¿Cómo afecta la contaminación ambiental a los alimentos?
La presencia de sustancias tóxicas y metales pesados en el aire o en los mares es un factor de riesgo, según los expertos, en el desarrollo de intolerancias alimentarias e, incluso, ciertas enfermedades.
Además de la contaminación biótica, es decir, por virus y bacterias, que puede prevenirse más fácilmente con ciertas medidas básicas de higiene; existe un tipo de contaminación más preocupante: la contaminación ambiental. Hablamos de metales pesados u otras sustancias tóxicas presentes en el aire y el agua que, en contacto con los alimentos, se van acumulando en nuestro organismo, pudiendo llegar a ser responsables de determinadas intolerancias alimentarias y enfermedades. Según los expertos en salud, los productos petroquímicos, los herbicidas, además de los productos de limpieza y los residuos plásticos, entre otros, aumentan la probabilidad de sufrir reacciones alérgicas en el organismo debido al contacto con los alimentos.
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“Dentro de estas sustancias nocivas podemos destacar algunos metales tóxicos como el mercurio, el aluminio, el cadmio, arsénico, plomo, óxido nítrico o plaguicidas que se utilizan para los cultivos, aunque estos últimos están muy controlados. Generalmente proceden de industrias químicas, del humo de los coches, pinturas, tuberías, u otros materiales que contaminan plantas y cultivos llegando a través de estos a los animales y siendo estas sustancias tóxicas las que se encuentran en los alimentos que después consumimos. Algunas se consideran inocuas, pero otras se están relacionando con algunas enfermedades debido al exceso acumulado en el organismo”, apunta la experta en nutrición y colaboradora de ¡Hola!, Marta Lorenzo.
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¿Cómo evitar la contaminación de los alimentos?
Lógicamente, al estar en el ambiente es difícil conseguir un control total para que estos compuestos no lleguen a alcanzar los alimentos que después comemos. Pero si es cierto, que “podemos optar por una alimentación más natural comprando en mercados de proximidad que nos aseguren su calidad. Lo ideal es obtener, por ejemplo, verduras, hortalizas o frutas cultivadas fuera de núcleos urbanos para que la contaminación procedente del aire o de industrias no llegue a ellos”.
Otra buena solución es incluir en la cesta de la compra productos con sello bio, una etiqueta con la que se distinguen todos los alimentos que no han sido tratados con pesticidas o productos químicos, no son transgénicos y, como no podía ser de otro modo, respetan los ciclos naturales de cultivo.
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“Por otro lado, las verduras, frutas y hortalizas aportan antioxidantes que ayudan a reducir los efectos negativos que se producen al respirar el llamado óxido nítrico, procedente de la contaminación de los coches. Por tanto, una alimentación rica en vegetales y antioxidantes puede ser un gran consejo para contrarrestar los efectos de la contaminación. Lo óptimo es variar al máximo nuestra alimentación para no consumir un mismo compuesto tóxico en grandes cantidades, y así el cuerpo sea capaz de eliminarlo y evitar que se acumule en exceso”, añade la experta.
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9 hábitos para mejorar la higiene alimentaria
Por último, “intenta mantener unas condiciones preventivas de higiene, limpiando bien la comida y controlando las temperaturas en el mantenimiento de los alimentos”. Estos son los consejos que en este sentido ofrece AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición):
- Es fundamental lavar bien las manos con agua caliente y jabón antes de preparar los alimentos (especialmente después de ir al baño o tocar animales domésticos), así como limpiar muy bien los utensilios y superficies que contacten con los alimentos antes y después de usarlos.
- Lavar bien los alimentos que se vayan a consumir crudos (verduras y frutas que se coman con piel). Se puede añadir al agua usada para lavar las verduras tres o cuatro gotas de lejía especial para desinfectar alimentos.
- Para evitar la contaminación cruzada que se produce cuando se propagan microorganismos de un producto alimenticio a otro:
- Colocar en el frigorífico los alimentos frescos separados de los que están ya preparados para ser consumidos.
- No usar los mismos utensilios (platos, tablas de cortar, cubiertos) para alimentos cocinados y crudos.
- Si se usa el microondas para cocinar o calentar alimentos, hay que cubrirlos para impedir que queden zonas frías donde puedan sobrevivir los microorganismos.
- No descongelar los alimentos a temperatura ambiente, se deben descongelar en el frigorífico o en el microondas.
- Cuando se descongele un producto se debe cocinar lo antes posible y nunca se debe volver a congelar un alimento que se haya descongelado previamente.
- No llenar demasiado el frigorífico (para permitir una circulación apropiada del aire frío que mantenga los alimentos en buen estado de conservación) y mantenerlo siempre limpio.