Cómo te relacionas con tu hijo influye en su personalidad

El entorno afectivo en el que crece un niño puede ser determinante para la formación de su personalidad de cara a la vida adulta

Por Cristina Soria

Es innegable la importancia del papel de la madre (y del padre) en el desarrollo de un niño durante los primeros años de vida, y sabemos que es la base de su mundo afectivo. Esto es así hasta el punto de que el vínculo que se crea en esta etapa entre ambos influirá directamente en la conducta y la personalidad del niño, tanto en la adolescencia como en la etapa adulta. Este vínculo comienza en la gestación y se acrecienta en las etapas posteriores, abarcando sus primeros años de vida. 

El amor, sin duda, es la base del mejor cuidado. La experiencia de los profesionales demuestra que para que un niño que crece en un entorno de cariño, aceptación y confianza es capaz de explorar su potencial y sus emociones con total seguridad y libertad. Y esta es la base para un crecimiento encaminado a una etapa adulta feliz y plena. 

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La importancia del apego

Hablamos de apego, y en concreto de apego temprano, para referirnos al vínculo que se crea desde el principio entre una madre y un hijo, y que es constituye la mejor manera de fomentar un desarrollo afectivo sano. Nuestro cerebro reacciona de forma innata ante cualquier malestar que sufren nuestros hijos y busca transmitirle seguridad a través del cariño y la proximidad. Y esto es tremendamente positivo para el niño, porque si cuando busca consuelo se lo ofrecen sus progenitores, crecerá con una base de seguridad en su interior. 

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De manera que un niño que ha crecido en un entorno segurizante, se convertirá en un adulto capaz de de autorregular sus emociones y necesidades, que será capaz de pedir y dar ayuda cuando llegue el momento. Es importante añadir que un niño puede llegar a tener hasta cuatro figuras de apego, pero que siempre hay una que es la principal.

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El apego seguro

Existen diferentes tipos de apego, pero el apego seguro es la mejor forma de asegurar una infancia feliz y sana, y una adultez plena y serena. Este tipo de apego se refleja en el comportamiento del niño, que se esfuerza en estar siempre próximo a su progenitor, y busca de manera repetida el contacto con él, tanto físico como emocional. De hecho, si se separa de la figura de apego, el niño puede mostrar ansiedad. Son niños que han recibido cariño y atención de manera constante durante su primer año y medio de vida. Y gracias a la calidad afectiva que han recibido tendrán más seguridad en ellos mismos y más capacidad para gestionar sus emociones.

Cómo se puede fomentar el apego seguro

Lo más importante es definir una figura de apego. Puede haber más, como hemos dicho antes, pero ha de haber una principal que sea la base de la seguridad del niño. Esta figura de apego ha de sintonizar con los sentimientos y estados mentales del bebé para dar respuesta, en el menor tiempo posible, a sus necesidades. De esta forma se sentirá atendido y reconocido.

Además de la calidad de los momentos de apego, es muy importante también la cantidad. Es importante vivir el máximo posible de tiempo afectivo con el bebé. Este tiempo ayudará a reforzar sus redes neuronales afectivas.

Acepta al niño tal y como es, y ayúdale a poner palabras a sus pensamientos y sentimientos. Y esto quiere decir que verbalices lo que le pasa a él  y no lo que piensas tú. Puede que se sienta cansado, hambriento o confuso, y no sepa cómo expresarlo. Le será de gran ayuda entonces que le preguntes si quiere volver a casa, o si necesita comer o beber.

Todo esto va acompañado, por supuesto, de la necesidad de establecer límites y normas que sean adeacuados para cada etapa. Y para que funciones, es muy importante informar con anticipación al niño de qué puede hacer y qué no (aunque esto no sea una garantía de que lo vaya a cumplir.

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