5 claves para entender una relación inesperada: celiaquía e intolerancia a la lactosa
Parecen completamente diferentes, pero están tan relacionadas que, si sufres alguna de estas dos patologías, te interesará conocer esta información y tenerla en cuenta a la hora de cuidar tu alimentación.
No deja de sorprendernos que cada año, el número de celíacos en nuestro país aumenta en torno a un 15%, según la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE). Si a esto le añadimos que entre un 30% y un 50% de los españoles padecen intolerancia a la lactosa, según la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), podemos decir que estamos ante las dos patologías alimentarias más comunes de la sociedad.
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Los medios de comunicación, los dietistas-nutricionistas, médicos e incluso las propias marcas de alimentos, nos recuerdan la importancia de tener bajo control aquellos ingredientes que pueden suponer un riesgo para personas que padecen este tipo de patologías. Por este motivo, cada vez hay más consumidores que a la hora de hacer la compra dedica más tiempo a la revisión del etiquetado de los alimentos. Hasta el momento, el gluten y la lactosa eran concebidos como dos patologías diferentes pero ¿qué hay en común entre ellas? Ricard Carreras, dietista-nutricionista de Smartfooding, tienda online de nutrición especializada, nos da 5 claves para entender la estrecha relación que existe entre celiaquía e intolerancia a la lactosa:
1. Objetivo: la lactasa. Cuando una persona celíaca ingiere un alimento con gluten se produce una inflamación que afecta la mucosa intestinal, dañando las células que recubren el intestino. Unas células que cumplen con el propósito de digerir y/o absorber los nutrientes, y entre las que se encuentra la enzima lactasa, encargada de romper la lactosa para poder absorberla y que pueda ser digerida correctamente. En el caso de las personas celíacas, cuando se produce esta inflamación, la lactosa no se puede digerir correctamente, lo que conlleva molestias como diarreas, dolor abdominal o hinchazón de barriga.
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2. Plan de acción: alimentación “sin” gluten. Cuando las personas acaban de ser diagnosticadas suelen tener las células del intestino dañadas por lo que probable que tengan este tipo de intolerancias. Es por este motivo que es fundamental llevar una alimentación sin gluten y prestar mucha atención al etiquetado de los alimentos. La normativa europea exige que los alimentos que contienen lactosa entre sus ingredientes lo especifiquen en su etiquetado, por lo que es sencillo reconocerlos.
3. La alternativa a la lactosa: productos ricos en calcio. Del mismo modo que eliminamos el gluten, sólo para aquellas personas con celiaquía, podemos buscar una alternativa a la lactosa. El calcio sigue siendo un nutriente esencial en nuestro organismo, pero lo podemos encontrar en otros alimentos como por ejemplo: las sardinas, el salmón en conserva, los camarones o el brócoli. Además, a día de hoy existen una gran cantidad de productos sin lactosa que sustituyen a los tradicionales.
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4. Una situación transitoria. Esta situación puede ser temporal. Una vez el intestino se haya regenerado, gracias a un cambio de hábitos alimentarios con una dieta sin gluten, se puede volver a los niveles naturales de producción de lactasa y en consecuencia, una disminución de la intolerancia a la lactosa que se presentaba en un inicio.
5. ¡No te equivoques! Como hemos comentado, si eres celíaco y tienes dañadas las células que recubren el intestino, es posible que no toleres la lactosa durante un período de tiempo. Sin embargo, si eres intolerante a la lactosa debido al déficit de la enzima lactasa por causa genética, eso no quiere decir que vayas a tener intolerancia al gluten, ya que no hay relación directa alguna.
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