Si tienes más de treinta años tal vez recuerdes con nostalgia cómo durante tu adolescencia atesorabas casetes grabados de la radio con tu música favorita, y cómo dudabas sobre cuál de todos los CD de moda llegarías a comprar, porque sabías que hacer tuya toda la música que te gustaba era imposible.
Jamás habrías imaginado que llegaría el día en el que todo cabría en un móvil mucho más pequeño que un walkman o un discman. Sin embargo, ahora que que puedes escuchar cualquier canción que desees, un estudio de Deezeer ha llegado a la conclusión de que pasados los 30 años solo escuchamos la música que nos hizo felices durante la adolescencia.
Tener una vida adulta, con hijos, es la principal causa de bloqueo musical
De una muestra significativa de 5.000 personas de cinco países (Reino Unido, Francia, Brasil, Alemania y Estados Unidos), todos mayores de treinta años, el 60% de los entrevistados aseguró ser fieles a una rutina musical en la que siempre escuchan las mismas canciones. Y así durante décadas.
El 25% dijo estar abierto a la música desconocida, pero que se limitan a aquellas canciones que conocen fácilmente en la radio o los medios de comunicación y que jamás se plantean sumergirse en plataformas musicales para conocer autores y canciones diferentes. Sin embargo, estas nuevas “adquisiciones” no acaban de calar en ellos, y se limitan a escucharlas temporalmente y a olvidarlas cuando el hit desaparece.
Solo el 5% de los encuestados de este estudio reconoció ser activos a la hora de encontrar nuevos temas musicales, y afirmaron haber llegado a amar con la misma intensidad canciones descubiertas en su madurez, tanto como las que escuchaban siendo adolescentes.
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La 'parálisis musical' se inicia a los 24 años
A esta tendencia, de perder el interés por las novedades musicales pasada la treintena, se le denomina “parálisis musical” y la conclusión de este estudio señala que es precisamente en la adolescencia cuando nuestro apetito musical está más abierto a descubrir nuevas sensaciones: tanto los jóvenes de hace décadas como los actuales conceden una oportunidad a alrededor de diez canciones semanales. Este estudio define que la época de apertura musical se inicia en la adolescencia más temprana, cuando buscamos nuestra identidad y nos abrimos a nuevas sensaciones vitales, y finaliza hacia los 24 años, cuando cerramos la etapa más juvenil y empezamos a asentar nuestra madurez.
Pasada la treintena dejamos de estar atentos a las novedades musicales, por falta de tiempo y porque realmente no buscamos esa sorpresa, sino que deseamos sentirnos poseídos, con aplomo, por las sensaciones que sabemos que nos regalarán las canciones que conocemos bien. Es decir: vamos a tiro hecho.
Un 19% de los encuestados reconoce que hoy se siente abrumado por la cantidad de oferta musical y que a raíz de desconectarse de las tendencias, ya no tiene la misma ilusión en abrir su catálogo y descubrir nuevas canciones. Un 16% reconoció que su trabajo no le permite dedicar tiempo a estos placeres, y el 11% acusa cierto agotamiento con cuestiones domésticas (cuidar de los niños es la respuesta más generalizadas) y esto hace que no dispongan del tiempo necesario para bucear entre toda la oferta musical del mercado.
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La música que conocemos bien libera dopamina y oxitocina
Según otro estudio de la publicación científica Memory & Cognition, llegados a la etapa adulta utilizamos la música para sumergirnos en cierta nostalgia musical, porque son las canciones que nos gustaron de jóvenes las que nos hacen sentir más vivos al refrescar recuerdos vitales muy primarios como la alegría, el enamoramiento y la búsqueda de la libertad.
Un estudio del National Center of Biotecnology de EE.UU llegó a la conclusión de que utilizamos la música para conseguir cierto placer inmediato y que elegimos qué tipo de canciones escuchamos en función de nuestras necesidades de ánimo. Esto libera dopamina y oxitocina, que favorecen una sensación de placer en el cerebro, pero solo es posible cuando son canciones que ya conocemos, porque podemos anticiparnos a sus acordes y prever cuándo vendrá el subidón musical que tanto nos gusta. A esto se le llama “fase de anticipación” y, según este estudio norteamericano, es la razón por la que nos produce tanto placer escuchar nuestras canciones favoritas en bucle.
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