Uno de los principales retos de la medicina moderna es aliviar el dolor, ya que se trata de uno de los mayores temores del ser humano. Ya sea un sufrimiento físico o psíquico, los progresos terapéuticos permiten que cada vez más individuos lo alivien. Sin embargo, aún queda mucho trecho que recorrer. Y hay muchas personas sufriendo dolor, algo que afecta a todas las facetas de su día a día. Se calcula que diez millones de españoles sufren dolor de forma constante. La Sociedad Española del Dolor (SED) estima que entre el 40% y el 80% de las consultas médicas están relacionadas con el dolor, siendo la causa más frecuente por la que los pacientes acuden al centro médico.
Hay diversas razones que producen dolor. Normalmente, son respuestas de diversas enfermedades: crónicas, como el cáncer, o las enfermedades del aparato locomotor; agudas, debido a heridas, quemaduras, desgarros musculares, fracturas, esguinces, o un ataque al corazón, así como psicológicas, producido por la ansiedad o la depresión.
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Tipos de dolor
Según explica el doctor Jordi Montero Homs, neurólogo y autor del libro Permiso para quejarse (Ed. Ariel), existen diferentes tipos de dolor:
Agudo: es un mecanismo de defensa de nuestro organismo y que nos permite actuar, es la consecuencia inmediata de la activación del sistema responsable de avisar al cerebro de que hay un daño y, habitualmente desaparece, cuando se cura la lesión que lo originó o se administran los fármacos adecuados.
Crónico: es aquel que persiste en ausencia de la lesión inicial y no responde al tratamiento. Se considera dolor crónico cuando dura más de seis meses.
Neuropático: es el resultado de una lesión o enfermedad del sistema nervioso periférico o central. Este confunde estímulos como la temperatura o el tacto como estímulos dolorosos. Por ejemplo, dolor por el roce de las sábanas produce dolor sobre una zona donde antes ha habido una lesión con neuralgia, por ejemplo, tras un herpes.
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¿Por qué me duele?
Somos conscientes de que algo nos duele gracias a unos receptores del dolor denominados nociceptores que transmiten la información en forma de impulsos eléctricos que llegan hasta el cerebro. Una vez ahí, diversas áreas analizan, valoran, controlan y responden para combatirlo.
Por ello, a pesar de que resulta una de las experiencias más desagradables, es imprescindible para garantizar nuestra supervivencia. Según la SED, este sufrimiento, que a menudo puede mermar nuestra calidad de vida, se trata, principalmente, de una señal de alerta de nuestro organismo que nos avisa de que algo no funciona correctamente. De hecho, el dolor es un fenómeno subjetivo que consiste en una sensación desagradable que indica una lesión real o potencial del cuerpo. Precisamente, al ser subjetivo, tenemos distintos umbrales frente al dolor. Algunas personas, en cambio, no son conscientes de que algo les duele. En estos casos, su vida corre peligro, puesto que pueden autolesionarse o no darse cuenta de que puede haber un daño en su organismo.
En general, la intensidad del dolor varía según el nivel y la gravedad de la enfermedad. Cuando puede aliviarse con analgésicos, que se constituyen como el tratamiento habitual, el dolor tenderá a desaparecer al cabo de unas horas. Sin embargo, existen dolores agudos y anormalmente severos que no remiten cuando intentamos ponerle remedio. En esos casos, es aconsejable acudir al médico para que realice una exploración y prescriba cuál es el proceso más conveniente para atajarlo.
Por otro lado, no hay que olvidar la influencia de las emociones. De hecho, según el doctor Jordi Montero, "estas nos gobiernan, y la razón está a su servicio. Y, por tanto, el origen del dolor es también emocional". Y afirma en su libro que "es necesaria la educación, así como canalizar y expresar las emociones". También es importante quejarse cuando algo duele, sobre todo, si la persona sufre dolor crónico. "Se ha visto que el cerebro de estos individuos sufre unos cambios que hace que experimienten como agudo el dolor crónico. Tienen una especie de memoria del dolor o sensibilización que no responde a medicamentos y que los médicos no llegan a aliviar. Por eso hay que permitir que se quejen, escucharles y conocer cómo 'memorizó' el dolor", señala.
