Nuestro actual ritmo de vida va acompañado de cierta prisa y de un nivel de estrés que dificulta encontrar el tiempo y el espacio adecuados para disfrutar del momento de la comida. De hecho, es muy habitual que comamos cualquier cosa, de manera rápida, sin disfrutar ni de la comida, ni de la compañía de los demás.
Según un estudio realizado por la Oxford Economics y el National Centre for Social Research comer acompañado genera felicidad. Realizaron un estudio que obtuvo como resultado que las personas que comen acompañadas son más felices que el resto. Compartir las hora de la comida con otras personas, según los investigadores, hace que te sientas más satisfecha con tu vida además de experimentar felicidad.
También señalaban que esta costumbre te ayuda a sentirte mejor contigo misma y a ampliar tus redes de apoyo social y emocional, que se hacen más sólidas al compartir este momento del día.
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Comer en compañía puede equivaler a un abrazo
Según Robin Dunbar, uno de los profesores de psicología que participó en el estudio, compartir el momento de la comida es un hábito regular y social que supone un momento en el que se produce la unión y la comunión entre las personas. Según él, alrededor de la mesa tienen lugar momentos que favorecen la activación del sistema de endorfinas, unos opioides que produce el cerebro y que elevan el estado de ánimo. Las endorfinas se activan cada vez que tenemos relaciones sociales satisfactorias que implican contacto físico tales como las caricias, los abrazos, e incluso las palmaditas amistosas en la espalda.
Vivimos en una época en las que la tensión y el individualismo predomina. Por eso, encontrar el momento de compartir experiencias en comunidad, como es la hora de la comida, es una de las mejores cosas que podemos hacer por nosotros, por nuestra salud, y por el conjunto de personas con las que llegamos a compartir ese tiempo.
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Un espacio para la interacción social
El estudio revela que, aunque la mayoría de encuestados consideraba el momento de la comida una forma excelente de acercar a las personas entre sí, lo cierto es que muchos de ellos no habían comido nunca con un vecino o hacía meses que no compartían la mesa con sus progenitores.
Cuando comemos con otras personas se generan infinidad de conversaciones que pueden abarcar múltiples aspectos de la vida. El ambiente que se genera alrededor de una mesa nos invita a participar de ese momento de manera relajada y nos anima a hablar de asuntos que no surgen en otros momentos del día. Podemos hablar, escuchar, reforzar nuestras ideas y descubrir nuevas opiniones que nos sorprender y aportan cosas. A veces se toman decisiones y otras se inician conversaciones distendidas que nos sirven para relajarnos y hacer una pausa que reduzca el estrés que podemos llegar a acumular durante el día.
Así que por tu bien y por el de los que te rodean, busca compartir la hora de la comida con tus compañeros de trabajo, con tus amigos y, cómo no, con tu familia. De hecho, todos los expertos advierten de la importancia que tiene en el desarrollo de los niños compartir con la familia el momento de la comida. Este acto social es importante desde nuestra infancia y es importante cultivarlo desde nuestro propio hogar.
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