La resiliencia también es una cuestión de pareja

Las parejas que son capaces de reponerse juntas de las situaciones difíciles salen reforzadas, pero para conseguirlo no sirve improvisar: mantener hábitos resilientes en el día a día es lo que marca la diferencia cuando llegan los problemas que creemos inabarcables

por Cristina Soria

La resiliencia es la capacidad de superar situaciones dolorosas, traumáticas y que implican un cambio forzoso y agresivo de aquello que creíamos dado por hecho en nuestra vida. Superar la muerte de alguien que creíamos que jamás iba a faltarnos, un desahucio, la pérdida de una carrera profesional, la ruina económica… 

Puede que no estés sola ante la adversidad

Todas estas circunstancias nos obligan a buscar en lo más profundo de nuestra identidad y a encontrar los resortes que de verdad nos mantienen en pie para evitar que cedamos ante la tormenta. Aquello que evita que nos demos por vencidos puede venir de nosotros mismos. Se trataría de una actitud resiliente la que nos hace lograr revertir la tragedia y conseguir avanzar en nuestra vida, dejando atrás aquello que jamás habríamos imaginado ser capaces de superar. Pero ¿quién ha dicho que estemos solos en este camino? La resiliencia no tiene porqué ser cosa de uno. La pareja puede jugar un papel clave en este camino.

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En momentos terribles es cuando se pone a prueba la compenetración con la pareja. Que consigais salir de estas situaciones juntos sin duda marcará una vivencia que, a largo plazo, os hará más fuertes. Pero sería engañarnos pensar que se puede afrontar una situación de grave crisis vital si la relación no dispone ya de los resortes necesarios: empatía, complicidad, positividad y comprensión.

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Saber pedir ayuda

El principal poder de una pareja es saber conjugar todos los aciertos, fallos, poderes y carencias hasta hacerlos comunes, fusionándolos en un solo ente. Esto hace que las dificultades no se tomen como un problema del otro, y que uno de los dos se identifique con ello mientras que el otro permanece ajeno. Saber pedir ayuda a tiempo es compartir los problemas y hacerlos parte de la pareja desde el segundo uno, como de la misma forma se deben compartir los éxitos y las alegrías. 

En esta situación, estar triste o irritable puede ser limado con mayor facilidad, porque el otro conoce qué es lo que te ocurre y puede reaccionar buscando lo que necesitas. Si no pides ayuda y si no expresas qué te preocupa, cuando llega la tormenta ya será demasiado tarde y la incomunicación se tornará en algo personal, de uno contra el otro. Cuando, precisamente, si se comparten los temores y se buscan soluciones en común desde el principio, se deja de personalizar la discusión, y hay tiempo para reaccionar como uno solo. 

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No busques culpables

Aquellas parejas que no buscan un culpables son las que pueden salir a flote en situaciones donde las actitudes resilientes se hacen valer. Cuando surge una discusión de pareja es muy común que esta se acabe convirtiendo más en una cuestión de ver “quién tiene razón” que en una conversación sincera sobre qué ocurre. Al final, la razón misma de por qué se discute pasa a un segundo plano, y lo importante parece ser el propio triunfo del que está en lo cierto, frente a  quien está equivocado. 

Esta situación, cuando es continuada, refleja que la pareja tiene problemas de cohesión y de identidad. Es muy beneficioso identificar estas situaciones y tratar de enfocarlas de forma útil: pretender buscar culpables nunca arregla nada. Y a la larga, ante crisis realmente duras, solo harían empeorar la situación.

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