En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística, más de cuatro millones de personas viven sin ningún tipo de compañía. Y los hogares con un solo inquilino aumentan vertiginosamente llegando a suponer ya el 25% en nuestro país. No todo el mundo vive rodeado de lo que se presupone como un ambiente de compañía. A veces la soledad es una circunstancia transitoria y en otras simplemente no podemos hacer nada por evitarla. Sin embargo, la soledad no solo es una condición física, de nuestro entorno, a veces es un sentimiento que, si se deja crecer, puede llegar a conformar un cuadro de depresión.
Varios estudios se han percatado de que pese a que vivimos en una sociedad hiperconectada, cada vez hay un sentimiento más contundente de soledad y que eso produce un tipo de tristeza, melancolía o ansiedad que denota que no hemos aprendido a vivir con nosotros mismos. Precisamente porque se nos presupone una sociedad conectada y “bulliciosa” los contrastes son mayores al descubrir que tanto estando en soledad o acompañados, podemos tender a sentirnos solos.
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Los más jóvenes, los más solos
Aunque tendemos a pensar que los problemas de soledad forman parte de colectivos de ancianos, un estudio realizado en Estados Unidos ha reflejado que es, precisamente, la generación de los nacidos a partir 1998 quienes sienten mayor soledad. Esta es la Generación Z, los jóvenes que ya nacieron con las nuevas tecnologías y que no han conocido un mundo sin redes sociales. Ellos son los que más acusan la soledad.
En un estudio de Cigna se han cotejado los testimonios de 20.000 personas de todas las edades. El 50% aseguró muy a menudo ser conscientes de vivir en soledad, y que muchas de estas situaciones surgen porque se sienten rechazados y excluidos por parte de los demás, y no porque realmente estén solos.
El Doctor Daniel Russell de la Universidad de Los Ángeles desarrolló un test para medir hasta qué punto nos sentimos solos y que puedes realizar online. Según este psicólogo clínico, el problema no es si estamos solos o no, sino si esa soledad cala en nuestro ánimo y nos sumerge en un manto de pre-depresión. Antes de realizar el test, Russell deja claro que no existen respuestas positivas o negativas al respecto, sino que lo importante es atender a nuestros sentimientos, identificarlos y trabajar sobre ellos.
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Sal afuera, el mundo está esperando
Si realmente vives en soledad, es indispensable que seas capaz de superarla y vivas con armonía. La soledad no es buena ni mala, sino que el sentimiento que te genera puede ser positivo o negativo. El hecho de no saber vivir en soledad habla sobre una incapacidad para lograr vivir con uno mismo. Debemos aprender a entender y respetar los bioritmos que nos hagan sentir bien: horarios, rutinas y actividades en soledad. Y no generar una obsesión acerca de que estamos solos, sino entenderlo como una situación normal, que no nos define ni nos resta valor como individuo frente al resto de la sociedad.
Ante la posible incomodidad de la soledad, es muy importante no buscar relaciones sociales “con desesperación”. Debemos mantener unos criterios saludables a la hora de conocer a otras personas o recurrir a la compañía de quienes ya conocemos. Sería peligroso caer en relaciones tóxicas precisamente porque no aguantamos estar solos.
La publicación especializada en estudios psicológicos, Emotion, publicó un proyecto de investigación en el que se mantenía la tesis de que el problema de la soledad está en fijar el foco de atención en nosotros y cómo creemos que estar solos marca nuestra identidad y nos hace sentir estigmatizados. Sin embargo, en este estudio, se tomó la muestra del comportamiento de 473 personas, diferenciando dos grupos: los que buscaban una salida a la soledad en actividades recreativas y los que enfocaron su búsqueda de alicientes sociales ayudando a los demás en proyectos de ONG. Los resultados de esta investigación pusieron de manifiesto que aquellos que focalizaban su soledad ayudando a los demás obtenían un éxito más profundo y duradero que quienes centraban la búsqueda en sí mismos y en alternativas lúdicas.
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