso a la salud. Además, el estigma, en sus diferentes manifestaciones, y que se traduce en prejuicios y actitudes negativas hacia las personas con infección por VIH, continúa siendo un motivo adicional de sufrimiento y uno de los mayores obstáculos para alcanzar una respuesta adecuada a la epidemia.
Otro aspecto fundamental es conseguir que se autorice el tratamiento como prevención para las personas con alto riesgo de exposición a la infección (PrEP), actualmente aún no disponible en el sistema de salud pública, a pesar de estar autorizada por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).
Finalmente, no hay que olvidar que los avances descritos en el campo del VIH son fruto de la investigación a todos los niveles realizada en los últimos 30 años. Sin embargo, la investigación sobre el VIH en España se ha visto afectada notablemente debido a la desinversión que comenzó en el año 2009. Los efectos negativos de esta política, si no se revierte de forma urgente y decidida, se notarán durante décadas, en las cuales nuestro país se verá relegado a una posición irrelevante y dependiente.
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¿Podemos afirmar que se trata de una enfermedad crónica?
Sin duda. Con el tratamiento antirretroviral actual, que tiene una gran eficacia y tolerabilidad, se ha reducido drásticamente la morbilidad (enfermedades asociadas a una patología) y la mortalidad, y la infección por VIH se ha convertido en una enfermedad crónica. La esperanza de vida de una persona con infección por VIH, diagnosticada a tiempo, y en tratamiento antirretroviral eficaz ya es similar a la de la población no infectada.
La población que vive con la infección está envejeciendo y las personas mayores de 50 años representan ya cerca de la mitad de las personas que viven con VIH en el mundo.
¿Qué pueden decirnos de la vacuna?
Hay que distinguir entre la vacuna preventiva contra el VIH para las personas que no están infectadas, con el fin de prevenir dicha infección en el futuro, y la vacuna terapéutica que se administra a las personas que ya están infectadas con el objetivo de reforzar la respuesta del sistema inmune frente al virus.
Los resultados obtenidos en los ensayos con vacunas, aunque son muy preliminares, han tenido un gran impacto internacional dada su relevancia. Hasta el momento, no se ha aprobado ninguna vacuna contra el VIH pero hay investigaciones en curso, y se sigue trabajando para conseguir aumentar la eficacia y duración de esta estrategia.
¿Cree que podrá reducirse a 0 el número de infecciones en el 2030 tal como se ha comprometido Onusida?
Se necesitaría diagnosticar y atender a todas las personas infectadas, tratarlas a todas y conseguir que todas alcancen el control de la infección manteniendo una carga viral en sangre (cantidad de virus VIH) no detectable.
La combinación estratégica del tratamiento antirretroviral con la profilaxis preexposición (PrEP), podría eliminar casi por completo la transmisión del virus.
¿Han observado que se le ha perdido un poco de miedo al contagio?
Sí. Actualmente disponemos de información suficiente sobre cómo se transmite la infección y, por tanto, cómo evitar el contagio, sin embargo el propio éxito del tratamiento ha propiciado la disminución del miedo a adquirir la infección.
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