Estas son las enfermedades que puedes mejorar con una buena alimentación

Mitigar los efectos de algunas dolencias crónicas, como la artrosis, la fibromialgia o el dolor lumbar, es posible con un estilo de vida saludable y una dieta equilibrada

por J. G.

Que alimentación y salud van de la mano es una evidencia que nadie se atreve a poner en duda. Así, nuestra dieta tiene un papel determinante a la hora de prevenir diversas dolencias, entre ellas, las migrañas, los dolores musculares, la fatiga crónica, los trastornos digestivos (estreñimiento, hinchazón abdominal, diarrea, vómitos, gases…); pero también algunas enfermedades crónicas, especialmente las relacionadas con problemas musculo-esqueléticos, como la fibromialgia, la artrosis o el dolor lumbar.

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Se estima que alrededor del 30% de la población adulta en el mundo padece dolor crónico (aunque la prevalencia en mujeres es mayor) debido a una posible lesión en alguna parte del cuerpo, que involucra al sistema nervioso y que persiste durante semanas, meses o incluso años; de manera que adquiere una entidad patológica propia. Es decir, el dolor crónico acaba por convertirse en una enfermedad en sí mismo desvinculándose de la causa original que lo provocó. Además, muchas de estas personas sufren también otras patologías que empeoran aún más su salud y bienestar. Por eso, desde una perspectiva integral de la salud, en el tratamiento de las enfermedades crónicas cada vez se le da más importancia a nuestro estilo de vida; ya que, como explica la doctora Laura Isabel Arranz, autora de La dieta para el dolor (Editorial Amat), “la alimentación desempeña un papel principal puesto que proporciona a la persona con dolor todos los nutrientes necesarios para minimizar el estado inflamatorio que retroalimenta el dolor. Así, la persona se sentirá mejor, más vital y su salud intestinal resultará beneficiada”.

De hecho, como han evidenciado diversos estudios, el papel de la microbiota (flora intestinal) en los procesos inflamatorios e inmunitarios es muy importante; ya que la mayoría de pacientes con patologías con dolor crónico tienen una mayor prevalencia de intolerancias alimentarias o alteraciones gastrointestinales. Por ejemplo, un porcentaje importante de los pacientes con fibromialgia sufren también síndrome de colon irritable, tal y como apuntan algunos estudios. Así, Raquel Abalo, catedrática de Farmacología de la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid, explicaba durante un encuentro organizado por la Sociedad Española del Dolor, que la inflamación, en muchos casos, es debida a ciertos patógenos que colonizan el tubo digestivo pudiendo ocasionar dolor en el mismo (dolor abdominal), incluso persistir cuando ya no es evidente la inflamación, como en el síndrome de intestino irritable postinfeccioso. “Sin embargo, a veces los microorganismos no son los causantes directos del problema, sino que se aprovechan de la situación, liberando sustancias al torrente circulatorio o provocando un estado inflamatorio sistémico que puede alterar también los mecanismos de percepción y transmisión del dolor a otros niveles”, explica.

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Por otro lado, el síndrome de colon irritable, la fatiga y el dolor músculo-esquelético son problemas de salud que se dan frecuentemente en personas con hipersensibilidad a los alimentos. “Es común también en pacientes con fibromialgia esta percepción de que algunos alimentos les inducen hipersensibilidad, con molestias gastrointestinales, e incluso empeoramiento de los síntomas. Aunque se desconoce todavía la posible relación entre la ingesta de alimentos y el desarrollo de algunos de estos síntomas, está claro que son muchas las personas que se encuentran peor después de comer. Alimentos como el pan, la leche y algunas frutas o verduras suelen ser los principales causantes de este malestar, que acostumbra a tener como manifestación principal la flatulencia. Es típico que esta sensación de flatulencia no esté presente por la mañana y se vaya acentuando a lo largo del día. Se ha observado también que en algunos casos la eliminación total o parcial de hidratos de carbono de cadena corta (azúcares), como algunos disacáridos de la leche, frutas y verduras como la lactosa, lactulosa, fructosa, etcétera, pueden dar lugar a una mejoría. La razón podría ser que en algunas personas se da una baja absorción de estos azúcares y, por tanto, se produce una elevada fermentación en el tubo digestivo, que lleva a la producción desmesurada de gases (…). Es probable que en esta inflamación local del intestino también tenga mucho que ver la flora intestinal, así que es necesario mantenerla saludable, con una dieta rica en fibras solubles como las de las legumbres o las frutas, y con la inclusión de uno o dos yogures u alimentos fermentados a diario. Sin embargo, estas recomendaciones generales deben ajustarse siempre a la sensibilidad individual de cada persona, procurando no eliminar alimentos, o de hacerlo, intentando reintroducirlos cuando haya mejorado la sintomatología gastrointestinal”, apunta la  profesora Arranz, del departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía de la Universidad de Barcelona, en su libro La dieta para el dolor.

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¿Qué consejos alimentarios podemos seguir para llevar una dieta antiinflamatoria?

Como recomendaciones generales, Arranz recomienda introducir en nuestra dieta alimentos ricos en antioxidantes, omega 3, fibra y sustancias antiinflamatorias que nos ayuden a aliviar los síntomas (dolor, rigidez...) y cuidar de nuestros músculos y articulaciones. Además, destaca la importancia de dormir las horas que necesitamos y sacar un rato durante el día para hacer ejercicio.

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  • Eliminar de la dieta los azúcares añadidos. "El azúcar que el organismo necesita debe provenir de las frutas, las verduras y otros alimentos, como los cereales integrales o los frutos secos. Todo lo que sea un aporte extra será perjudicial y aumenta el riesgo de enfermedades como la diabetes o la obesidad".
  • Alimentos aliados del sistema inmunitario. "Incorporar en los platos verduras como el brócoli, el kale, las espinacas, las acelgas o la col es bueno a nivel nutricional y para mitigar el dolor".
  • Combinar alimentos de todos los grupos. "Las verduras y las frutas deben ser la base de cada día y, a continuación, los cereales integrales, los frutos secos, lácteos, huevos y carne blanca algún día a la semana. El aceite de oliva virgen extra debe ser el aliño principal, pues sus antioxidantes nos ayudarán a mantener una buena salud cardiovascular. En los menús debe predominar el color verde".
  • Vencer las tentaciones y controlar el peso corporal. "El gran reto para conseguir la dieta ideal en casos de dolor crónico es poder prescindir de los alimentos que habitualmente nos aportan más placer al comerlos, que son los que tienen muchas calorías, azúcares y grasas". Pero, ¿cómo prescindir de ese dulce que, aparentemente, me va alegrar el día?'. Ante el deseo irrefrenable de comer lo que no nos conviene, la autora propone algunas estrategias de coaching nutricional como 'aprender a contar hasta diez lentamente' y trabajar la parte emocional en nuestras comidas. Esto también nos ayudará a controlar el peso, uno de los factores clave para combatir la inflamación crónica.

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