No siempre es fácil saber si nuestra mascota tiene dolor. Pero reconocerlo a tiempo es esencial para saber si tienes que acudir al veterinario con urgencia. El dolor es una sensación desagradable que va asociada a un daño. No se trata de una enfermedad en sí misma, pero sí el síntoma de que algo no funciona bien. Hay diferentes tipos de dolor: el agudo (que se manifiesta de una manera repentina e intensa) y el crónico (que persiste durante un tiempo y cuya intensidad puede variar). Tu veterinario te ayudará a saber qué le pasa a tu perro y buscará la mejor solución para asegurar su bienestar.
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Síntomas de dolor en las mascotas
Si hace tiempo que tienes una mascota, seguro que alguna vez te habrás preguntado por qué no inventan un dispositivo que pueda identificar si tu animal de compañía se encuentra bien. Y es que, como nuestros amigos peludos no pueden hablar, no siempre es fácil saber si están sufriendo algún tipo de dolor. Por ello, debemos observar su comportamiento y si este varía, es decir, si se comporta de manera distinta a lo habitual, hay que sospechar que algo le ocurre y es conveniente que acudamos al veterinario para que averigüe qué puede pasarle.
Además, hay otros indicadores que pueden alertarnos de que nuestro animal de compañía puede estar enfermo:
- Sin motivo aparente, disminuye su actividad y su tolerancia al ejercicio.
- Observamos cambios en su postura o cojea (la cojera puede deberse a un dolor localizado o reflejo).
- Tiene dificultad para caminar, saltar, subir o bajar escaleras, levantarse...
- Disminuye su aseo personal (sobre todo en gatos).
- Pierde el apetito.
- Se muestra apático.
- Vemos cambios en sus hábitos de micción y defecación.
- Se aparta o se esconde.
Ante la manifestación de alguno de estos síntomas, debemos consultar con nuestro veterinario, ya que el diagnóstico precoz de la causa que le produce dolor así como la administración del tratamiento adecuado mejorará la respuesta a este y la calidad de vida de nuestra mascota.
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Tratamiento contra el dolor
Los fármacos para el manejo del dolor en mascotas son diferentes a los de los humanos. Por ello nunca debemos automedicar a nuestros animales de compañía. De hecho, algunos de los analgésicos o antiinflamatorios que usamos las personas pueden ser muy perjudiciales para nuestros peludos e, incluso, comprometer su vida. De ahí que el único que puede prescribir cuál será la terapia farmacológica correcta es el veterinario.
Para encontrar la causa y administrar el tratamiento correspondiente, es muy probable que el sanitario recomiende la realización de algunas pruebas como una exploración física, una analítica general, en ocasiones se completará con una radiografía o con ecografía, según el criterio médico.
La entrevista al propietario sobre las circunstancias en las que se produce el dolor, cuándo apareció, hábitos de la mascota y de la familia, si se ha salido al campo, ha podido tener un traumatismo, etc, son también esenciales para orientar mejor la búsqueda de la causa del problema. Y es que los motivos pueden ser muchos: puede deberse a un golpe, ha podido clavarse un espiga en el campo, puede tener una afección bucodental que le cause dolor, o lo sienta en la espalda a causa de la edad o una hernia. También podría obedecer a enfermedades transmitidas por mosquitos, garrapatas, así como a un proceso oncológico, entre otras causas.
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Cómo darle la pastilla
Si nuestro perro o gato necesita que le administremos un tratamiento, nuestro veterinario nos dará la información necesaria en cuanto a qué tipo de fármaco necesita, la dosis, la frecuencia y la duración. Asimismo, la administración del medicamento podrá ser oral, tópica o subcutánea.
También nos explicará si hay que dárselo con o sin comidas y si lo podemos dividir o, por el contrario, debemos darle la pastilla entera. La 'Guía de consejos básicos para propietarios', de Boehringer Ingelheim, nos ofrece algunos consejos para poder administrar correctamente el tratamiento.
Si es oral: podemos escondérselo en la comida pero observando si se lo come. Si tenemos otra mascota, le daremos la comida por separado. Si lo tiene que tomar en ayunas, pondremos el medicamento en la base de la lengua, casi en la garganta, y a continuación cerraremos la boca para asegurarnos de que no lo escupe. También podemos aplastar el medicamento, disolverlo en agua y dárselo con una jeringuilla.
Si se trata de un jarabe o un medicamento líquido: se lo daremos con una jeringuilla que colocaremos en un lateral entre los dientes y, lentamente, administraremos el tratamiento.
Inyección subcutánea. Algunos tratamientos deben administrarse por vía subcutánea y muchos propietarios de mascotas deciden hacerlo ellos mismos para evitar el estrés que puede suponer a su mascota ir constantemente al veterinario. Para administrar el tratamiento, utilizaremos distintas localizaciones del área dorsal del cuerpo, desde el cuello hasta la base de la cola. Cogeremos la piel formando una especie de tienda de campaña e introduciremos la aguja en paralelo al cuerpo y en perpendicular al pliegue. Una vez hemos introducido la aguja, es importante soltar el pliegue para evitar que esta salga por el extremo opuesto. Por último, aspiraremos ligeramente para asegurarnos de que no sale sangre (en este caso, hay que cambiar de localización), inyectaremos el medicamento lentamente y, por último, masajearemos bien la zona para que el fármaco se absorba bien.
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