Buscando una alimentación más natural, se están poniendo muy de moda tendencias como las dietas raw food, que consisten en no cocinar los alimentos y tomarlos como debieron ingerirlos nuestros antepasados, o como, de hecho, lo hacen los animales.
Sin embargo, los expertos están de acuerdo en que hay que mantener las cautelas a la hora de poner sobre nuestra mesa ciertos alimentos que contienen bacterias que solo pueden eliminarse con una cocción suficiente.
Esto demuestra que lo natural no siempre es lo más sano, porque nuestro sistema digestivo e inmunológico no está preparado para combatir ciertos agentes patógenos, y poner a prueba a nuestro organismo consumiendo alimentos crudos no solo no tiene por qué aportarnos más salud, sino que puede poner nuestra vida en peligro.
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Huevos crudos
En los pueblos de antaño no había un placer comparable a comer un huevo recién puesto por la gallina. Sin embargo las cosas han cambiado mucho, y los estudios han demostrado que los agentes patógenos que se encuentran en el interior de las gallinas pueden producir graves problemas de salud si consumimos este alimento crudo.
Uno de cada 30.000 huevos contiene salmonella en su yema, según un estudio de la publicación científica Prevention. Así, ingerir huevos crudos puede producir cólicos severos, fiebres y diarrea. Cocinándolos la bacteria muere, tan sencillo como eso.
Leche sin pasteurizar
La leche cruda no se ha pasteurizado y puede transmitir la bacteria campylobacter, que provoca fuertes diarreas y náuseas durante una semana. A lo largo de todo un año, el Centro Nacional de Epidemiología registró más de 200 intoxicaciones provocadas únicamente por consumir leche cruda. De estos casos, dos murieron al llegar al hospital.
El proceso de pasteurización implica cocinar la leche hasta los 71 grados durante 15 segundos, y eso hace que las bacterias desaparezcan. Sin embargo, la pasteurización no limita el valor nutricional de la leche y hace que esta pueda conservarse durante más tiempo, incluso fuera de la nevera.
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Cuidado con los filetes de pollo
Aunque es un alimento básico en nuestra alimentación y muy inocuo cuando está debidamente cocinado, según la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) no deberíamos ni lavarlo con agua del grifo, porque cuando lo hacemos antes de cocinarlo estamos aumentando la posibilidad de propagar la bacteria campylobacter, convirtiendo este alimento común de nuestra alimentación en un peligro en nuestra cocina. Por lo que mucho menos debemos comerlo sin cocinar.
Al ingerirlo crudo estaríamos poniendo en riesgo nuestra salud, porque además de poder provocar una salmonelosis, también podría contener bacterias E.Coli y provocar una listeria. Este amplio abanico de posibles agentes patógenos presentes en su carne está relacionado con la resistencia del pollo a ciertos antibióticos de granja, en los que hasta un 77% de los pollos es inmune. Estas bacterias no acaban de desaparecer de su organismo, pudiendo entrar en contacto con seres humanos al no ser cocinados debidamente.
Si cortas el pollo sobre una tabla, recuerda lavarla muy bien después del corte, utiliza jabón y frota la tabla para asegurarte de que no queda ningún rastro de bacterias sobre su superficie.
La miel también se pasteuriza
La miel cruda se considera un sustituto natural del azúcar y cada vez la encontramos con mayor facilidad en tiendas especializadas y grandes superficies. Sin embargo, al tratarse de un alimento que no pasa por un proceso de pasteurización, es susceptible de producir esporas clostridium botulinum que pueden provocar botulismo infantil.
Según el Centro de Prevención de Enfermedades de EE.UU., este tipo de miel no debería suministrarse a los niños, porque todavía no disponen de las defensas necesarias en el sistema digestivo y las esporas del botulismo pueden hacer frente a su salud con una facilidad que no tendrían con un adulto.
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