Resfriados, gripe, y otras infecciones de otoño

Con la llegada de esta estación, aumenta el contagio de infecciones de vías altas. El doctor Eduardo Junco te explica cómo distinguirlas y cómo deben tratarse.

por Dr. Eduardo Junco

Los resfriados, la gripe, así como otros procesos infecciosos que afectan al aparato respiratorio empiezan a aparecer en otoño. En invierno, su intensidad es mayor y su propagación adquiere más virulencia. Las razones por las que se produce este aumento de morbilidad (enfermedades que afectan a un número de individuos en un lugar determinado), en esta época del año son diversas, siendo el cambio en la climatología el más llamativo. Aún así, no el más importante. 

La llegada del frío es un factor más que aumenta el riesgo de propagación de estas infecciones. Sin embargo, no es el más trascendente. Para que se produzcan y afecten a la población debe existir el ‘contagio’, así como una contaminación de las vías respiratorias, ya sea por virus o por bacterias. De hecho, si estos microorganismos no se encuentran en el ambiente y no se propagan de unos individuos a otros, es imposible que aparezca la infección.

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Factores que influyen

Estos son los factores que más influyen en la propagación de los patógenos infecciosos en esta época del año: 

Epidemiológicos. Las bacterias y, sobre todo, los virus tienen ciclos de actividad influidos por las temperaturas y por el clima. La disminución de la temperatura ambiental y el aumento de la humedad son situaciones que favorecen la aparición y diseminación de estos microorganismos patógenos.

Climáticos. Otoño es una estación muy cambiante en cuanto a temperatura se refiere. Podemos pasar días primaverales, otros propios de esta estación e, incluso, invernales. Esta irregularidad climatológica actúa de forma negativa sobre el organismo humano y de forma positiva en la diseminación de microorganismos y en el aumento de su virulencia.

Ambientales. Los cambios bruscos de temperatura y humedad, la polución atmosférica ambiental en las grandes ciudades, la puesta en marcha de las calefacciones, son todos ellos factores que actúan negativamente sobre nuestro aparato respiratorio.

Socio-culturales y laborales. El inicio de las guarderías, colegios, institutos y universidades, el uso masivo del transporte público, la vuelta al trabajo a tiempo completo por parte de la mayoría de los trabajadores, entre otras, son situaciones que favorecen cierto grado de concentración y movimientos de población que propician la diseminación.

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Infecciones más frecuentes

Los microorganismos que más frecuentemente dan lugar a infecciones en el aparato respiratorio son los virus y las bacterias, con mayor incidencia de los virus, siendo la proporción  de 9/1  a favor de los virus en la edad infantil y de 7/3 en los adultos. Es decir, de cada diez afectados por una enfermedad respiratoria, siete es de origen vírico y tres bacteriano.

El resfriado común, la gripe, la bronquiolitis, la laringitis, la bronquitis y la neumonía son los procesos que más frecuentemente afectan al aparato respiratorio.

  • Resfriado común. Infección vírica del tracto respiratorio superior (rinofaringe) de presentación aguda, que se caracteriza por congestión nasal, estornudos, tos, cefalea, febrícula y malestar de cuatro a seis días de duración. En ocasiones desciende por el tracto respiratorio, dando lugar a traqueo bronquitis.  Se trata con reposo, líquidos abundantes y medicación sintomática (paracetamol o ibuprofeno).
  • Gripe. Infección respiratoria producida por los virus de la influenza. Es una enfermedad estacional y epidémica, en determinadas circunstancias puede convertirse en una enfermedad grave. Se caracteriza por intensa afectación del estado general, fiebre elevada, dolores articulares y musculares, cefalea intensa, congestión nasal, tos y gran afectación del estado general. Suele durar de siete a diez días. En algunos pacientes predispuestos y no vacunados la gripe se puede complicar con bronquitis o neumonía. Se trata con medicación sintomática, antiálgicos (contra el dolor), antitérmicos y descongestivos. Por ejemplo, paracetamol, ibuprofeno y/o antivirales como el oseltamivir. Asimismo, se recomienda reposo en cama, líquidos abundantes y antibióticos, estos últimos, solo bajo prescripción médica.  Existe tratamiento preventivo a base de vacunas anuales, que deben ser utilizadas en los grupos de riesgo.
  • Bronquiolitis. Se trata de una enfermedad vírica producida por la infección del virus sincitial respiratorio (VRS). Es estacional y epidémica y mucho más frecuente en niños, siendo más grave cuanto más pequeño es el bebé. Se caracteriza por fiebre, rechazo del alimento, tos, fatiga y dificultad respiratoria progresiva y grave. No tiene tratamiento específico y, a veces, es necesario el ingreso hospitalario, debido a la baja saturación de oxígeno (O2), para prevenir la deshidratación y aplicar oxígeno. Su duración varía en función de la edad del paciente y a la gravedad del cuadro. Existe un tratamiento preventivo a base anticuerpos monoclonales que se aplica a los bebés más inmaduros.
  • Laringitis. Infección respiratoria del tracto superior de las vías aéreas producida por los virus de la parainfluencia. En los niños se la reconoce como falso crup debido al ruido que se produce al respirar y que recuerda a la difteria. Se caracteriza por dolor faríngeo, dificultad para tragar, disfonía y afonía, fiebre, tos perruna y leve afectación del estado general. El tratamiento es sintomático (paracetamol, ibuprofeno) humedad ambiental, vahos y reposo oral.
  • Bronquitis. Es una enfermedad infecciosa producida por virus o por bacterias que afecta a la tráquea (traqueobronquitis) y a los bronquios. Se caracteriza por inflamación y edema de la mucosa bronquial con fiebre, tos, expectoración y, en ocasiones, dolor torácico. El diagnostico es clínico y radiológico y en el tratamiento suelen ser necesarios los antibióticos de siete a diez días.
  • Neumonía. Es la enfermedad más grave del aparato respiratorio. Consiste en la infección del parénquima pulmonar, generalmente por bacterias (neumococo). Es más frecuente en ancianos o adultos con baja inmunidad y, en ocasiones, se presenta como complicación de otros procesos pulmonares. Se caracteriza por fiebre elevada, en picos, tos, dolor torácico y, en ocasiones, dolor abdominal, dificultad respiratoria, disnea y grave afectación del estado general. Puede ser necesario el ingreso hospitalario y, si existen complicaciones (por ejemplo, derrame pleural), tratamiento quirúrgico de drenaje. Se trata con antibióticos potentes y puede durar de dos a tres semanas. Existe una vacuna antineumocócica para prevenir este tipo de neumonías.

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¿Cómo podemos prevenir estas enfermedades?

A pesar de que en ocasiones puede ser imposible evitar el contagio, estos consejos pueden ayudar a reducir el riesgo: 

  • Evitar ambientes cargados, hacinados o, potencialmente, contaminados.
  • Hacer ejercicio físico y vida al aire libre.
  • Alimentarse con verduras y frutas frescas.
  • Utilizar mascarilla en determinadas situaciones de riesgo, para evitar el contagio o para no contagiar.
  • Lavarse las manos con frecuencia, con jabones antisépticos y utilizar pañuelos desechables.
  • Vacunarse contra la gripe y contra el neumococo.

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