Cada cierto tiempo nos vemos en la situación de corregir algunos hábitos alimenticios que se nos han ido de las manos. En verano sentimos que los esfuerzos acabaron con la operación bikini, y el permanente estado de “provisionalidad” de las vacaciones ponen muy difícil seguir a rajatabla una alimentación saludable. Lo mismo ocurre en otras épocas del año, como la post-Navidad o la post-Semana Santa.
Para comer bien, recurrimos al carro de la compra. Es decir, buscamos en los alimentos que compramos la opción más saludable de los que consumimos habitualmente. Por eso llevamos a casa productos bajos en azúcares y grasas, buscando la versión más healthy.
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No todo lo 'light' es saludable
Cuando un producto se define a sí mismo como light o con 0% de azúcares o grasas, está sirviendo a un doble propósito. Nos informa de sus valores nutricionales (aunque no siempre es real), y a la vez nos hace sentir que hemos consumido bien y que estamos pagando algo más de dinero por un producto que no nos acarreará un placer culpable. Es decir, solo por su nombre y etiquetado, descarga nuestra responsabilidad de consumirlo.
Es justo en ese momento cuando podemos vernos tentadas a darnos otras licencias con productos que no son light, pero que pueden tener su cabida dado que estamos haciendo ese esfuerzo por otro lado. Y sin embargo, no es oro todo lo que reluce: tras esa capa de publicidad y diseño de los productos light, no siempre se esconden alimentos sanos. La única norma que deben cumplir de cara a Sanidad, para poderse denominar “light” es contener un 30% menos de calorías que la otra versión del producto. Eso no convierte a este tipo de alimentos en una alternativa real para cambiar de hábitos.
Además, muchos de estos productos deben compensar sus ingredientes para mantener el mismo sabor y sus texturas. Así que lo que restan de grasa, lo compensan con azúcares o con otros elementos que tampoco resultan beneficiosos para nuestra dieta.
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Cuidado con las leches vegetales
El mismo márketing que nos puede hacer elegir falsamente un producto saludable también puede hacernos tomar una decisión equivocada cuando buscamos una leche vegetal. Ya desde su propia denominación nos está influyendo para pensar lo que no es: que es una leche. Sin embargo, son bebidas de color blanco que no guardan ningún valor nutricional en común con la leche de vaca.
En muchos casos se anuncian como leche de almendras, de soja o avellanas, cuando la concentración de estos frutos secos y legumbre es muy baja, y lo que más contiene es agua. Por ello, para rellenar su sabor y darle más entidad, se les aportan sabores artificiales que se basan en azúcares. Para elegir una bebida vegetal que no nos dé gato por liebre es necesario leer con atención su lista de ingredientes. El primero es siempre el que en mayor proporción encontraremos, y así sucesivamente hasta el que se encuentra en menor medida.
Las dietas 'detox', innecesarias y peligrosas
El secreto para comer saludable y llegar a nuestro peso ideal es sencillo: una buena alimentación que podamos mantener en el tiempo y ejercicio. Las dietas detox prometen desintoxicarte de tus excesos, pero se basan en un proceso de choque que hace bajar tu peso rápidamente. Y como no puedes extender en el tiempo este tipo de alimentación, el efecto rebote que tendrás a continuación podrá situarte por encima de como estabas antes de iniciar la dieta.
El propio término “detox” no tiene sentido desde el punto de vista de que nuestro organismo está diseñado para desintoxicarse de todo aquello que puede ser perjudicial para él. Y en el supuesto de que solo pudiéramos realizar una dieta desintoxicante (si la desintoxicación existe) estaríamos supliendo innecesariamente las funciones de limpieza y defensa de nuestro estómago y riñones. Cuando, además, en nada tiene esto que ver con perder peso.
Los buenos hábitos implican mantener una alimentación sostenible, leyendo la letra pequeña de los alimentos y no dejándonos engañar por los placebos, el márketing o las promesas de pérdidas rápida de peso, que solo nos darán un efecto rebote y un razonable sentimiento de frustración.
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