La mera visión de tener que vivir en adelante pendientes del nivel de glucosa en sangre, las pruebas médicas y de tener que pinchar insulina, son un reto que pone a prueba nuestro ánimo y que puede hacer tambalear nuestras emociones. Sin embargo, los especialistas coinciden en que hay que dejar fluir cierta etapa de frustración. Inevitablemente no es una noticia positiva, y si nuestras emociones negativas necesitan aflorar, no es beneficioso reprimirlas en exceso.
Pero una vez asimilado este hecho, es vital buscar la restauración de nuestra vida. En este caso asimilar la diabetes significa asumir todo aquello que nos condicionará, y proseguir con nuestras rutinas y hábitos de nuestra vida, siempre que sean compatibles. Cierto tiempo de duelo y frustración es natural, pero debemos ser capaces de valorar ese frágil equilibrio que puede convertir la ansiedad y tristeza del “duelo” en una cuestión crónica.
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Un estudio encuentra una relación directa entre depresión y diabetes
Porque según un estudio de los endocrinos Frank J. Snoek y Marikje A. Bremmer, la depresión afecta al 20% de los diabéticos, a raíz del diagnóstico de la enfermedad y de la imposibilidad de algunos pacientes de asimilar esta nueva condición en sus vidas.
La depresión, a su vez, tiene un impacto muy negativo en la calidad de vida del enfermo y en la efectividad de su tratamiento. Esto no quiere decir que los síntomas de la depresión muevan al diabético a descuidar su tratamiento, sino que, según el estudio, se desarrolla un síndrome que modifica la conducta del paciente, generando un deterioro en su regulación emocional y de sus trastornos cognitivos.
Se han definido así tres perfiles de depresión. El primero surge tras unos niveles pronunciados de estrés y ansiedad, producidos por la diabetes. Esta depresión a su vez contribuye a la desregulación de los ritmos circadianos que influyen en el control de la glucemia, lo que convierte esta depresión en un segundo acicate para la diabetes. Otro nivel consiste en la melancolía, y sería un estado anterior al de ansiedad y estrés, que abona tu ánimo para conducirte a ellas. Y por último, existe un perfil llamado “atípico” que se propicia por llevar un estilo de vida poco saludable, como consecuencia de la apatía.
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Rendirte es el mayor peligro
Cuando se diagnostica la diabetes, se toma contacto con una serie de cuidados que jamás habrías imaginado para ti, y todos ellos caen como una losa sobre tu vida cotidiana. Por un lado es normal sentir “¿Por qué yo?”, y por otro lado se presenta una sensación de cansancio, responsabilidad, inseguridad y saturación emocional. Todo en conjunto es un cóctel peligroso que puede desencadenar en lo que se denomina clínicamente como una Diabetes Burnout, es decir: agotamiento por diabetes.
Los síntomas de este síndrome son la frustración, la autodestrucción, la rebeldía y la fatiga. Todo se inicia porque para mantener los cuidados que precisas hace falta cierta dosis de energía y autocontrol, y cuando cierta apatía se interpone el resultado no es positivo, porque sentimos que nada funciona, y pese a que tratamos de seguir las indicaciones médicas, el control sobre la diabetes no surte efecto.
Esta situación de frustración puede desencadenar una más pronunciada y autodestructiva. Cuando traspasamos las líneas rojas del tratamiento y empezamos a no controlar la alimentación ni a medir el nivel de glucosa en sangre. Cuando el tratamiento queda en segundo plano y dejas de asistir a tus citas con el especialista.
El agotamiento es físico y mental, y se enraiza con tu propia identidad, y puede afectar a la percepción que tienes de ti misma haciéndote plantear ¿soy quien he sido siempre? ¿o ahora soy alguien enfermo que debe consagrarse a la enfermedad?
Esta situación puede significar el comienzo de una rendición, dejar de atender tu salud implica caer en un círculo vicioso muy peligroso: cuanto más triste, menos cuidas de ti, y según tu salud se deteriora menos fuerzas tienes y más malestar sientes. Ante estos síntomas de apatía, tristeza y frustración es muy importante pedir ayuda, llamar la atención a tu círculo cercano y visitar al médico para que encauce tu tratamiento y te ayude a mantener el autocontrol.
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