En otros países como Suecia o Estados Unidos, la ropa vintage se consume con total naturalidad desde hace décadas. Por suerte, aquí ya está de moda, y su consumo no para de crecer. La razón es que el vintage tiene algo adictivo, que nos hace sentirnos únicos con la adquisición de cada nueva prenda. Pero además, y esto es lo más importante, se trata de un consumo de moda sostenible con el que ayudamos a cuidar y preservar nuestro planeta.
Vintage no es Segunda Mano
Es muy habitual pensar que son lo mismo, pero existen diferencias entre una ropa y otra. Un prenda que se considere vintage ha de tener un mínimo de diez años, aunque otros hablan de ropa que va desde los años 20 a los 80. Esto excluye a diseñadores como Versace o Gucci, que se consideran vintage a los pocos años de fabricarse. Se valora la calidad del tejido y que sean de una marca de prestigio o de un diseñador reconocido.
La ropa de segunda mano, en cambio, es cualquier prenda a la que se le dé una segunda vida. Ahora nos parece cool comprar en una tienda de segunda mano, pero esta ropa fue (y es) uno de los pilares fuertes de cualquier economía familiar en la que las prendas se heredan entre hermanos, primos, etc. Por fortuna esto se sigue haciendo en la gran mayoría de la mayoría de las casas.
En lo que sí coinciden la ropa vintae y la de segunda mano es en que su consumo beneficia al medio ambiente.
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Respeta el planeta y gana en estilo
La ropa vintage nos permite vestir con estilo, con prendas de calidad, a buen precio y cuidando el planeta. ¿Se puede pedir más? De hecho, el término “vintage” comenzó a utilizarse para referirse a vinos de gran calidad, antiguos y exclusivos.
Lo vintage está de moda, y esa moda es sostenible y está llena de personalidad. Por eso muchas actrices de Hollywood no dudan en lucir un vestido vintage sobre la alfombra roja, como hizo Penélope Cruz con un Pierre Balmain de 60 años de antigüedad la noche que ganó el Oscar. Y más recientemente, Sarah Jessica Parker presentaba el lanzamiento de HBO en España con un vestido vintage que había adquirido ese mismo día en una de las mejores tiendas especializadas de la capital.
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Cada nueva prenda afecta al medio ambiente
La fabricación de ropa para el consumo masivo pasa factura al planeta de muchas maneras. La más evidente es el excesivo consumo de agua, ya que cada nueva camiseta necesita 2.500 litros de agua para fabricarse, y unos vaqueros unos 10.000; por otro lado está el uso del carbono para el combustible que se necesita para transportar la ropa por todo el mundo; en tercer lugar está la emisión de sustancias tóxicas para el medio ambiente por parte de las empresas textiles (al menos un 5% lo son); y el daño que sufre la tierra sobre la que se vierten sustancias tóxicas que se generan en el proceso de fabricación.
Cumple con las 3 R: Reducción, Reutilización y Reciclaje
La ropa vintage reduce la cantidad de materia prima que se utiliza en la industria de moda, y también la huella de carbono (gases de efecto invernadero) que supone que la ropa se comercialice y distribuya. Y también reutiliza y recicla al darle una segunda oportunidad a prendas de calidad que se conservan en buen estado y que se supone que han pasado de moda. Se trata, sin duda, de un consumo consciente, diferente y menos derrochador.
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