Trabajar en una oficina 'contaminada': fatigas, jaquecas y menor productividad
La contaminación ambiental es uno de los factores más olvidados, pero que más afectan al rendimiento en el trabajo. Algunos tóxicos invisibles como las radiaciones emitidas por los aparatos eléctricos pueden perjudicar la salud del trabajador.
El entorno de trabajo puede ser motor de vitalidad o de desánimo. Y es que se ha demostrado en varios estudios que mejorando la calidad del aire interior, se mejora también la salud de los empleados y se incrementa la productividad.
Esto que, a priori puede parecer un hecho de relativa importancia, se entiende mejor al conocer este dato: 2,5 millones de muertes en 2016 fueron atribuidas a la contaminación interior de nuestros hogares y lugares de trabajo; ya que está estrechamente relacionado con un incremento del riesgo cardiovascular y patologías respiratorias. Tanto es así que algunos estudios apuntan que el aire que respiramos dentro de casa puede estar entre 2 y 10 veces más contaminado que el aire de la calle; con lo que ello supone para nuestra salud.
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Carles Surià, Ingeniero y Consultor en biohabitabilidad, explica que “entre los efectos más comunes de la contaminación ambiental que se originan en los espacios de trabajo se encuentran las fatigas, las jaquecas, el estrés y el cansancio; y que dichas consecuencias disminuyen el rendimiento de cada empleado”. Pero, afirma, que es posible aplicar una buena política de prevención de la salud con medidas específicas para que los trabajadores sufran menos este problema, y respiren y absorban dosis de tóxicos y radiaciones inferiores.
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¿Cuáles son los contaminantes más frecuentes en las oficinas?
Tal y como explica el experto, en los espacios interiores se pueden encontrar aditivos tóxicos que incrementan el cansancio en productos que contienen disolventes, plastificantes o ignífugos como moquetas, muebles, barnices o adhesivos. “Desgraciadamente no hay descripción de ingredientes en ellos y la distinción de las diferentes calidades de los productos en cuanto a toxicidad es laboriosa”, afirma Surià. En este aspecto, se recomienda reducir las superficies a encolar y utilizar fibras naturales”.
Al mismo tiempo, los materiales sintéticos y el ruido también contaminan: hay superficies que tienden a cargarse electrostáticamente, habitualmente de materiales sintéticos, que afectan críticamente el aire interior, pues levantan el polvo. En combinación con humedades bajas, la problemática se incrementa y se potencian las alergias en el espacio de trabajo. El ruido, por su parte, afecta al estrés. Bajantes de agua, aparatos electrónicos, maquinaria o, incluso, el ruido de las oficinas de al lado o del piso superior.
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También existen otros contaminantes invisibles, que no solemos tener en cuenta como los campos eléctricos y magnéticos. Se originan en lámparas, ordenadores o cableado eléctrico, entre otros. Muy por debajo de los límites establecidos -de 1.000.000 a 6.000.000 nT-, la ciencia ha encontrado efectos en el sistema hormonal o incrementos en la tasa de enfermedades, incluso cáncer. “Un aumento de la productividad debería ir ligado a campos eléctricos bajos y esto es relativamente fácil de conseguir. El saneamiento requiere actuar especialmente en el entorno más inmediato del trabajador y conducir todos los campos eléctricos hacia una buena toma de tierra”, explica el experto en biohabitabilidad.
Por su parte, la OMS advierte que los campos magnéticos de magnitudes superiores a los 300 o 400nT son potencialmente cancerígenos. Las principales medidas de saneamiento consisten en desconectar o separarse de las principales fuentes.
Otro aspecto que se debería de tener en cuenta son las ondas electromagnéticas que provienen de teléfonos inalámbricos, bluetooth, WiFi…, y que, según el Informe Bioinitiative, crean dificultades de concentración, depresión, falta de energía, fatiga, problemas de sueño… Afectaciones que pueden influir negativamente en el rendimiento laboral. “Así pues, estamos en una disyuntiva, ya que estas ondas ayudan también a que el trabajo sea más fácil. ¿Se puede hoy trabajar sin ondas?”, cuestiona Surià. En este caso, las recomendaciones se dirigen a moderar las radiaciones absorbidas. Por ejemplo, evitar el uso del móvil en zonas de baja cobertura (como ascensores), sustituir los teléfonos inalámbricos DECT por teléfonos inalámbricos ECO DECT o evitar la instalación del router WiFi justo al lado de los trabajadores.
Carles Surià concluye que “cualquier gasto que permita mejorar la salud de los empleados debe verse como una inversión por los beneficios que ésta aporta, no sólo porque ayude a disminuir las bajas médicas, sino porque incrementará la productividad de la empresa”.