Razones más que suficientes para cambiar de gimnasio
A veces nos cuesta ir al gimnasio por falta de voluntad, pereza o cansancio. Pero otras veces la causa está en que no estamos yendo al centro adecuado.
Admitamoslo, ir al gimnasio no es una tarea fácil. Nos supone un gasto económico, tenemos que adquirir la rutina de ir (que no es nada sencillo) y, además, poner nuestro cuerpo a trabajar y a esforzarse de una manera nada cotidiana. Y todo esto resulta imprescindible si de verdad queremos estar en forma y alcanzar ciertos objetivos, tanto a nivel de salud como de aspecto físico.
Por eso hemos de encontrar un sitio en el que, teniendo en cuenta todo lo anterior, nos sintamos lo más cómodos que sea posible, porque bastante duro resulta ya todo lo demás. Y, en ocasiones, un cambio de gimnasio a tiempo puede que sea lo que necesitamos para entrenar mejor (y posiblemente más).
Está demasiado lejos de casa
O demasiado lejos del trabajo, ya que mucha gente aprovecha la hora de la comida o el momento de acabar la jornada laboral para entrenar. La cercanía es uno de los motivos principales que nos hacen elegir un determinado gimnasio y no otro. Si para llegar hasta el tuyo necesitas coger el coche o utilizar transporte público, quizás deberías hacer memoria y pensar en todas las veces que no has ido al gimnasio, aunque dispusieras del tiempo para hacerlo, con tal de “no ir hasta allí”. Si crees que te pasa más veces de las que tu quisieras, es el momento de visitar otros gimnasios a los que puedas llegar andando en un máximo de 10-15 minutos.
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El material es viejo
Es cierto que la mayoría de gimnasios coinciden en el tipo de máquinas que tienen, sean más o menos nuevas. Pero quizás en el tuyo faltan aquellas que te resultan imprescindibles, o las que hay no te resultan nada atractivas, por su aspecto, para ejercitarte en ellas. O quizás te encuentras las máquinas rotas más a menudo de los que te gustaría, lo que resulta bastante desmotivador.
A día de hoy puedes ejercitarte en la bicicleta elíptica mientras ves tu serie favorita en una pantalla individual en una gran cantidad de centros. Y, para qué engañarnos, así resulta más sencillo sudar lo que haga falta.
También pueden tener un material estupendo, pero que no haya manera de encontrarlo para entrenar, o bien porque la última persona no la ha dejado en su sitio al terminar, o bien porque hay cola para usarlo. En el primer caso estás rodeada de compañeros descuidados y de monitores que no están atentos a que todo esté disponible; y en el segundo es posible que acudas a un gimnasio que tiene a gente inscrita por encima de sus posibilidades.
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No sintonizas con la gente que acude a tu gimnasio
Y no es que sea necesario que vayas al gimnasio a hacer amigos, porque claramente el objetivo es realizar ejercicio físico. Pero sí es importante que te sientas en un ambiente que te resulte agradable y en el que puedas entrenar sin sentirte incómoda por un entorno demasiado competitivo, quizás. También puede ser que te hayas rodeado de un entorno demasiado elitista en el que sientas que entrenar con unos leggins y una camiseta de algodón básica no está bien visto. Puede que la gente no sepa decir ni hola, o que, por el contrario, hablen tanto entre todos que no consigas hacer dos máquinas seguidas sin que alguien te detenga para iniciar una conversación.
Esto es extensible a tu relación con los monitores. Sabemos que no son entrenadores personales que tienen que estar siempre encima de ti, pero también es necesario que te sientas cómoda a la hora de realizarles cualquier consulta acerca de una máquina o un ejercicio, sea cual sea tu nivel físico.
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