La sensación de felicidad se genera en nuestro interior y no siempre depende de lo que nos pasa o de las situaciones externas. Porque, a fin de cuentas, es un estado anímico que se modifica con cada percepción que tenemos de nosotras mismos y de cómo sentimos que los demás nos tratan o nos perciben.
Si te sientes valorada, porque te valoras a ti misma y los demás te lo confirman, probablemente nazca en ti un sentimiento de autoestima que florecerá en forma de felicidad. Así ocurre con el resto de cuestiones que apoyan esta sensación: si compartes tiempo con personas que te refuerzan y vives situaciones positivas, probablemente este estado “mental” esté al alza.
Vamos a repasar algunos consejos que pueden ayudarte a mantener encendida esa llama, la de la felicidad, y a hacer que nazca en ti un estado de autoestima suficiente para resistir los envites diarios de la rutina. Porque aunque el mundo a veces tiende a mostrarse gris, el color para cambiarlo debe nacer en ti.
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El presente es lo único imprescindible
Cuando anhelamos una felicidad futura estamos pecando de excesiva austeridad. Sé feliz ahora, y alarga ese estado hasta que los logros lleguen. No hay una razón para esperar y para centrar nuestro buen ánimo en una meta concreta, que puede retrasarse o tal vez no llegar. Actúa como si lo más preciado que tienes lo estuvieras disfrutando ahora mismo: el presente, porque, y esto es un secreto, así es. Jamás volverás a vivir este momento, y la historia está llena de aquellos que no lo aprovecharon.
Desde el momento en el que salimos a la calle nos invaden sensaciones muy distintas que comúnmente omitimos, pasan desapercibidas para nosotros, e incluso las evitamos adrede. ¿Has pensado qué pasaría si te detuvieras a vivirlas? Observa tu entorno, radiografía quién es de verdad la persona que tienes delante, qué música se escucha en el metro, qué olor tienen los árboles. Y habla con la gente ofreciendo tu mejor sonrisa, porque es la única que existe en el momento más importante de tu vida: el presente.
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Practica el olvido
Puede que muy a menudo el tema de conversación más fácil sea repasar los defectos de los demás, cosas que nos han hecho, criticar o recordar ofensas del pasado. Olvidar todo lo malo, dejarlo en una “caja de silencio”, y no abrirla para pasar el rato es una práctica que a buen seguro hará más sanos tus pensamientos y alimentará de forma más nutritiva tus conversaciones.
Cuando criticamos o nos zambullimos en malos recuerdos estamos generando un vínculo o reforzándolo con la persona con la que hablamos. Sin embargo, como ocurre con las calorías, estas ideas negativas entran en nuestra mente como un peso del que luego cuesta desprenderse, porque las ideas y los recuerdos que nos disgustan se quedan rondando nuestros pensamientos aunque no pretendamos avivarlos.
Piensa en quién elegirías para vivir en una isla desierta ¿es alguien que se pasa el día recordando lo malo que ha vivido o alguien que intenta alcanzar los cocos para preparar una bebida? Olvida, perdona, digiere y pasa página: disfruta de tus recuerdos, pero de los buenos.
Se humilde, vive con poco y agradece lo que tienes
Si eres capaz de vivir con lo puesto, estarás dando un paso para superar cualquier pérdida. No pongas tu ilusión en bienes materiales, y no te encariñes guardando recuerdos tangibles cuando los más valiosos deben vivir en tu mente. Que lo material no te importe puede conseguir que no asocies diversión con consumo, ni felicidad con posesión.
Ayuda y déjate ayudar, y siempre que otros te dediquen tiempo, paciencia o te enriquezcan de cualquier forma material, busca cómo agradecerlo. Porque aquello bueno que nos da la vida debería de tener un camino de ida y vuelta, y tanto ganas cuando recibes, como cuando vuelves a dar.
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