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Técnicas para convivir con el dolor
Entender el dolor es importante, pero también saber cómo tratarlo. Actualmente, disponemos de un arsenal terapéutico farmacológico para hacerle frente: analgésicos, antiinflamatorios, derivados de la morfina, etc. Sin embargo, deben administrarse bajo prescripción médica, sobre todo aquellos que pueden crear adicción, y no conviene abusar de ellos por sus efectos secundarios en el organismo. Además, algunas personas que sufren dolor crónico, también necesitan otras terapias complementarias que les ayude a aliviarlo. Estas son algunas de ellas:
Realidad virtual, alternativa real contra el dolor. Esta tecnología supone “una gran alternativa que permite acceder al centro regulador y de procesamiento fisiopatológico del dolor, la matriz neurológica central del dolor, con la finalidad de contribuir a modular la percepción del mismo", según explicó el doctor Sergio Fuertes, especialista en Medicina Física y Rehabilitación y experto en el tratamiento del dolor, durante unas jornadas organizadas por la SED, en colaboración con Dolor.com y Tuvidasindolor.es, y el patrocinio de Grünenthal, Boston Scientific y Medtronic. Es decir, la terapia por realidad virtual ofrece la posibilidad de entrenar de nuevo al cerebro para que comprenda que movimientos que fueron dolorosos ahora son seguros, modificando la percepción de los estímulos.
Coaching en positivo. Aunque la tecnología puede ayudar en el tratamiento del dolor crónico, mantenerse optimista ante la enfermedad es primordial. Las técnicas para controlar las emociones y los estados de ánimo, en tanto que son los impulsos nerviosos los que activan e intensifican los dolores crónicos, resultan de utilidad. Según Jacobo Parages, autor del libro Lo que aprendí del dolor (Ed. Plataforma Editorial), “se debe adoptar una actitud positiva, siempre pensando en que se puede superar y entender que detrás del dolor existe una posibilidad de crecimiento”.
Entrenamiento. Como el dolor procede del cerebro, su percepción se puede entrenar. En función de cómo afecte a nuestras emociones, la reacción es diferente. Parages señala que estas son decisivas en la valoración del dolor, ya que pueden disminuirlo o amplificarlo. El autor recomienda a los pacientes que escuchen a sus médicos y a su cuerpo, y “conviertan sus limitaciones en pequeñas batallas que hay que ganar día a día, a la vez que recobran la ilusión por alcanzar nuevas metas”.
Ejercicio físico. En cuanto al efecto del ejercicio físico sobre el dolor, existen evidencias de que mejora la función física, la intensidad del dolor y la calidad de vida. “Sin embargo, estos efectos se han mostrado esencialmente en pacientes con enfermedades musculosqueléticas como la artrosis, esencialmente de rodilla y cadera, la lumbalgia y la fibromialgia. En estas condiciones, los beneficios son moderados y solo en algunos estudios sobre artrosis o lumbalgia los efectos son más evidentes, especialmente sobre la intensidad del dolor”, señala la doctora Inmaculada Failde, especializada en Medicina Preventiva y Salud Pública y catedrática de la Universidad de Cádiz.
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Además, en casos de dolor crónico también conviene recurrir a:
Apoyo psicológico. Suele añadirse al farmacológico ya que el dolor produce un efecto psicológico sobre el paciente. Hablar con un profesional en psicología puede ayudar a convivir mejor con el efecto negativo del dolor. La relajación o el biofeedback, un tipo de terapia que controla las reacciones fisiológicas de los pacientes, son dos métodos utilizados por los especialistas en dolor.
Rehabilitación. Los ejercicios y movimientos controlados de las extremidades con dolor suelen ayudar a restaurar la elasticidad de las articulaciones y músculos.
Terapias complementarias. Existen otros tratamientos complementarios como la acupuntura, la osteopatía o la quiropraxia que están dirigidos al alivio del dolor crónico.
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