Así influye el cambio climático en tu forma de vestir

La relación entre el cambio climático y la moda es muy estrecha. Y para comprobarlo, solo tienes que echar un vistazo al interior de tu armario.

Por Cristina Soria

La moda está intentando adaptarse a la locura climatológica consecuencia del cambio climático. Esa es la razón de que se vendan sandalias en invierno y botas cerradas en verano con total normalidad. 

Aunque no se puede prever con exactitud cómo va a evolucionar el clima, en principio las temperaturas aumentarán en muchas regiones del planeta y los cambios entre una estación y otra serán más bruscos. Ya es visible que el verano termina prácticamente a mediados de octubre y que en enero ya no nos resulta tan raro empezar a ver la ropa de primavera. 

Esto ya ha hecho que las grandes empresas hayan cambiado su estrategia. Si hace años las colecciones principales se dividían en Primavera-Verano y Otoño-Invierno, a día de hoy no hay marca reconocida que no ronde las ocho colecciones al año. En realidad se trata de colecciones muy parecidas en las que nos están ofreciendo prendas muy similares durante meses que se van adaptando a los ligeros cambios que se producen en las temperaturas. De hecho, cada vez resulta menos claro hacer el famoso cambio de armario, porque  queremos tener a mano la mayoría de la ropa que hay en nuestro armario.

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No tenemos claro qué debemos comprar

Esta es una consecuencia de que el tiempo se haya vuelto loco. El escaparate de una tienda te está ofreciendo un precioso jersey de cuello vuelto, pero en la calle hay 20ºC y no eres capaz ni de ponerte el abrigo, como para pensar en comprar jerseys de lana. Esto supone un problema para las marcas, que se ven obligadas a proponer rebajas de manera casi permanente para poder darle salida a gran parte de sus existencias. 

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Por eso han empezado a contar con el asesoramiento de meteorólogos y climatólogos que les permitan anticipar un mínimo y prever la posible demanda de consumo. En realidad a ellos no les compensa rebajar constantemente su mercancía. Y ni a los consumidores, ni mucho menos al medio ambiente, nos conviene el consumo constante y compulsivo de ropa que no deja de aparecer como novedad en las tiendas cada dos por tres.

Por nuestra parte deberíamos esperar a sentir la necesidad climatológica y funcional antes de lanzarnos a comprar ropa. Y quizás las marcas deberían escuchar también al clima antes de cambiar escaparates a lo loco. Se beneficiarían tanto nuestros bolsillos como el medio ambiente si bajara el consumo compulsivo de ropa. Y si se beneficia el medio ambiente, el cambio climático sería menos grave y se podría ayudar a detener el aumento incontrolable de las temperaturas.

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Pueden escasear las materias primas

El cambio climático no se reduce solo a un aumento visible de las temperaturas. También hace que aumenten las sequías y las inundaciones, lo que provoca la pérdida de la biodiversidad. Esto afecta de manera directa al cultivo de algodón y también al de otras fibras.

Además, la industria de la moda emplea cantidades ingentes de agua, especialmente para blanquear y teñir prendas. Uno de los ejemplos más recurrentes por cómo afecta al planeta es la elaboración de jeans: según WWF, para un solo par se necesitan 11.000 litros de agua. Por esta razón, marcas como Levi´s lanzaron una línea que consumen hasta un 96% menos de agua que el resto.

En realidad, nuestro consumo de ropa es una de las causas que favorece el cambio climático. Y el cambio climático, por su parte, perjudica a la industria de la moda. Por eso es preciso un consumo (y una producción) consciente y responsable, aunque a veces nos quieran hacer enloquecer con tanta oferta textil a nuestro alrededor.

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