Aprende a asumir que tus hijos se hacen mayores
Para una pareja, el momento de tener hijos es el gran viaje de su relación. Un trayecto del que jamás se regresa intacto porque todo será distinto cuando la casa vuelva a estar tranquila y en orden.
El tiempo que transcurre entre que tu bebé llega a casa y sale de ella es algo más de dos décadas. Durante esos años, tanto tú como tu pareja os adentraréis en una de las grandes pruebas de fuego de vuestra relación. Porque cuando el primer hijo llega al hogar, todas las prioridades cambian, los ritmos, las necesidades personales y de la pareja. Incluso la economía de familiar necesita re-estructurarse y hacer hueco al nuevo miembro.
La vida con adolescentes es un continuo decir adiós al niño que fue
Cuando tu hijo llega a la adolescencia empieza a ser autónomo en muchos aspectos, pero a la vez, emocionalmente, es más dependiente de lo que quiere reconocer. Necesita coger impulso, buscar su identidad y salir al exterior, pero no quiere pedir ayuda, por lo que se distancia en parte de vosotros. Esa necesidad y esa distancia que se interpone entre padres e hijos es el corte del segundo cordón umbilical, el definitivo, y el que más duele. Porque sabes que continuamente estás cruzando fronteras que no volverás a visitar y que a la vez te ponen a prueba, ya no como un niño, sino como un pequeño adulto que te cuestiona y te evalúa.
Como padres, habéis atravesado dos décadas en las que habéis sabido dejar atrás vuestras necesidades de jóvenes independientes, para dedicaros a una tercera persona (o cuarta, o quinta). Os habéis aprendido cuentos, os habéis preocupado por instalar una puerta pequeñita para que el Ratoncito Pérez haga acto de presencia, y habéis descubierto que la Navidad puede volver a ser esa época mágica en la que nos visitan los mejores sentimientos (y los regalos mejor intencionados). Y todo eso parece derrumbarse de un plumazo con la llegada de la adolescencia. Los juegos de niños quedaron sepultados bajo el acné, las voces cambiantes y los secretos.
Por eso podemos decir que tener hijos, no es solo una etapa, sino que constituye uno de los ciclos que más transforman nuestra vida (dándole sentido) y cambian nuestra forma de ver el mundo y de priorizar nuestros objetivos. Por eso, es muy importante no llegar a la adolescencia de vuestro hijo sin haber empezado a retomar otros proyectos personales, que nuestra vida no se base solo y únicamente en ser “profesionales” de la educación y el cuidado de los hijos, sino que sepamos volver a cultivar aquellas facetas sociales y profesionales que nos importaban antes de que nacieran.
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Estar preparados para verles crecer también implica trabajo
Los psicólogos suelen estar de acuerdo en que pese a que los hijos nos cambian la vida, debemos seguir fortaleciendo la relación de pareja y nuestras metas y objetivos vitales. Aunque por practicidad, la pareja queda relegada a un segundo plano durante los primeros años de vida del hijo, sería un grave error no hacerlo de forma consciente para poder comenzar a fortalecer la relación en cuanto el trajín de la infancia deje espacio y tiempo.
Cuando la pareja está cohesionada y funciona, cuando la complicidad sigue viva y se comparten otros sueños o aspiraciones paralelos al bien de los hijos, la familia al completo se enriquece, y esto hace que los momentos de crisis al ver a los pequeños crecer sean algo más llevaderos, incluso inspiradores, porque lograremos enmarcar su crecimiento en un contexto de normalidad.
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El síndrome del nido vacío
Cuando los hijos ya se han ido de casa en ocasiones los padres se enfrentan a un crisis denominada “síndrome del nido vacío”. No se trata de un diagnóstico clínico, este término denomina popularmente al momento en el que nos enfrentamos a que la casa vuelve a ser solo de la pareja, y al impacto psicológico y anímico que eso puede llegar a suponer.
Los psicólogos advierten de que este es, precisamente, un momento que puede crear ciertos cuadros de depresión o apatía emocional provocada por no tener accesible diariamente al ser sobre el que nos hemos volcado en cuidar, proteger y dar amor los últimos años de nuestra vida.
Para superar esta situación debemos ser activos en iniciar un nuevo ciclo vital. Aprovechar el cambio para sumergirnos en los caminos que dejamos aparcados cuando nacieron nuestros hijos. Puedes viajar más, reencontrarte con tu pareja, ver amigos, estudiar o disfrutar con mayor tiempo de tus hobbies. Ha llegado el momento de ser más tú que nunca, ahora que has vivido la espléndida y enriquecedora experiencia de darle todo a otra vida.
Y sobre todo, enorgullécete y hazlo sin mesura, porque gracias a tu esfuerzo y sacrificio, ahora existe una persona que se enfrenta al mundo utilizando todas y cada una de las herramientas que tú le has diseñado estos años, más de dos décadas de amor, complicidad y juegos en los que tú fuiste clave. Recuerda que todo eso fue el preparativo para este momento y, por fin, las cosas han salido bien.
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