El apego es una parte esencial de nuestra existencia. Nace como un vínculo entre padres e hijos y, a lo largo de la vida, evoluciona. El desapego total no existe, puesto que nadie puede vivir sin ningún tipo de relación con los demás. Pero, ¿qué es el apego seguro? ¿Por qué los expertos insisten en su importancia para convertirnos en adultos sanos? Te lo explicamos.
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¿Qué es el apego seguro?
"El apego surge evolutivamente como un principio de protección. Un niño necesita a sus padres para poder sobrevivir, pero no ocurre a la inversa. Y sus progenitores también establecen un vínculo con él, pero sin dependencia para la supervivencia", explica el psicólogo Rafael Guerrero, autor del libro Educación emocional y apego (Ed. Timun Mas). A medida que el bebé crece y su cerebro se desarrolla, esa relación de dependencia cambia, ya que el niño, y el adulto, pueden autogestionar sus emociones.
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Características del apego seguro:
- Vinculación emocional. El niño pequeño se debe vincular con sus padres para poder sobrevivir. Estos le darán protección y seguridad.
- Favorece la autonomía. Tan importante es que se le dé un contexto seguro, es decir, que se le atienda, se le mire a los ojos, se le escuche, como que se favorezca que sea autónomo.
"Estas dos propiedades deben darse en su justa medida", recalca el psicólogo. Por ejemplo, si un niño se cae y se hace daño en el parque hay que atenderle, abrazarle, hacer que se sienta protegido. Sin embargo, no podemos impidirle que vuelva al mismo lugar por miedo a que se vuelva a caer, sino que debemos fomentar su autonomía, invitarle a que siga jugando y, si se vuelve a caer, le volveremos a ayudar a levantarse.
Por el contrario, si durante la infancia del niño no le damos ese apego seguro, podemos propiciar que se vuelva una persona insegura en su etapa adulta y en todas las relaciones, tanto las personales, como las laborales. "Si favorecemos en exceso la autonomía y le inculcamos la idea de que si se cae nunca tendrá a nadie a su lado que le ayude a levantarse, o que no debe mostrar debilidad o los sentimientos, provocaremos sufrimiento, indidivuos perfeccionistas, con escasas dotes de autogestión emocional. Un exceso de protección generará el mismo resultado, es decir, individuos infelices", señala Rafael Guerrero.
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Síntomas de un mal apego
Según el especialista, estas son algunas de las señales que pueden alertarte de que no has recibido un apego seguro durante tu infancia:
- Cualquier plan que se sale de lo habitual te genera ansiedad.
- Te cuesta confiar en los demás, incluso en ti.
- Siempre te comparas con los demás.
- Las relaciones sociales suponen un poblema.
- Te ves incapaz de decir no.
- Te sientes vacío y estás buscando constantemente cosas que te llenen, pero sin conseguirlo.
- No te sientes feliz.
- No disfrutas de las cosas, piensas en lo mal que te puede ir todo, sufres.
Si te reconoces en algunos de estos síntomas es importante que reflexiones sobre qué debes hacer para reparar el apego a lo largo de todo el ciclo vital. ¿Cómo? Con trabajo y ayuda profesional:
Sé consciente. Si no somos conscientes del apego o la falta de apego que han desarrollado nuestros padres con nosotros, difícilmente podremos repararlo. Por lo tanto, reconocerlo es el primer paso que debemos dar. Y para ser conscientes, debemos ser sinceros con nosotros mismos.
Pide ayuda. La mala gestión emocional o la falta de apego seguro se incrusta en nuestro interior y crea conductas automatizadas que son difíciles de cambiar. Además es transgeneracional, es decir, que se transmite de padres a hijos. Pero también es ambiental, es decir, el apego no se encuentra condicionado por nuestros genes por lo que se puede modificar. Pero se necesita ayuda. Por tanto, el segundo paso para fomentar el apego seguro es confiar en un buen profesional.
Trabaja las emociones. La comunicación, el reconocimiento y la aceptación de nuestras emociones es esencial para construir un apego seguro. Habla de cómo te sientes y pregunta cómo se sienten los que te rodean.
Muéstrate vulnerable. Es importante dejar de fingir que somos ‘superhéroes’, que podemos con todo y que nada nos afecta. Al contrario, es importante reconocer y mostrar nuestras debilidades y miedos para poder trabajarlos.
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