Los padres, primerizos o no, muchas veces se encuentran perdidos a la hora de afrontar según qué situaciones en la educación de sus hijos. En este sentido, uno de principales los problemas a los que se enfrentan padres y madres a la hora de educar a un niño es el de la sobreprotección y, aunque en caso de duda siempre es recomendable acudir a un especialista, hemos hablado con Cristina Barrau Pérez, psicóloga generalista con consulta en Barcelona, para conocer de primera mano no solo cuáles son las causas de este problema sino también las consecuencias y la mejor manera de evitarlo.
Según la psicóloga, para los padres querer y proteger es algo innato, que sale sin forzarlo ni pensarlo. El problema llega cuando el afán de protección impide que el niño se enfrente a la frustración o las responsabilidades propias para su edad. Cuando no se les deja probar o experimentar cosas propias de la etapa que están viviendo es cuando se considera que está siendo sobreprotegido.
El miedo de los padres, una de las principales razones
Según las palabras de Barrau, la causa principal de la sobreprotección a los menores es "el propio miedo de los padres". La profesional confirma que el temor que los adultos tienen a que sus hijos puedan frustrarse, tener miedo o no ser felices todo el rato lleva a muchos padres a no dejar a los menores vivir lo que se considera que les toca vivir. El miedo de una madre a que su hijo no la considere buena madre puede llevarla a consentir todo lo que el pequeño reclame, pero es importante ser consciente del flaco favor que se le está haciendo con esa actitud. "A lo largo de su vida, el pequeño se va a encontrar en muchas ocasiones cosas en las que hay límites. La vida no es ideal, tiene cosas que nos gustan y cosas que nos enfadan y se trata de ir aprendiendo a asumir eso. El padre debe aceptar que la vida -también la de su hijo- implica frustrarse, enfadarse y tener miedo para poder acompañarle y ayudarle a hacer frente a estos sentimientos, para que, el día de mañana, sepa enfrentarse a ellos solo".
¿Cómo saber si estamos sobreprotegiendo a nuestro hijo y cómo dejar de hacerlo?
Los niños sobreprotegidos son, generalmente, mucho más dependientes de lo que corresponde a la edad que tienen, según comenta la experta, y suelen requerir mucha más ayuda de los adultos ya que no se ven capaces de hacer ciertas cosas por sí mismos. "Acostumbrados a tener y que se les dé todo, los niños que han sido sobreprotegidos creen que los adultos están allí para ellos. No asumen responsabilidades, tienen pocas obligaciones y además no se ven capaz de asumirlas. Creen (porque así se les ha dado a entender, aunque sea de manera involuntaria) que se deben cumplir sus deseos y cuando no es así lo viven mal, ya que no saben gestionar su propia frustración", explica. Si unos padres identifican en esta descripción a sus hijos, lo primero que deben hacer es tomar conciencia de que han de empezar a confiar en él.
Según las palabras de la profesional, "si tú no lo ves capaz, él no se va a sentir capaz. En cambio, si crees que puede empezar a asumir ciertas responsabilidades, él se irá sintiendo cada vez más autónomo. Si se le ofrece ayuda constante se le puede llevar a que no tenga el valor necesario para hacer las cosas, incluso las más sencillas". Además, la especialista remarca la importancia que tiene que los padres distingan si sus temores (el miedo a que el niño sufra, se frustre o, incluso, se caiga) están interfiriendo en la vida del menor. Para evitar caer en la sobreprotección excesiva, estas serían algunas de las pautas que apunta la especialista:
- Ponerle límites. A un niño no se le puede dar la responsabilidad de elegir ni qué come, ni cuándo se va a dormir. Los padres han de ser quienes asuman esa responsabilidad. Los límites de orden y rutina son básicos en la educación de un niño.
- Darle responsabilidades. Cuidando siempre que sean acordes y adecuados para su edad, hay que dar al niño responsabilidades que pueda asumir y que, al hacerlo, le hagan sentir bien.
- Escucharle. No se debe negar la frustración o el enfado a los niños sino enseñarles a aceptar y vivir con él los momentos que le generan sentimientos negativos. Decirle que no lo pase mal no es útil y siempre será mejor escucharle y acompañarle.