La felicidad no es un estado sobre el que la psicología haya investigado en profundidad, por considerarla un sentimiento positivo que no precisa ser modificado. Cuando somos felices podríamos decir que nuestra salud mental es plena y, sin embargo existen estudios que discrepan sobre esto. ¿Y si estar feliz fuera anormal? Probablemente lo sea para el común de los mortales.
Richard Bentall, profesor de psicología de la Universidad de Liverpool en Reino Unido realizó una investigación titulada “Propuesta de clasificar la felicidad como un desorden psiquiátrico”, sobre la base de que estadísticamente, sentir felicidad plena es un estado anormal de nuestro ánimo y que, a lo largo del año, probablemente las veces en las que nos sentimos plenamente felices se podrían contar con los dedos de una mano.
Si tomamos como ejemplo el bienestar de nuestro cuerpo, o de nuestra capacidad cognitiva, que podrían ser tomados como “bienestar = lo normal”, ser felices no cumple esa regla. Al menos no estadísticamente, donde los sujetos frutos de varios estudios incluídos en la investigación de Bentall reconocían que lo normal para ellos es sentirse en un término medio de ánimo que rara vez despunta en felicidad.
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¿Un síndrome positivo?
Lo único que hace que la felicidad no sea un síndrome, es que se valora positivamente. Es casi un don que todos deseamos poseer, pero sobre el que no tenemos unas pautas. Porque pese a obtener éxito, salud y sentirnos reconocidos, eso jamás garantiza la felicidad o, por lo menos, no en períodos duraderos.
Pero si lo único que hace que la felicidad no sea una anomalía psicológica, como un síndrome, es que realmente todos deseamos “padecerla”, desde un punto de vista científico no es una característica necesaria para no ver en ella un posible trastorno psiquiátrico.
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Síntomas de felicidad
Cuando somos felices experimentamos una serie de síntomas que en ocasiones se asocian con anomalías cognitivas y que, según el estudio, probablemente reflejan un funcionamiento anormal del sistema nervioso central. Como, por ejemplo, creer que todo irá bien porque tenemos un control suficiente sobre la realidad.
Sentirnos felices suele venir aupado por creer que el azar está de nuestra parte, que somos capaces de capear cuestiones que realmente escapan de los razonamientos, que somos valorados por todos y sin excepción, y que la opinión de aquellos que pudieran querer vernos fracasar no nos importa demasiado. Todo esto nos sume en una actitud frente a la vida desligada de prejuicios y temores, pero nos puede influir para comportarnos de forma temeraria, como ocurriría de hecho si sufrieramos una ensoñación. Por tanto, un alto nivel de felicidad puede nublar nuestra razón, pese a ser plenamente placentera y deseable.
La personas felices, o que experimentan picos de felicidad, tienen problemas para recordar y comprender procesos de su vida en los que han sufrido dificultades o han sido desdichados. Como si la felicidad prolongada ayudara a borrar los recuerdos negativos y la sensación que han producido en nosotros.
Este estudio también destacó que cuando somos felices no somos imparciales al juzgar nuestras experiencias y sensaciones, en comparación con otras personas. Es como si la felicidad convirtiera nuestro estatus en algo obtenido por derecho, y que contrasta de forma radical con otros razonamientos de quienes no sienten nuestra felicidad ni se hayan en nuestra posición.
Por último, el síntoma que mejor descubre la felicidad es que generalmente es un estado de positividad que se presenta en picos. En una vida con un estado intermedio de euforia y positividad, a veces nos levantamos sonrientes o una buena noticia nos convierte en felices. Pero pasadas unas horas, días a lo máximo, esos síntomas desaparecen y tardan mucho en volver a manifestarse.
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