Otoño es sinónimo de setas. Después de los meses de calor y con la llegada de las primeras lluvias estos hongos empiezan a proliferar en los bosques y montes de toda la península para deleite de muchos aficionados a su recolección. De este modo, el micoturismo se convierte en una excelente actividad de la que disfrutar en estos meses y que contribuye a la revalorización de las zonas rurales más desfavorecidas, así como a un mayor acercamiento a la naturaleza. Por supuesto, también tiene una gran repercusión en la gastronomía, dado que las setas suponen un delicioso manjar muy demandado en estas fechas.
Lee: Los secretos para elegir la mejor fruta de temporada en otoño
No obstante, se trata de un fenómeno en auge que, a pesar de presentar muchas ventajas y atractivos, sin ningún tipo de control puede llegar a provocar auténticos estragos en el medioambiente. Los hongos son imprescindibles para la sostenibilidad de los ecosistemas, de modo que si se retiran todos los ejemplares de manera indiscriminada podemos poner en peligro la supervivencia de los árboles y otras especies que dependen de ellos. Además, también puede representar una amenaza para aquellas zonas más deprimidas al quitarles una importante fuente de ingresos.
De esta forma, existe una serie de recomendaciones que podemos llevar a cabo para poder disfrutar de esta modalidad de turismo de una manera sostenible y responsable.
Recolectar solo aquellas setas que sean comestibles
Se calcula que en torno a unas 200 especies de las más de 3000 que existen en España son comestibles. Algunas de las más conocidas son los níscalos, los boletus edulis o las denominadas trompetillas. Pero antes de aventurarnos a cortarlas, es fundamental conocerlas y saber identificarlas correctamente puesto que, de lo contrario, podríamos estar expuestos a una intoxicación o, en el peor de los casos, la muerte. A pesar de ello, hay que respetar las variedades tóxicas puesto que también ejercen su función en la naturaleza. Lo esencial es que, ante la duda descartemos cortarlas.
Lee: Níscalos, rebozuelos, boletus... ¿quién es quién en el mundo de las setas?
Cortar los ejemplares maduros
Debemos respetar los ejemplares más pequeños para que puedan producir esporas que garanticen la repoblación con el objetivo de que los que vengan a continuación también puedan encontrar setas. Nunca hay que arrancarlas. La forma correcta de recolectarlas es cortando la base con un cuchillo afilado o navaja, procurando no llevarnos tierra ni los micelios (encargados de su regeneración). Después, las colocaremos en una cesta de mimbre (nunca en una bolsa de plástico), puesto que al tener agujeros ayuda a que las esporas de las setas salgan y caigan al suelo, donde pueden llegar a nacer otras.
Conocer bien la zona
Al tratarse de un recurso natural limitado, hay que respetar aquellas áreas y comarcas en las que las setas son su principal ingreso económico. Existen zonas protegidas y reguladas a las que no se puede acceder de forma libre puesto que están reservadas a recolectores locales y empleados de empresas del sector que viven de su comercialización. Incluso, en algunas es necesario conseguir un permiso, estableciendo un peso máximo por persona. Asimismo, se recomienda no recolectar en zonas contaminadas, próximas a zonas industriales o bordes de carreteras, ya que pueden contener metales pesados.
Respetar el terreno
Es importante no pisar las zonas donde hay setas, puesto que la compactación del suelo afecta negativamente a su fructificación dado que no se favorece la ventilación del terreno. Tampoco debemos levantar el mantillo que protege algunas zonas del bosque, puesto que ponemos en peligro el buen funcionamiento del suelo.