La inteligencia emocional es algo que ha suscitado gran interés en los últimos años. Se trata de una capacidad basada en identificar lo que sentimos, reconocer cómo remueve nuestro interior y cómo condiciona nuestros actos. Tener conciencia de nuestro yo emocional no solo permite tener una mejor 'relación' con nosotros mismos sino también con el entorno que nos rodea. Y si bien trabajar esta parcela es algo cada vez más común entre los adultos, también es algo que está tomando gran relevancia en la educación de los más pequeños.
Permitir que expresen sus emociones, se comuniquen de una manera saludable y libre o entiendan cómo se puede sentir el otro como consecuencia de su comportamiento son algunas de las claves para fomentar la inteligencia emocional desde las edades más tempranas. Sin embargo, antes de nada, los niños deben aprender a identificar y poner nombre a las emociones -tristeza, alegría, enfado…- algo que se puede trabajar desde casa con unas sencillas herramientas que, a través del juego, permitirán que los pequeños empiecen a desarrollar su capacidad emocional.
Una cara, una emoción
Un sencillo juego con el que comenzar. Sirviéndote de dibujos que reflejen emociones a través de los gestos de una cara (existen a la venta kits de tarjetones o bien los puedes dibujar tú misma) podrán aprender a reconocerlas. Primero, pregúntale por los rasgos físicos que ve en los rostros y pasa después al plano emocional. ¿Cómo se siente? ¿Qué le pasa? ¿Cómo lo podría solucionar? Por último, permítele que encuentre ejemplos en él mismo y pueda ir descubriendo cómo afrontar esas situaciones.
El dominó de las emociones
Es un clásico dominó, que consiste en relacionar una parte de cada ficha con la siguiente hasta cerrar el recorrido. En una mitad, una emoción; en la otra, una situación que genera una emoción diferente (puedes encontrar ejemplos imprimibles en Internet y ampliar o crear el tuyo). Se forman equipos y se juega por turnos. No solo sirve para relacionar situaciones cotidianas con una determinada sensación interior, sino que se puede proponer un debate posterior para poner en común cómo nos hemos sentido en el juego o qué otras situaciones nos generan a nosotros esas emociones.
Música y pintura
La música tiene la capacidad de generar emociones, de provocar nostalgia, tristeza o euforia. Nada tiene que ver con la razón y eso es, precisamente, lo que pediremos a los pequeños en esta dinámica, que dejen de lado la mente. Coloca papel continuo grande para que tengan un amplio lienzo en el que expresarse. Pon diferentes tipos de música y deja que se dejen llevar y pinten con las manos lo que les ‘inspira’, lo que están escuchando... Posteriormente, podéis analizar los dibujos y comentar las emociones.
El juego de los tarros
Un par de tarros reciclados, un lápiz y unos trozos de papel. Con estos sencillos elementos se pueden crean constructivos juegos para ayudar a que los niños profundicen en lo que sienten. Un tarro sería, por ejemplo, el de las buenas noticias, donde anotar y dibujar aquellas 'alegrías' que van viviendo, lo cual fomenta además el pensamiento positivo. Otro, el de las preocupaciones, donde agrupar aquellas cosas que les preocupan, ayudándoles así a comunicarse y a encontrar maneras de enfrentarse a esa emoción.