Durante las últimas dos décadas nos hemos acostumbrado a poder disponer de casi cualquier fruta o verdura que necesitemos o que nos apetezca en cualquier momento del año, porque se guardan en grandes naves frigoríficas y sin oxígeno, para evitar su envejecimiento, y las rutas comerciales abastecen el mercado local de vegetales llegados del otro lado del mundo, donde se vive otra estación.
Sin embargo, la naturaleza elige qué fruta nos corresponde en cada temporada. En invierno nos provee de más vitamina C para apoyar nuestro sistema inmunitario (naranjas, pimientos, pomelos, coliflor, kiwis...), y en verano las frutas que encontramos tienen más agua (sandía, melón, mango…).
Cuando consumimos fruta de temporada, estamos favoreciendo a los agricultores locales, y ayudamos a reducir la energía que necesitan el transporte y la refrigeración. Además, al ser fruta de temporada, debe estar en su momento óptimo de maduración.
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Poder apreciar la fruta de temporada puede aportar mayor placer al descubrimiento continuo de qué nos aguarda en el supermercado cuando cambiamos de estación. Y el otoño es una época muy agradecida para recoger el fruto, porque aún nos llegan frutas refrescantes de los últimos coletazos del verano y empiezan a producirse vegetales más consistentes.
En septiembre todavía hay frutas eminentemente antioxidantes como arándanos, moras, frambuesas, ciruelas, higos, melocotones, melones y sandías. Aprovecha las últimas semanas del mes, porque desde octubre si consumes estas frutas ya no serán de temporada, lo que quiere decir que habrán realizado un largo viaje hasta llegar a ti.
Manzanas y peras, únicas de la estación
Las peras son las frutas que nos acompañan todo el año, pero en cada estación disfrutamos de una variedad distinta. En otoño solo deberíamos encontrar pera blanquilla, que es muy fina y jugosa. Contiene mucha fibra, agua, potasio y taninos, que son astringentes naturales.
Lo mismo pasa con las manzanas, que pese a ser una fruta de la que podemos disfrutar durante todo el año, solo en otoño encontraremos la variedad golden supreme. Es una manzana grande, amarilla y muy redonda. La puedes empezar a consumir desde septiembre y durará todo el otoño. Al igual que la pera, tiene un alto contenido en fibra y muy pocas calorías. Además, es fuente de fitoquímicos, como los flavonoides, que son antioxidantes. Cruda estimula el tránsito intestinal, y rayada o cocida produce pectina, con efecto astringente.
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Membrillo y granadas
Según nos adentramos en el otoño llegan a nuestra mesa las frutas más contundentes, como el membrillo, que pese a que contiene muy pocos azúcares y calorías, al ser consumido solo en confitura (y nunca crudo) sí acaba aportando azúcar a nuestra dieta. Pero también contiene potasio y mucha fibra, como la pectina, mucílagos y taninos, que resultan extraordinariamente astringentes.
La granada probablemente nos transporte a nuestra infancia, cuando solo podía consumirse en otoño. De niños podíamos pasa largo rato sacando sus granos y ahora nos beneficiamos de su poder antioxidante. Es muy rica, su color rojo muy atractivo, y contiene mucha agua, potasio, y taninos.
Las uvas
Si te gustan la uvas, es muy posible que no hayas parado de consumirlas durante todo el año. Pero ahora empieza su estación, aunque las primeras uvas de temporada han llegado al mercado en agosto, es en septiembre cuando se está realizando la vendimia general, tanto la dedicada al vino como la que se servirá en la mesa. Ambas uvas son distintas, las que consumimos en casa son menos ácidas y menos dulces, pues ambas condiciones favorecen la fermentación. La uva de temporada que más se cultiva en España es la variedad moscatel. Se trata de una fruta rica en azúcares, ácido fólico y vitamina B6. También aportará a nuestra dieta flavonoides y taninos, que son astringentes y antioxidantes.
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