Es un hecho que muchas veces compramos en el supermercado productos que aparentan ser queso, pero en realidad no lo son. Y si vamos un poco deprisa a la hora de hacer la compra, es posible que acabemos llevando a casa un producto que no es lo que pensábamos que era. La trampa está en un envoltorio que muchas veces ni siquiera incluye la palabra “queso”, pero sí descripciones que le pertenecen como “para sandwich” o “para gratinar”. Esto ocurre porque se trata de productos que no cumplen la normativa para llamarse queso, pero que llegan al consumidor a través del circuito de productos alimenticios, y para ello no necesitan ser auténtico queso.
No es auténtico queso, aunque lo parezca
Cuando en el empaquetado no aparece la palabra “queso”, no tienes que pensar más: no es queso, es un sucedáneo. Aunque sí aparezcan propiedades que esperamos de un auténtico queso, como que sea “para gratinar”, “especial pizza” o “rallado”.
Puede que entre sus ingredientes sí aparezca la palabra queso, pero lo normal es que solo sean proteínas de origen lácteo acompañadas de altas cantidades de antiapelmazantes, como el almidón y la fécula de patata para evitar la formación de grumos. A esto hay que sumarle grasas vegetales, colorantes, conservantes, etc. Es cierto que por lo general estos productos son más baratos que el queso, pero su calidad es mucho menor.
También hay que fijarse muy bien en si aparece la palabra “queso”, pero se acompaña de algún adjetivo, como es el caso del “queso fundido”. Este tipo de productos, aunque contengan queso (la normativa obliga al 50% mínimo), multiplican de manera desorbitada su contenido en sal, introduciendo sales fundentes como fosfatos y polifosfatos de sodio, para conseguir un resultado más grasiento mientras se abaratan los costes.
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Cómo distinguir un auténtico queso
Para empezar, debe aparecer la palabra “queso”, y después se puede revisar el etiquetado. Según la normativa específica, el auténtico queso incluye en su etiquetado solo estos ingredientes: leche, cuajo, fermentos lácticos y sal. En cuanto a la presentación, puede venir en forma de cuña, en lonchas, rallado o troceado. Lo importante es que sigue siendo queso.
Cuando un queso se elabora mezclando leche de especies diferentes ha de incluir a estas después de la palabra queso, empezando por la especie que aporta la mayor cantidad de leche.
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Si no es queso, ¿es mal producto?
Como hemos dicho, los sucedáneos del queso son productos de menor calidad que el auténtico queso, pero son perfectamente seguros para el consumo. Aunque es cierto que se recomienda consumirlos con moderación por el tipo de ingredientes que los componen y por la excesiva cantidad de sal que contienen.
En cuanto al auténtico queso, si bien es de mucha mayor calidad, tampoco se recomienda excederse en su consumo por su alto contenido en lípidos (grasas saturadas), que favorecen el aumento del nivel de colesterol en sangre y, por lo tanto, pueden favorecer la aparición de enfermedades cardiovasculares. Aún así, no todos los quesos son iguales y algunos, como el queso fresco, tienen un nivel calórico mucho menor que un queso manchego.
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