La alimentación es uno de los pilares fundamentales de nuestra salud. Gracias a ella conseguimos la energía necesaria para llevar a cabo nuestra vida diaria. Consecuencia de esta ingesta de alimentos y líquidos, sus nutrientes facilitan el funcionamiento, mantenimiento y crecimiento de las funciones esenciales de nuestro cuerpo. No ser realmente consciente de esta relación directa de lo que comemos con el organismo hace que a la hora de querer adelgazar se midan cantidades erróneamente y se controlen las composiciones de cada ración. Existe mucha confusión respecto a las dietas de adelgazamiento. Siempre es necesario consultar a un profesional sobre el tema, alguien que pueda determinar qué es lo más adecuado a las necesidades de cada paciente. Sin embargo, hay quienes prefieren tomar sus propias medidas para acabar con la grasa de más y eligen, erróneamente, reducir la medida de lo que comen o retirar determinados ingredientes de su menú.
A pesar de que a priori pueda parecer una decisión efectiva, esta opción no siempre es positiva y puede conllevar un riesgo. En situaciones en las que se realiza una dieta muy restrictiva, en la que se reducen las cantidades sin consejo médico, se puede producir el efecto contrario al que se está buscando. Al percibir esta falta de nutrientes, el organismo puede entender el gesto como un indicador de una ausencia posterior de alimentos, por lo que se activarían los mecanismos de ahorro energía y, por tanto, realizaría menor gasto calórico, frenando el adelgazamiento. Así, podríamos incluso aumentar nuestro peso como consecuencia de una mayor reserva de lo poco que ingerimos. Este proceso, que se conoce como termogénesis adaptativa, que produce el temido 'efecto rebote', también puede corregirse. "Pasar hambre en las dietas de adelgazamiento contribuye al incumplimiento de la dieta y al fracaso de la misma", explica Leticia Carrera, Directora del Centro Felicidad Carrera. A lo que añade: "Tampoco ayuda el hecho de no respetar horarios o saltarse comidas al azar, por eso incluso en las dietas de ayuno o semiayuno se recomienda seguir unos horarios fijos".
¿Cómo saber si nuestra dieta no funciona?
Para detectar si nuestro metabolismo se ha ralentizado es necesario prestar atención a nuestro cuerpo. Algunos síntomas a los que apunta el farmacéutico especializado en nutrición Sergio Espinar en una entrevista concedida al diario El Mundo son la fatiga muscular, el hambre, el insomnio y, en el caso de las mujeres, alteraciones en la menstruación. Además, cabe destacar que no se recomienda desterrar ningún ingrediente de la lista de la compra. Eso sí, un estudio realizado en 2015 por Cell Metabolism aclaró que los responsables de la subida en la báscula eran los carbohidratos -de forma especial los procesados- frente a la creencia de que lo eran las grasas.
Siempre mejor con un plan adaptado a nuestro cuerpo y nuestros objetivos
Los expertos utilizan una palabra que explica las consecuencias de sucumbir a la tendencia de realizar una dieta hipocalórica (ingerir menos de lo que nuestro cuerpo necesita en reposo): la tumba metabólica. Se trata de una teoría que hace referencia a los numerosos daños que padece nuestro interior, en concreto, el sistema digestivo, cuando se producen estas prácticas. Entre ellos, la pérdida de la menstruación, crecimiento del riesgo de fracturas en huesos, problemas de salud renal y cardiovascular o bajada de defensas. De ahí la importancia de contar con la experiencia de un especialista que pueda estudiar cada caso y determinar el 'planning' de comidas semanal y el entrenamiento que se deba practicar cada día. Comer productos de temporada, alimentos de proximidad e ingredientes no procesados son algunas de las claves para una nutrición saludable, que más que formar parte de una dieta, debería convertirse en un estilo de vida.