La autoestima no es un factor hereditario. Si bien podemos estar condicionados por naturaleza a tener un positivo o negativo concepto de nosotros mismos, la autoestima es algo que se genera en las edades tempranas y que influirá en el resto de nuestras vidas. El entorno familiar se convierte así en el primer gran escenario en el que actuar; a través del cariño, el refuerzo positivo o el reconocimiento de los logros los niños van formando su autoestima. Por otro lado, la escuela -donde además de educación se establecen habilidades para relacionarse- es otro pilar importante en este sentido.
Cuando se tiene una autoestima baja, las reacciones habituales son apatía, desinterés e incluso violencia o comportamientos negativos (que buscan el castigo pues así se tiene atención por parte de los padres). Los problemas en el colegio, la incapacidad de relacionarse de una manera saludable, un mal concepto de uno mismo… todos estos efectos visibles durante la infancia y la adolescencia podrían desencadenar en adultos depresivos e incapaces de enfrentarse a las embestidas y los retos que la vida le pondrá delante. Para ayudarles, aquí proponemos algunos juegos que sirven para fomentar la autoestima desde edades tempranas:
La silla de los mensajes bonitos
Todos los participantes del juego deberán pasar por la silla. En cada turno, el resto se va colocando, de uno en uno, frente a la persona sentada, a la que deben decir una cosa que les guste de él o ella, algo que les haga sentir bien cuando está a su lado, una habilidad… Un mensaje por vuelta y persona y tantas vueltas como el grupo decida. No todo el mundo está preparado emocionalmente para recibir mensajes bonitos pero esta práctica no solo romperá esa resistencia, sino que favorece la mejora del autoconcepto.
Expresión con mímica
Este juego servirá para trabajar la inteligencia emocional, así como la expresión no verbal, además de ayudar a desarrollar la autoestima. Se trata de que cada participante anote en un papel algunas de sus cualidades o habilidades destacadas y aquellas cosas que les gustaría mejorar. A través de la mímica, el resto del equipo debe adivinar de qué se trata. Después, es positivo abrir un espacio de debate donde se plantee qué se puede hacer para asumir esos retos de mejora.
Los miedos anónimos
Una dinámica en la que los participantes deben sentarse en círculo. Cada uno escribirá en un papel un miedo que no hayan contado, algo íntimo que no les guste, un problema, un pensamiento negativo… Con el fin de que sea anónimo se puede escribir con la otra mano. Una vez listos los mensajes, se doblan igual y se reparten al azar entre el grupo. Entonces, cada persona va abriendo por turnos el papel que le haya tocado y leyendo en voz alta su contenido. A partir de ahí, se genera un grupo de debate moderado en el que otros miembros del equipo comparten si también tienen ese miedo o sienten lo mismo y se proponen soluciones.