Evita el efecto rebote si has hecho dieta

Las dietas pueden convertirse en un arma de doble filo, que te hacen recuperar el peso perdido en menos tiempo del que imaginas gracias al efecto rebote.

por Cristina Soria

Las dietas de adelgazamiento, en general, son soluciones a corto plazo que esconden una consecuencia tan molesta, o incluso más, que los kilos que te sobraban. Nos referimos al temido “efecto rebote”, que está ahí para recordarnos que es más fácil perder peso que mantenerlo, y que las restricciones con la comida no son la solución al que seguramente sea el problema de base: la falta de unos buenos hábitos alimenticios que nos ayuden a perder los kilos que nos sobran de manera saludable y definitiva. Por eso, una vez terminada la dieta vuelven a tu vida los dulces, las harinas refinadas, etc., y regresas en poco tiempo al mismo punto de partida.

El efecto rebote es la reacción de un cuerpo sabio

Una dieta implica un periodo de restricción alimenticia que nuestro cuerpo gestiona con sabiduría poniendo en marcha mecanismos que lo protejan. En el momento en que detecta que disminuyen los nutrientes y las calorías empieza a funcionar con el mínimo de recursos. Por eso lo primero de lo que se deshace es del agua, lo que conlleva que lo primero que perdamos siempre en una dieta restrictiva sean líquidos retenidos.

Después, el cuerpo empieza a deshacerse de los nutrientes de los músculos, por lo que empezamos a perder masa muscular. Y si sumamos el agua y la masa muscular que hemos perdido notaremos un descenso en la báscula. Pero sin haber logrado nuestro verdadero objetivo, que seguramente era perder la grasa acumulada.

Leer: ¿Si me hago vegetariana, adelgazaré?

Las consecuencias del efecto rebote en el organismo

El efecto más visible a corto plazo es la rápida recuperación del peso perdido, si es que no viene con algún kilo de más con el que no contábamos. Pero, además, hay otra serie de consecuencias, imperceptibles en un primer momento, que afectan de manera negativa a nuestra salud.

VER GALERÍA

Este tipo de dietas no tienen como objetivo enseñarnos buenos hábitos alimentarios, porque se basan únicamente en la restricción. De modo que cuando terminan lo normal es recuperar unas rutinas dietéticas que nos vuelven a hacer ganar peso en poco tiempo. Además, si la dieta dura demasiado se pueden producir deficiencias a nivel nutricional en vitaminas, minerales o proteínas, algo que puede suponer un riesgo para nuestra salud.

Por otro lado, son dietas que crean unas expectativas que no se pueden cumplir en las personas que deciden seguirlas, ya que la restricción es difícil de sostener y lo normal es abandonar en poco tiempo. Esto produce una sensación de fracaso y culpa, a la que se suma el convencimiento de que nunca conseguiremos perder peso. Además, es muy posible que lleguemos a obsesionarnos con los alimentos prohibidos en la dieta, y lleguemos a tener trastornos de la conducta alimentaria.

Leer: Errores que te impiden comer sano

Cómo puedo evitar el efecto rebote

Si crees que necesitas perder peso y modificar la forma de alimentarte, es necesario que te pongas en manos de un nutricionista o dietista, para que te elabore un plan de comidas en el que no te falte ningún nutriente y que no te haga pasar hambre. Esto último solo consigue causar ansiedad y hacer que te saltes la dieta en cualquier momento. Además, es importante que la pérdida de peso se produzca de manera progresiva, porque no es nada sano hacerlo bruscamente. 

Es fundamental que el proceso implique la adquisición de hábitos alimenticios que seas capaz de mantener de forma indefinida sin que te resulte difícil.  Y no te olvides de incluir el ejercicio físico en tu plan para perder peso. Y ni se te ocurra abandonarlo una vez que hayas conseguido tus objetivos, tanto por tu salud como para no recuperar el peso perdido.

Leer: Incluye estos ingredientes antiestrés en tu lista de la compra